Opinión
¿Por qué (y a qué) ha venido Pedro Sánchez a Valencia?
El encuentro deja más en evidencia a Mazón, que no ha recibido a las asociaciones, pero sobre todo desnuda la anormalidad del momento histórico

Pedro Sánchez, con representantes de asociaciones de víctimas. / Germán Caballero
Pedro Sánchez entró en el Palau de la Generalitat al lado de la delegada del Gobierno. Les esperaba el president, Carlos Mazón, para recibirlos y acudir los tres juntos al saló de Corts, donde aguardaban desde unos minutos antes los representantes de las asociaciones de víctimas de la riada que el 29 de octubre asoló parte de la provincia de Valencia. La convocatoria surge de las instituciones dos semanas después de la catástrofe natural. Los poderes públicos han querido demostrar que su prioridad es estar al lado de las víctimas en estos momentos difíciles, al margen de colores de partidos políticos. El encuentro se ha querido que se produzca entre las paredes que simbolizan los fueros y el autogobierno valenciano. Llega después de que los principales responsables políticos hayan recorrido en distintas ocasiones los últimos días las zonas devastadas. La intensidad de las lluvias, que provocó el desbordamiento del barranco del Poyo, dejó una treintena de muertos, a pesar de que los planes de emergencia se activaron los días previos ante los avisos rojos de temporal extraordinario y se envió una alerta masiva a la población al mediodía para que se evitaran desplazamientos y se buscara resguardo en zonas altas. Las autoridades quieren ajustar todo el régimen de ayudas a las necesidades reales de las víctimas, ofrecer un funeral de Estado en recuerdo de las víctimas cuando ellas lo decidan y escuchar a los vecinos del área afectada para que las nuevas infraestructuras y la nueva ordenación del territorio prevengan futuras barrancadas.
Si han llegado hasta aquí, todo lo leído es ficción. Es la peor noticia falsa, porque es la noticia que hubiera debido ser. Y no ha sido.
Pedro Sánchez, en efecto, aterrizó hoy en Valencia para reunirse con las asociaciones de víctimas, pero lo hizo en la Delegación del Gobierno, no en la Generalitat. Lo hizo casi siete meses después de la mortal dana. Lo hizo en solitario, sin el máximo representante de los valencianos, con quien no hay contacto casi desde entonces y que estaba no tan lejos, a escasos 550 metros esta mañana, en un acto con empresarios para cargar las tintas, un día más, contra el Gobierno. Lo hizo sin que haya pisado la zona cero desde el 3 de noviembre, tras los altercados sucedidos en Paiporta, que son una imagen de todo este episodio (la visita de hoy, sin avisar, a una empresa de Riba-roja merece otra categoría). Lo hizo después de que las asociaciones fueran recibidas por las instituciones europeas, porque incluso aquellas llegaron antes. Tarde, pero antes, que ya dice mucho. Fue allí, en Bruselas, donde las entidades manifestaron que estaría bien que el presidente del Gobierno las escuchara. Y eso ha venido a hacer, en un encuentro que deja más en evidencia a Mazón, pero que sobre todo desnuda la anormalidad del momento histórico, que tiene un origen cada vez más claro tras meses de instrucción judicial: la gestión por la Generalitat de la emergencia del día D, rodeada de agujeros de difícil justificación, desde la tardanza en convocar al centro de coordinación de emergencias a la larga comida del president mientras la tragedia se desbocaba. Un momento histórico que, tras una ayuda que tardó en activarse, ha derivado en un crudo enfrentamiento de relatos y ha llevado a una doble victimización de los afectados, que han de pelear por un reconocimiento y una atención que deberían haber venido de suyo y que incluso se han visto señaladas, con acusaciones de politización.
Sánchez ha hecho lo que tenía que hacer. Antes que otros, aunque tarde. Le sirve para subrayar (aún más) lo que otros (Mazón) no han hecho. Le sirve para abrir un punto de fuga en un complejo contexto estatal, con varios frentes judiciales erosionando al Gobierno y los datos buenos de la macroeconomía. Le sirve para marcar Valencia como espacio sensible, estratégico, y señalar allí donde su rival, Alberto Núñez Feijóo, tiene un serio problema político.
Al margen de estrategia política, lo de hoy es una deuda saldada, en fin. Una normalización de lo que debió hacerse mejor. Algo es. A los valencianos, no obstante, les hubiera servido más aún un compromiso de una mejor coordinación con la Generalitat. Y también, ya que estaba aquí, saber algo sobre qué pasa con el dinero para paliar la infrafinanciación cuya ausencia sufren en esta hora los proveedores. Y tener alguna palabra del presidente sobre la necesaria mejora de la financiación de los valencianos. O si la injusticia estructural se va a perpetuar y tenemos que grabarnos en la piel esta condición de parias.
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