Opinión | Tribuna

Periodista

Sonrisa vertical

El nuevo tiempo de la vanidad impone fotografías verticales porque el cuerpo es espigado y sólo importa el yo, la captación del individuo, que se pretende único, omnipotente, independiente.

Varias personas con su teléfono móvil.

Varias personas con su teléfono móvil. / L-EMV

Un padre busca captar el momento y convertir aquel instante en un recuerdo futuro y, con su móvil, fotografía a las cuatro artistas con su mujer y dos hijas. Su voluntad vertical, el formato de los nuevos tiempos porque así lo exige el consumo a través del teléfono supuestamente inteligente, obliga a los protagonistas a apelotonarse. atro Caro, se lee cortado detrás. Sólo los más perspicaces sabrán en el futuro que aquella foto se tomó en el Teatro Carolina. El detalle de la foto vertical se traduce en una obligada descontextualización. Todo se corta por los lados pero parece no importar porque el sujeto se impone. Lo importante es el yo y el yo es vertical ¿Contexto, quién quiere contexto? El contexto es complejo y lo complicado no vende porque obliga a pensar y el pensamiento es pausado. Hoy se impone la rapidez y la caducidad. El nuevo tiempo de la vanidad impone fotografías verticales porque el cuerpo es espigado y sólo importa el yo, la captación del individuo, que se pretende único, omnipotente, independiente.

El lugar ya no es determinante, o no tan determinante. Lo es el tiempo, en el que vivimos. Un tiempo que ha homogeneizado el planeta bajo los intereses de aquellos que aportan las plataformas digitales a través de las que todos y todas miramos. Vivimos en un tiempo que no ofrece rendijas.

Ante un apagón y la obligatoriedad de mirar a los lados a quienes nos acompañan en el vagón, en la finca o en la calle, muchos se sienten desvalidos, ultrajados y amenazados. La seguridad en uno mismo ha sido mancillada y lloramos ante las cámaras porque llevamos diez horas sin luz y sin noticias. “Era como la película Viven pero sin comernos”, manifestó una mujer atrapada en un tren seis horas. Quizá el matiz del canibalismo es bastante importante para marcar la distancia. El calambre digital es inmediato y constante y seis horas son una eternidad insoportable. Apagar la identidad digital es para muchos un suplicio. Se miran y no se entienden. El contexto horizontal parece que ya no explica tanto.

Quien duerme no vive, se escucha a menudo. Por supuesto, uno descansa recostado. La criminalización del descanso, de la anulación, aunque momentánea, de la productividad ¿Dónde queda Thomas Mann, su montaña mágica y el nuevo mundo y la nueva vida, horizontal por las múltiples horas destinadas al reposo? Pero, ¿quién lee hoy ese volumen de más de mil páginas? Según Wordsrated, en la última década los libros son cada vez menos voluminosos, los bestsellers han disminuido su cantidad de páginas en más de un 11% y los libros de más de 400 páginas tienden a desaparecer. Buscamos más el placer de haber leído que el proceso de leer. El primero se disfruta en la verticalidad, defenestrando la horizontalidad del cuerpo que lee, de nuevo. No sólo pasa en la literatura. The Washington Post mostró cómo la duración media de los temas que forman parte del top 100 de Billboard ha descendido desde los cuatro minutos de los años noventa a los tres de la actualidad. La dictadura de lo digital y su consumo rápido y compulsivo en detrimentos de la concentración. Todo rápido y urgente, los que supone la prostitución más absoluta del concepto originario de cultura, que no deja de ser una pregunta (y quizá al mismo tiempo una respuesta) al mundo. La reflexión sin pausa y el conocimiento sin descanso y reposo (horizontal) son menos densos. Queremos recompensas, se posee por moda, se ansían estímulos inmediatos. Todo se valora desde el número. Mejor cinco libros cortos (o series o eventos) que uno largo, por la simple razón de que cinco es más que uno. Imposiciones de la verticalidad, el negocio insaciable.

Necesitamos el ruido vertical, caótico y desorganizado. La horizontalidad nos asusta, es inquietante por previsible. Nos han vuelto, a todos y cada uno, sospechosos. Encuadrar implica excluir, ser conscientes de las posibles amenazas y crear mundos mentales nuevos en los que pocos tienen cabida. La generalización de la foto vertical (de la mirada vertical) es la victoria de la individualidad sobre el colectivo. En el inquietante descontexto vertical sólo ríen los magnates que se forran con sus plataformas de desinformación masiva. La Sonrisa Vertical que Eva Ryjlen canta con mil significados distintos.

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