Opinión
La inmigración: una condición necesaria pero no suficiente para mantener nuestro Estado del Bienestar
Frente a unas proyecciones demográficas adversas, deben tomarse medidas paliativas como la creación de incentivos a la natalidad, el retraso de la edad de jubilación en determinadas profesiones y aumentar la denominada Productividad Total de los Factores

Colas en la comisaría de extranjería de Vara de Quart, en València. / Germán Caballero
Hace unos días finalizó la XIV edición de las Jornadas sobre el Estado del Bienestar que organiza el Instituto de Economía Internacional de la Universidad de Alicante con la colaboración de las facultades de Ciencias Económicas y Derecho. En la tercera conferencia, Esther Gordo, directora de la división de Análisis Económico de la Airef, analizó los retos a los que se enfrenta nuestro Estado del Bienestar y me parece oportuno divulgar una parte de lo que expuso ya que se tiende a creer que la inmigración bastará para solventar los problemas derivados del envejecimiento demográfico.
Una población puede aumentar sin necesidad de inmigrantes si cada mujer tiene por lo menos una hija, lo que requiere que tenga como mínimo 2 hijos ya que el porcentaje de niños y niñas nacidos se acerca al 50 %. Por el contrario, si la tasa de fecundidad es inferior a 2, surgirá un problema de baja natalidad que, acompañado de una mayor esperanza de vida, desembocará en una estructura de la población con una proporción cada vez mayor de personas de más de 66 años y otra cada vez menor de población en edad de trabajar (16 a 66 años). Este envejecimiento demográfico creará desafíos como el de hacer frente a los mayores gastos del Estado en sanidad y dependencia o el de sostener las pensiones.
España fue en 2023 uno de los países del mundo con menores tasas de fecundidad -1,12 frente a 1,38 de media en la Unión Europea- y, además, goza de una elevada esperanza de vida (83,8 años). Existe, pues, un problema de envejecimiento que se ha paliado gracias a una inmigración neta positiva que ha permitido el aumento de la población hasta los 49,1 millones de habitantes y ha contribuido a que crezcan los ingresos fiscales y a que la tasa de dependencia de mayores sea de un 27 % - esto significa que hay 27 personas de más de 66 años por cada cien en edad de trabajar -.
Veamos ahora las proyecciones demográficas que Esther Gordo ofreció en su conferencia. La tasa de fecundidad aumentará durante los próximos 25 años gracias a que las mujeres inmigrantes tendrán una fecundidad mayor que las españolas, pero en 2050 se situará sólo en el 1,3 porque las extranjeras irán adoptando las pautas de las españolas.
Habrá por lo tanto un ligero aumento de la natalidad, pero la esperanza de vida en 2050 será de 87 años y no de 83,8, con lo que persistirá la tendencia al envejecimiento. Aunque menor que ahora, la inmigración neta continuará siendo positiva hasta 2050 y ello supondrá que pasemos de una población de 49,1 millones de habitantes en 2025 a otra de 52 millones en 2050. Sin embargo, y como consecuencia del envejecimiento, en 2050 la población en edad de trabajar habrá disminuido con respecto a la actual y habrá aumentado la de más de 66 años.
¿Qué sucederá pues en 2050 con la tasa de dependencia de mayores? La previsión de la Airef es ésta. Si hoy hay 27 personas mayores de 66 años por cada cien en edad de trabajar, en 2050 habrá 48. El hecho de que la tasa casi se duplique requiere preguntarse qué cantidad de inmigrantes serían necesarios para que no disminuyera la población en edad de trabajar. Una cifra a todas luces improbable: hasta 2050, más de un millón de inmigrantes netos anuales añadidos a los 288.000 previstos cada año entre 2025 y 2050.
Frente a estas proyecciones demográficas adversas y sus consecuencias (más gasto en pensiones, en sanidad, en dependencia y más deuda pública), deben tomarse medidas paliativas como la creación de incentivos a la natalidad o el retraso de la edad de jubilación en determinadas profesiones. Sin embargo, lo fundamental es que aumente la denominada Productividad Total de los Factores (PTF), es decir, la parte del crecimiento del PIB que no se debe al aumento del trabajo y del capital físico, sino a la innovación tecnológica y la calidad del capital humano- el grado de formación de los trabajadores-. Se trata, en definitiva, de que empresas y sector público incorporen paulatinamente la Economía del Conocimiento: digitalización, capital humano cualificado e inversiones en I+D+i. Ello permitirá alcanzar mayores niveles de renta por persona, mayores salarios, mayor calidad en el empleo, menores costes laborales y mayores ingresos fiscales.
Esto es lo fundamental como he dicho, pero el mantenimiento del Estado del Bienestar también requerirá de dos condiciones más. Nuestro sistema fiscal no puede ser regresivo ya que la Historia Económica y la Economía Aplicada demuestran que un aumento de la productividad no conduce necesariamente a una disminución de la desigualdad y la pobreza y los gobernantes deberán evaluar y mejorar el gasto público.
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