Opinión

Campaña por el cierre de los CIE y el fin de las deportaciones

Imagina un lugar llamado CIE

Imagina también, lector, que dentro de los CIE las personas están encerradas en celdas, que no pueden elegir cuándo ducharse, cuándo afeitarse, cuándo lavarse los dientes. Que se les raciona el agua.

Protesta frente al CIE de València.

Protesta frente al CIE de València. / Levante-EMV

Imagina, lector, un país con el gobierno más progresista del universo. Un país en el que existen CIE (Centro de Internamiento para Extranjeros) en los que personas son aprisionadas durante dos meses. Si eso sucediese, ese país estaría vulnerando ese precioso artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que dice: “Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado”. En ese artículo no hay peros, ni condiciones, ni excepciones.

Imagina también, lectora, que dentro de esos CIE las personas están encerradas en celdas, que no pueden elegir cuándo ducharse, cuándo afeitarse, cuándo lavarse los dientes. Que se les raciona el agua, que se les sirve comida fría, en mal estado. Que por todo entretenimiento tienen un mísero balón.

Ahora imagina la siguiente escena: una tarde de domingo cualquiera, los internos están viendo en la televisión un partido de fútbol. En el descanso, el policía nacional que está como jefe de turno decide que ya han tenido bastante entretenimiento y les manda a las celdas. Porque sí, porque lo dice él. Y punto. Explota el sentimiento de injusticia. Se abuchea. Los internos marchan haciendo patente su inconformidad. Esa actitud no puede ser tolerada. Entran los antimotines (en el castellano peninsular “antidisturbios”) a la zona de las celdas. Lanzan por el suelo ropa, pertenencias, comida. ¿Qué buscan? Puedes imaginar lector, si quieres, que buscan dejar claro quién manda. Imponer su autoridad.

Al día siguiente los internos se organizan: redactan una queja al director del CIE. La firman veinte de ellos. Se lamentan, además, de la mala calidad de la comida. Se declaran en huelga de hambre. Sube la tensión. Por la noche un interno acaba herido. Existen tres explicaciones posibles: la autolesión, la agresión de otro interno o la agresión de un policía nacional. Tendrás, lectora, que imaginar cuál de las tres opciones podría ser la correcta. Antes de escoger, ten en cuenta que en este CIE que estamos imaginando exiten “puntos ciegos”: lugares en los que no hay cámaras que puedan grabar lo que sucede.

Sigamos con nuestra historia imaginaria: cinco internos se despiertan a la mañana siguiente con la noticia de que serán deportados a sus países de origen. Esos vuelos nunca llegarán a producirse. ¿Qué buscan? Puedes imaginar lector, si quieres, que buscan amedrentar, desorientar, atormentar.

Pasan los días. Empiezan rumores de un vuelo masivo (en el castellano peninsular “macrovuelo”). Nunca llega a producirse en la fecha señalada. Tensión, nervios, desvelos. Aparecen por redes vídeos de antimotines en el CIE, hay cacheos sistemáticos, se restringe el uso del móvil. También se anula el acceso al patio por las tardes. Siempre puede reducirse más la libertad. En las paredes de la ciudad aparecen pintadas: “En el CIE se pega”. Un día más tarde, un medio on-line colombiano da cuenta de lo que está sucediendo en el CIE.

Se acerca el final del mes y una protesta ciudadana se concentra a las puertas del CIE exigiendo su cierre, como todos los últimos martes de mes. ¿Qué buscan? Lo más básico y elemental: que las personas sean tratadas como personas. Que se respete su dignidad. Y gritan: “¡Ningún ser humano es ilegal!” Ilegales deberían ser los CIE. Si existiesen, claro.

Ojalá todo esto que te cuento, lector, lectora, sean solo imaginaciones mías. Y del Defensor del Pueblo.

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