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Opinión | Tribuna

Vicepresidenta de la Diputación de Valencia y responsable de la delegación de Memoria Democrática

El siguiente paso

El gesto de Felipe VI y la reina Sofía tiene un valor doble porque se enmarca en un momento de reexpansión del cainita odio en manos de la extrema derecha, que revisa la Historia para edulcorar la dictadura.

Los Reyes de España, en Mauthausen.

Los Reyes de España, en Mauthausen. / L-EMV

Se estableció un vínculo emocional sin precedentes y por lo tanto se ha producido un avance que, sin embargo, a aquellos y aquellos que luchamos por la justicia histórica no nos puede satisfacer completamente. Aviso para navegantes: satisfacernos completamente nunca será posible porque la memoria democrática contará siempre con personas o hechos a los que el relato histórico maltrata, sujeto como está a intereses políticos y económicos. Sin embargo, no podemos obviar los avances y los éxitos.

Es de enorme valor ver al rey y a la reina de España, representantes de la monarquía, por primera vez y entre un mar de banderas republicanas, rindiendo homenaje a los republicanos españoles que sobrevivieron o murieron en Mauthausen. Sobre todo para los descendientes de aquellas personas que fueron perseguidas por defender la democracia, la justicia y la legalidad. Unos descendientes que hoy ven como una de las figuras más importantes del Estado establece un vínculo emocional con aquellos hombres y mujeres que sufrieron el infierno provocado por el odio y lo hace un monarca que heredó el trono de una familia a la que repuso en la corona el mismísimo Franco, responsable directo de aquellos hechos que llevaron a la muerte a más de 400 valencianos y 5.000 españoles (90.000 personas asesinadas en total tras ser expuestos a enfermedades inoculadas en experimentos pseudocientíficos y sometidas a torturas, agotamiento o el exterminio mediante gas). Porque Franco, aliado de Hitler, abandonó a su suerte a sus conciudadanos, entregándolos a los nazis y su holocausto.

El gesto de Felipe VI y la reina Sofía tiene un valor doble porque se enmarca en un momento de reexpansión del cainita odio en manos de la extrema derecha, que revisa la Historia para edulcorar la dictadura. Es ahora, en este contexto, en el que el monarca ha querido decirles a esos republicanos que salieron al exilio y acabaron en campos de exterminio nazis que estuvieron en el lado correcto de la Historia y que fueron asesinados por una ideología y un odio que no tienen cabida en la democracia. Ha rehabilitado la dignidad públicamente de los republicanos. Una dignidad que estaba intacta pero necesitaba (siempre, nunca son suficientes) de gestos institucionales. “Que la memoria de los crímenes aquí cometidos y el recuerdo de nuestros compatriotas permanezcan intactos para preservar su dignidad. Y para no olvidar nunca el horror. 80 años después reafirmamos nuestro compromiso colectivo y personal con la democracia y la defensa de los derechos humanos”, escribieron los Reyes en el libro de visitas del campo situado en la Alta Austria.

Personalmente me parece preciosa la foto de los reyes rodeados de banderas tricolores con la mirada de Adrián Blas al fondo. La memoria democrática que él representa (como tantos otros y otras que llevan años de lucha) fiscalizan con la mirada y el trabajo a las instituciones y los representantes públicos.

Sin embargo, como he comentado al principio, somos exigentes y en este caso consideramos que un reconocimiento riguroso del valor de la herencia democrática de los republicanos debe estar ligada a una constatación pública de la connivencia del franquismo con el nazismo. Eso se exige al Jefe del Estado ahora. Pedir disculpas y asumir la responsabilidad en nombre del Estado.

La monarquía solo puede sobrevivir en estos tiempos de exigencias democráticas si representa y abandera los valores republicanos. La derecha tiene hoy la obligación de defender la monarquía de herencia republicana que representa Felipe VI, en contra tantas veces de una extrema derecha que lo repudiará porque no concibe la reconciliación de los españoles y el reconocimiento de la legalidad republicana y su compromiso con la democracia. Mientras, la izquierda debe seguir exigiendo que la justicia se adueñe del pasado y, con ello, del presente y del futuro.

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