Opinión
La participación juvenil, clave para la reconstrucción tras la dana
También de la solidaridad, de la ayuda, de su labor en las tareas de limpieza. Pero no teníamos datos sobre cómo había afectado a la educación, el bienestar emocional o la vida cotidiana de quienes han sufrido esta emergencia con 13, 16 o 20 años

Un joven subido sobre una pila de coches arrastrados por la riada en una calle de Sedaví, el día después de la dana. / J.M. López
Hasta ahora, no sabíamos con precisión cómo había afectado una catástrofe como la dana a los y las adolescentes de la Comunitat Valenciana. Sabíamos del barro, de las viviendas arrasadas, de los centros escolares cerrados. También de la solidaridad, de la ayuda, de su labor en las tareas de limpieza. Pero no teníamos datos sobre cómo había afectado a la educación, el bienestar emocional o la vida cotidiana de quienes han sufrido esta emergencia con 13, 16 o 20 años. No se habían recogido y analizado sus experiencias.
En Plan International consideramos fundamental estudiar el impacto de las situaciones de crisis y emergencias en la adolescencia —muchas veces olvidada o silenciada en estos contextos— y preguntarles directamente: ¿cómo os afectó?, ¿qué sentisteis?, ¿qué necesitáis para salir adelante? El resultado es el informe “Adolescentes en crisis: impactos de la dana”, una investigación pionera que recoge las experiencias de más de 270 chicos y chicas de varios municipios de l’Horta Sud, la zona cero del desastre.
Lo que nos han contado es tan doloroso como revelador. Casi todos y todas vieron afectados sus centros de estudios. Más de la mitad estuvieron fuera de sus aulas durante al menos un mes. Un 58 % tuvo problemas para seguir las clases online. Un tercio señala que su rendimiento académico ha empeorado de forma significativa, con muchas dificultades para concentrarse, sobre todo entre las jóvenes de entre 17 y 21 años.
Pero la dana no solo alteró su educación. Afectó a sus hogares, a las rutinas, a su bienestar emocional. Un 37 % reconoce que la emergencia le ha pasado factura psicológica. El 20 % se siente muy vulnerable ante la posibilidad de que algo así vuelva a ocurrir; entre las chicas, esa cifra sube al 30 %.
Y aun así, han estado ahí. Desde el primer día. Dos de cada tres participaron en las tareas de limpieza y ayuda comunitaria tras las inundaciones. Mientras aún se retiraba el lodo, mientras se buscaban soluciones para seguir con las clases, los y las adolescentes se organizaron para limpiar, para cuidar, para reconstruir.
Lo más alarmante es que, pese a esa implicación, casi la mitad siente que no está siendo escuchada en las decisiones sobre la recuperación. Tres de cada cinco ni siquiera conocen qué se está haciendo en sus municipios. Además, la mayoría desconoce los recursos institucionales disponibles para su salud mental o su educación.
Esta falta de información y participación tiene consecuencias. No solo porque agrava la vulnerabilidad de quienes ya venían arrastrando desigualdades, sino porque supone una pérdida de talento, energía y liderazgo que nuestras comunidades no pueden permitirse ignorar.
Desde Plan International hemos puesto en marcha el programa #PlanPorValencia para acompañar a estos adolescentes en su recuperación emocional, educativa y comunitaria. A través de talleres de educación climática, liderazgo juvenil, actividades artísticas y espacios seguros de ocio y apoyo psicosocial, queremos reforzar su resiliencia y garantizar que forman parte activa de la reconstrucción.
Esta respuesta local se suma a nuestro trabajo global ante los impactos del cambio climático, una de las mayores amenazas a los derechos de la infancia y la juventud en el mundo. Hoy, casi 1.000 millones de niños, niñas y adolescentes viven en países con riesgo extremo por los efectos de la crisis climática. En Plan International trabajamos con ellos y ellas para reducir riesgos, adaptarse, participar en las decisiones que les afectan y liderarsoluciones transformadoras. Porque sabemos que la crisis climática también es una crisis de justicia intergeneracional y de género.
Seis meses después de la dana, no puede bastar con reconstruir calles, colegios o redes de saneamiento. Es el momento de reconstruir también el vínculo entre los y las adolescentes, y con sus comunidades, de reconocer su papel como agentes de cambio y no solo como población afectada. Escuchar sus experiencias, atender sus necesidades y contar con sus propuestas ya no es una opción: es una obligación si queremos reconstruir mejor y reconstruir con mirada de juventud, que es una mirada a un futuro más igualitario.
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