Opinión

València

Defensa de una Sindicatura de Comptes independiente

La fortaleza de la Generalitat depende también de la fortaleza de sus instituciones estatutarias a las que hay que proteger y cuidar

Entrega de la memoria de la Sindicatura, en diciembre de 2024.

Entrega de la memoria de la Sindicatura, en diciembre de 2024. / Levante-EMV

Hace un par de años leí el libro Por qué fracasan los países de Daron Acemoglu y James Robinson, quienes, junto a Simon Johnson, obtuvieron el año pasado el premio Nobel de Economía. Su tesis es que la prosperidad relativa de las naciones depende de la calidad de sus instituciones. Y si pensamos en las instituciones, no sólo debemos tomar en consideración a los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, sino también a todas esas instituciones complementarias que configuramos en países como el nuestro: instituciones consultivas, regulatorias o de control, cuyo correcto funcionamiento es vital para la democracia. La fortaleza de la Generalitat depende, pues, también de la fortaleza de sus instituciones estatutarias a las que hay que proteger y cuidar.

Creo que los diputados que aprobaron la ley de la Sindicatura en 1985 sentaron unas bases sólidas para el desarrollo de esta Institución y siempre se ha sido consciente del importante papel que debía jugar la Sindicatura en el entramado institucional de la Comunitat Valenciana.

Hace casi diez años, la Organización Europea de instituciones públicas de control externo (Eurorai) aprobó unas directrices para órganos regionales de control externo independientes, que se resumen en quince principios a seguir con el objeto de estar en las mejores condiciones para cumplir la misión encomendada a las instituciones de control. Más de la mitad de esos principios son relativos a la independencia de la Institución y es en algunos de ellos en los que quiero centrarme.

El primero y fundamental es el de un marco legal apropiado. Aquí debemos felicitar a las Corts Valencianes, no sólo por la primera redacción de la ley, sino por el blindaje establecido en la reforma del Estatuto de 2006, así como por la revisión del texto original aprobada en 2017. Cada paso que las Corts ha dado lo ha sido en la dirección de dotar de mayor estabilidad e independencia a la Sindicatura.

El segundo principio que cabe destacar es el de la independencia de sus directivos y órganos colegiados: la Sindicatura ha sido siempre ajena a los vaivenes políticos, no sólo porque así lo quiso el legislador al establecer mandatos largos y no correlacionados con los resultados electorales, sino por la impronta marcada por su primer Consejo. Baste repasar la hemeroteca relativa al primer informe sobre la Cuenta General de la Generalitat publicado por la Sindicatura. La ciudadanía de esta comunidad tiene una deuda de gratitud con los miembros de su primer Consejo: Manuel Girona, Vicente Montesinos y Francisco Gil, pues marcaron la impronta de independencia que el resto de los síndicos hemos procurado mantener con el tiempo.

He tenido el honor de participar en tres Consejos de la Sindicatura, dos de ellos presididos por Rafael Vicente Queralt y el tercero por Vicent Cucarella, y siempre, hasta hace un año, acompañado de Marcela Miró, excelente compañera a la que todos echamos de menos, pero tengo la fortuna de haber conocido a todos los anteriores síndicos y he de decir que, si bien cada uno de los síndicos tenemos (como cualquier persona) nuestras propias ideas acerca de cómo debe organizarse la sociedad, éstas siempre se han quedado a la puerta de la Institución cuando se trata de realizar nuestro trabajo. De hecho, todos los informes de la Sindicatura, excepto uno, han sido aprobados por unanimidad y ninguno ha recibido un voto en contra, lo que pone de manifiesto que la Sindicatura no ha sido nunca terreno para la batalla política. A todos interesa que siga siendo así.

Evidentemente, no somos infalibles, pero nuestro trabajo sólo persigue determinar la veracidad de las cuentas que se nos presentan, verificar el cumplimiento de la legalidad en la gestión y hacer recomendaciones tendentes a mejorar la eficacia, la eficiencia y la economía en la gestión de los fondos públicos, sin valorar esa gestión desde el punto de vista político.

Desde aquí mi homenaje a los síndicos ya mencionados, así como a Isidro Antuñano y José Antonio Noguera y a los secretarios de la Sindicatura, Enrique Monlleó, recientemente fallecido, María Fernanda Saiz, Robert Cortell y Lorenzo Pérez, que han sabido mantener alto el pabellón de la independencia de la Institución.

El tercer principio que quiero destacar es el de disponer de un mandato suficientemente amplio y de facultades plenamente discrecionales en cuanto a objeto, temas, concepto, tiempo y métodos de auditoría, estando libres de interferencias del poder legislativo.

La Sindicatura ha procurado siempre atender las peticiones de informes realizadas por las Corts, pero encajándolas en su plan de actuación, tal como establece la ley.

Esta es también una fortaleza de nuestra normativa, frente a otros lugares en los que el plan de actuación debe ser autorizado por el parlamento, pues allí donde eso ocurre el riesgo es doble: bloqueo en la aprobación del plan anual de actuación o su aprobación con criterios políticos y no técnicos.

Hace ya casi tres años, en un rapto de optimismo, publiqué un artículo ante la que consideraba inminente elección de los nuevos síndicos. El tiempo ha desmentido mi optimismo, pero no lo que entonces dije y que creo que vale la pena recordar, empezando por el propio prestigio de la institución: si bien es verdad que, en términos generales, la Sindicatura es respetada por los ciudadanos que conocen su papel y también por las instituciones que forman parte de la Generalitat -no en vano, las Corts le otorgaron en 2019 la alta distinción Francesc de Vinatea-, también es verdad que su prestigio es mucho mayor entre nuestros colegas del resto de Órganos de Control Externo Autonómico, ante el Tribunal de Cuentas de España e, incluso, ante el Tribunal de Cuentas Europeo. La Sindicatura, en este sentido, hace bueno el conocido refrán de que nadie es profeta en su tierra. Nuestro manual de fiscalización es referencia de muchas instituciones de control externo e interno, los auditores de la Sindicatura están participando en la formación en materia de auditoría operativa y de ciberseguridad en otros órganos de control y hemos protagonizado seminarios de formación en auditoría de sistemas tanto en el Tribunal de Cuentas de España como en el Tribunal de Cuentas Europeo.

La Sindicatura hace bueno el conocido refrán de que nadie es profeta en su tierra

Es pertinente recordar hoy que Eurostat señaló a la Sindicatura de Comptes como la única institución de control, de aquellas que intervenían en el proceso, que había advertido sobre el volumen de los gastos no contabilizados en el procedimiento abierto contra España en 2015 por manipulación de las estadísticas.

Es oportuno también tener presente que los informes no son fruto del trabajo exclusivo de los síndicos, sino una obra coral del conjunto de los trabajadores de la Sindicatura.

Y es imprescindible no perder de vista el perfil profesional de los síndicos: las Corts no tienen libertad absoluta para elegir a las personas que consideren adecuadas, ya que la ley exige una cualificación profesional concreta e impide la elección de quienes hayan ostentado cargos de representación política o de gestión de fondos públicos durante los últimos cuatro años.

En este punto, animo a los grupos parlamentarios a que se sienten a hablar para elegir a los síndicos que han de sustituir al actual Consejo de la Sindicatura, pero me van a permitir que haga unas recomendaciones, como hacemos en nuestros informes que, en este caso, son exclusivamente mías y no emitidas en mi función de síndico en la aprobación de informes.

La primera es que se sienten a hablar de la Sindicatura sin mezclar sus conversaciones con las que pudieran tener sobre otras Instituciones: los síndicos sobre los que se pongan de acuerdo serán adecuados o no en sí mismos, no en función de quien haya de ser elegido para un órgano de carácter político o como miembro de cualquier otro órgano consultivo o comisionado de las Corts. Cuando se entablan negociaciones así, en las que se habla de las instituciones estatutarias genéricamente, a los ciudadanos les queda la impresión de que se busca un “cambio de cromos”, lo cual no beneficia de ningún modo a las instituciones.

La segunda, es que hablen también de mecanismos que impidan en el futuro el bloqueo actual.

La tercera es que inicien esas conversaciones con espíritu constructivo y evitando descalificaciones hacia quienes estamos, en esta institución y en otras, con el mandato cumplido.

La cuarta, que al menos algún síndico tenga experiencia en la gestión pública, aunque no pueda ser inmediata, con el objeto de haber experimentado las dificultades que entraña la administración pública y de haberse enfrentado al laberinto que, en muchas ocasiones, supone, por ejemplo, la legislación en materia de contratos, subvenciones o gestión de personal, teniendo así una mejor perspectiva del papel del auditado.

Por último, y amparándome en la tesis doctoral de María Ángeles Abellán sobre la Sindicatura, premiada y publicada por las Corts en 2018, que valora muy positivamente el hecho de que en cada mandato se haya mantenido cierta continuidad a través de la permanencia de algún síndico, me atrevo a recomendar que no se quiebre esa tradición y lo hago con absoluto desinterés personal ya que no podría ser yo quien garantizara esa continuidad.

Los integrantes de los órganos de control tienen un deber de ingratitud hacia quienes los eligieron

Y cuando concluyan sus conversaciones y lleguen a un acuerdo sobre las personas que hayan de suceder a este Consejo de la Sindicatura en el ejercicio de sus funciones, tengan presente una idea que he encontrado atribuida en unas publicaciones a Pierre Rosanvallon y en otras a Robert Badinter, pero que a mí me descubrió un colega del Consello de Contas de Galicia, Simón Rego: los integrantes de los órganos de control tienen un deber de ingratitud hacia quienes los eligieron. Si quienes las Corts eligen cumplen con ese deber, habrán acertado, si no lo hacen, habrán errado en su elección.

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