Opinión

Unas y unos

Imagen de "Las cuatro estaciones" en Netflix.

Imagen de "Las cuatro estaciones" en Netflix.

Una serie. En “Las cuatro estaciones” (Netflix) se narra las peripecias de un grupo de parejas bastante maduritas que pasan juntos unos días en cada una de las estaciones, y sobre los que se cae el mundo cuando una de ellas se separa. Al ritmo de Vivaldi, todos los problemitas de esa edad maldita y sin fuste que son los cincuenta/sesenta son caricaturizados con un punto de cachondeo surrealista que hace que se vea bien. Si yo tuviera treinta y tantos me reiría con ganas, pero habiendo más que superado la mediana edad no me hace tanta gracia. Maldita sea, con lo que yo era…

Un libro. Aquí todo el mundo escribe libros: periodistas, divulgadores, influencers, fisioculturistas, presentadores de televisión, cocineros “mainstream”. Hasta los escritores de libros escriben de vez en cuando algún libro. Lo verdaderamente disruptivo sería que escribieran libros el jefe de contabilidad de alguna mediana empresa, una autónoma dueña de una tienda de corsetería, o el dependiente de cualquier franquicia de la calle Preciados: seguro que escriben mejor y dicen cosas más sensatas. Menos mal que entre tanta hojarasca de famosillos que quieren demostrar que saben juntar dos frases, Juanjo Millás saca el suyo (“Ese imbécil va a escribir una novela”, de Anagrama), listo para las ferias del libro que ahora empiezan en los parques de las ciudades españolas. Millás empezó a trabajar en Iberia y escribía por las noches, y así debió empezar a destripar las palabras, una por una, y a definirlas de manera diferente a lo que hacemos el resto de los mortales. Reporterista exquisito y escritor propietario de un universo único y singular, Millás ve lo que nadie ve y oye lo que nadie oye, y es capaz de escribir tres columnas deslumbrantes de cosas que no sirven para nada (cualquier frase de Feijóo, por ejemplo). Con sus gafas de sol negras y su vestimenta vaquera, a punto de cumplir los ochenta y diciendo que por aquí sigo hasta que esto dure, Millás es un imprescindible desde hace un montón de tiempo y dentro de poco retomará sus “gin tonic” al atardecer.

Un entrenador. Xavi Alonso llega al Madrid para rescatar el transatlántico blanco, embarrancado y envejecido por el peso de tanta copa de Europa. No lo tendrá fácil: la ansiedad del ecosistema madridista y la constatación del equipazo que tiene el Barça para los próximos años (aunque no hay que menospreciar la capacidad de Laporta para liarla y pifiarla a lo grande) hace que la tarea sea algo dificililla. Aunque Alonso sabe mirar en largo: con un toque y gusto por el balón que no tenía su padre (peléon y corredor como ninguno en la Real Sociedad y el Barça de los ochenta) el ex de La Real, el Liverpool, el Madrid y el Bayern de Munich ha sido el mejor pasador en largo que ha tenido el fútbol español. A regatear todo el mundo aprende, pero si hablamos de poner balones al pie a cuarenta metros de distancia el cerco se estrecha. Yo una vez intenté hacer eso en el campo de futbito de mi urbanización y acabé con una denuncia de los vecinos del cuarto y del quinto por romperles varias ventanas (es que le pegué con mucho efecto). Yo está claro que no, pero tú puedes, Xavi.

Una periodista. La capacidad de los bajos fondos de la política española para crear personajes extraños y descacharrantes es inacabable. Koldo (que parece salido de un tebeo de Mortadelo y Filemón), Villarejo (otro que tal, que podría ser colega de Rompetechos), o el pequeño Nicolás (amiguito de Zipi y Zape), parecen todos destinados a hacer un homenaje a Ibáñez, ese entomólogo del alma de toro española. Eso sin descender a tipos con un pedigrí más alto, como Roldán, Bárcenas, Jesús Gil, Ruiz Mateos. Leire Díaz es del primer grupo, y parece una de las vecinas de la Rue del Percebe. Es un personaje de cómic que parece que sabe moverse entre las alcantarillas, pero ella dice que es periodista de investigación. Es que este país es fantástico, no me digan.

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