Opinión
David contra Goliat: el coraje del denunciante de corrupción

Toma de posesión de Eduardo Beut como director de la Agència Valenciana Antifraude en las Corts Valencianes. / Miguel Angel Montesinos
En la leyenda original, David, un joven pastor, se enfrenta con el gigante Goliat y lo vence con la ayuda de Dios y de una piedra que lanza con su honda en la frente del gigante.
Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a la presentación del libro Análisis criminológico del denunciante de corrupción: con especial referencia a la Comunidad Valenciana, en la prestigiosa librería y editorial Tirant lo Blanch. No se trataba de una publicación cualquiera, no. La autora, Cristina Fernández González, profesora universitaria, compartía el resultado de años de investigación, entrevistas con denunciantes, experiencias compartidas y, sobre todo, un firme compromiso con visibilizar la incomodidad de la corrupción y el coraje silenciado de quienes se atreven a denunciarla. Era algo similar a la leyenda de David contra Goliat, salvo que en estos casos, es Goliat quien vence , en muchas ocasiones a David.
Desde una perspectiva criminológica —menos común que el enfoque jurídico habitual—, la obra se adentra en los hechos, los contextos sociales, las motivaciones individuales y las estructuras institucionales que pueden tanto silenciar como otorgar, en cierta medida, la protección necesaria. En el centro del análisis se encuentra una figura tan clave como incomprendida: la del denunciante de corrupción, ese funcionario público que se atreve a romper el silencio institucional y decide denunciar.
El libro va desmontando el estigma histórico que pesa sobre quienes informan desde dentro: desde la traición de Judas hasta la omertà de la mafia, la cultura popular y los mecanismos de socialización que han castigado tradicionalmente a quienes “hablan de más”. Concretamente, en Europa, tenemos una tradición de instrumentalización hacia los denunciantes, tanto en la Gestapo, como en los esbirros de Mussolini, y hasta llegar a nuestro caso, a través de las denuncias anónimas a los contrarios al régimen. De hecho, la transición del “chivato” al “denunciante” no es solo semántica, sino también cultural, normativa y profundamente política.
La autora se plantea preguntas fundamentales como: ¿qué impulsa a una persona a denunciar, aun sabiendo que puede enfrentarse a aislamiento profesional, desgaste psicológico o represalias personales y económicas? ¿Qué estructuras institucionales facilitan o dificultan esa decisión?
En este sentido, la Comunidad Valenciana se presenta como un caso privilegiado de estudio. Casos emblemáticos como la rama valenciana del caso Gürtel o el caso Blasco, junto con la creación de la Agencia Valenciana Antifraude (AVAF), permitieron la autora analizar un modelo de protección pionero, aunque no exento de tensiones y limitaciones. La autora estuvo acompañada en la presentación de la presencia imprescindible de Joan Llinares, al frente durante años de la AVAF y referencia nacional e internacional en la prevención, investigación y protección frente a la corrupción. Fue Llinares el artífice del Comité de Ética, un órgano consultivo e independiente que ofrecía un espacio seguro a los empleados públicos para plantear inquietudes éticas o denunciar irregularidades, disuelto años más tarde por la nueva dirección, y eliminando así uno de los mecanismos clave para salvaguardar la ética institucional.
Entre los factores inhibidores de la denuncia de corrupción la autora identifica el miedo a represalias, la falta de formación, la ausencia de protección real y un entorno laboral hostil. En cambio, el compromiso ético personal, el sentido del deber público y el apoyo institucional emergieron como facilitadores.
Cristina Fernández defiende que la criminología no debe centrarse solo en los “delincuentes tradicionales”, sino también en quienes, en contextos de corrupción sistémica, actúan como agentes de resistencia. El denunciante, como actor clave del control informal del delito, merece protección integral y un análisis riguroso de las necesidades. No basta con crear agencias independientes si no se desmonta la cultura del silencio, se elimina el estigma del denunciante y se forma a los funcionarios en esta figura clave de la democracia.
El libro, un manual de referencia para aquellas personas interesadas en el tema, está dedicado a quienes fueron silenciados por hablar. Personas que, en la Comunitat Valenciana y en toda España, siguen sufriendo las consecuencias de su decisión ética. A ellas, la autora expresa su gratitud más profunda, por lo que esta presentación, con invitados ilustres, no solo se trató de un acto académico, sino un compromiso político y ético en el que los propios denunciantes manifestaron que no son héroes, sino guardianes de los bienes , personas con claros y definidos valores y firmes defensores del servicio público.
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