Opinión

València

Divulga, que algo (o nada) queda

Carl Sagan

Carl Sagan / Levante-EMV

La Difusión y Divulgación Científica (DDC) es, también, un tema de investigación en sí. Una especialidad universitaria que analiza los modos y técnicas para conseguir una mejor distribución y comprensión de los resultados de las investigaciones de las ciencias naturales y humanísticas, y no sería de extrañar que se convirtiera en un área de conocimiento con las subsiguientes revistas. El objetivo es que un público mayoritario no especialista entienda los resultados de los investigadores y pueda acceder al mismo con un lenguaje asequible y metáforas clarificadoras. Ello supone extender la ciencia a una inmensa mayoría que, en teoría, aumenta el nivel cultural de una sociedad y ayuda a la convivencia democrática. Carl Sagan, un divulgador científico reconocido, decía con ironía que es bueno que se difundan los conocimientos científicos porque eso sirve para que el público acepte y presione a fin de aumentar los presupuestos de investigación. Desde la Enciclopedia de los ilustrados franceses del siglo XVIII hasta la actualidad el interés por divulgar todo tipo de conocimiento por los medios de comunicación se ha incrementado de manera geométrica. Es clave la formación de estos comunicadores para llegar al gran público. En la actualidad quizás existen más textos explicativos del conocimiento científico que de la propia ciencia, centrada en círculos reducidos con expresiones y vocabulario no reconocibles en el lenguaje común.

Pero no todos están de acuerdo con este propósito de la DDC porque consideran que existe una dificultad estructural para difundir y asimilar, con cierta capacidad, los temas científicos, en especial los más complejos, por mucho que se intente. Y por ello en ocasiones se banalizan los temas con la pretensión de hacerlos asequibles o expresar generalidades que son sólo retórica. Es como si dijéramos que para Einstein todo es relativo, lo que nada tiene que ver con la Teoría de la Relatividad. Incluso al periodista capacitado y especializado en los temas científicos le resulta difícil trasmitir con fidelidad los fundamentos de unas investigaciones para las que se necesita una cultura imposible de adquirir sin haber dedicado tiempo al estudio. Hasta puede resultar contraproducente divulgar conocimientos que se simplifican, porque quienes los reciben acaban creyéndose que han alcanzado el nivel adecuado para afrontar el tema. Algo parecido ocurre desde la ampulosa Ciencias de la Educación y lo que hacen algunos pedagogos al proponer cómo enseñar. Al final muchos prefieren confiar en el especialista en algo aunque no haya leído nada de pedagogía: es preferible alguien que sepa matemáticas que aquel que afirma tener técnicas para enseñarlas y poco sabe de la materia.

Es posible que haya temas sobre los que es conveniente que la mayoría de la población tenga algún conocimiento. Por ejemplo, sobre ecología, el clima, el genoma humano, los virus, la tectónica de placas, el vulcanismo, la dinámica espacial o la de los mares. También sobre las enfermedades y su remedios, lo que ocasiona disputas entre médicos y aquellos con informaciones recogidas por Internet. El divulgador señalará la importancia de inyectar un antídoto contra el tétano pero el investigador nos dirá por qué surge este. Pero además hay que distinguir la clásica división de C.P. Snow de las dos culturas, la de letras o humanísticas y las de ciencias puras. No es lo mismo divulgar teorías físicas, soluciones tecnológicas, ecuaciones matemáticas o resoluciones químicas que análisis históricos, filosóficos, económicos. sociológicos o literarios. En ocasiones los divulgadores confunden lo aprendido con sus propias opiniones y se convierten en muchos casos en teóricos de lo obvio. Si alguien señala, sin más, que es conveniente volver a los principios de la Ilustración como una manera de retomar la razón y valerse de ella para alcanzar la verdad está repitiendo, sin citarlos, lo que escribieron Juan José Sabreli o Steven Pinker. Y sí, es cierto que se necesita comunicadores formados para acceder a los resultados técnicos de las investigaciones. El buen vendedor de coche apenas sabe sobre lo que los ingenieros han creado y estos, a su vez, lo que han aprendido de la ciencia básica. 

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