Opinión | Tribuna
Los premios a las científicas nos mejoran como sociedad

Proclamación de los 7 ganadores de la edición 2025 en el Saló de Corts del Palau de la Generalitat. / J. M. López
El año pasado, con un cierto disgusto, publiqué otro artículo en este medio para lamentar que los Premios Jaume I sólo se hubieran otorgado a hombres: siete galardones, siete hombres. Hoy, me parece justo volver al teclado para aplaudir el que los jurados hayan reconocido a cuatro científicas entre los siete premios de este año 2025. Creo que hay que felicitar, por supuesto a las siete personas galardonadas, y a quienes con su dinero apoyan los premios, pero sirvan estas letras para reconocer, en especial, al procedimiento en su conjunto porque reconocer la valía de las mujeres científicas es algo que nos revaloriza como sociedad.
¿Por qué? ¿Cómo es esto? Muy sencillo. En primer lugar, porque es lo normal -aunque no sea la norma. Es lo normal porque desde hace décadas las chicas tienen niveles de rendimiento y de éxito igual o superior al de los chicos en toda la trayectoria educativa. Desde la educación infantil al doctorado. Por lo tanto, lo normal sería que aquellas que se convierten en científicas alcancen unos logros similares a los de sus compañeros y, consecuentemente, reciban una proporción de premios u otros reconocimientos similares a ellos. En segundo lugar, la sociedad se beneficia de la reducción de desigualdades. Una sociedad más igualitaria (no sólo entre mujeres y hombres, por supuesto) es una sociedad que ofrece más oportunidades a todas las personas, de manera que la mayoría de la población pueda beneficiarse de los recursos existentes.
En tercer lugar, vivimos, y al parecer hemos vivido siempre, en sociedades de supremacía masculina, por ello todavía quedan muchos rasgos, muchas trazas de un pasado en el que las mujeres eran legal y socialmente consideradas como inferiores. Esa concepción de inferioridad de las mujeres es lo que todavía hoy lleva a algunos hombres (afortunadamente, cada vez menos) a considerar que las mujeres son suyas y pueden humillarlas, insultarlas o incluso asesinarlas. Por eso, si la ciencia (que goza de gran reconocimiento en nuestro país) iguala públicamente a mujeres y hombres y lo hace con premios tan prestigiosos como el Jaume I, no sólo premia: está mandando una señal a la población de que las mujeres y los hombres de ciencia, indistintamente, piensan y se esfuerzan en crear y desarrollar teorías, técnicas, artefactos, etc. que aumentan nuestro bienestar. Difundir esa imagen modélica y paritaria de las científicas es un bálsamo para los daños que produce la desigualdad. En cuarto y último lugar, para no extenderme en esta nota, galardonar a las científicas amplía el imaginario de posibilidades de niñas y mujeres en edad formativa: les muestra que es normal que alcancen grandes éxitos. Y así, no sólo las niñas aprenden el modelo; evidenciar que el éxito femenino es reconocido por la ciencia anima a las familias a apoyar a sus hijas, si estas muestran vocaciones científicas.
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