Opinión | TRES EN LÍNEA
Matar recibiendo
Torró tiene ante sí un desafío formidable: que el PSOE no se desintegre, no pase por lo que han pasado los partidos socialistas francés, italiano, portugués…, si Sánchez, que les llevó al poder, les conduce ahora a la ruina

Rebeca Torró en el Comité Federal del PSOE junto a Pedro Sánchez / EFE
Llama la atención la limitada influencia que los socialistas de la Comunitat Valenciana han tenido siempre que el PSOE ha desempeñado el Gobierno central y el relevante papel que, sin embargo, el PSPV ha tenido históricamente en los órganos federales de dirección del partido. En medio de una crisis tan grave que por primera vez pone en peligro la supervivencia de una fuerza política más que centenaria y sistémica, Sánchez ha nombrado secretaria de Organización, la clave de bóveda sobre la que todo el edificio del partido se sustenta, el agujero negro que ahora explica la profundidad de la quiebra que vive el PSOE, a la valenciana Rebeca Torró. Pero antes que ella, González puso ahí a Ciprià Císcar, Zapatero a Leire Pajín y el propio Sánchez a Ábalos. La federación socialista valenciana no pinta mucho en las decisiones de Gobierno, pero desde luego ninguna como ella ha tenido tanta presencia en la sala de máquinas del PSOE. Es la federación bombero, aunque en una ocasión, digo de Ábalos, el bombero haya resultado un pirómano.
Torró tiene ante sí un desafío formidable: que el PSOE no se desintegre, no pase por lo que han pasado los partidos socialistas francés, italiano, portugués…, si Sánchez, que les llevó al poder, les conduce ahora a la ruina. Para eso, tendrá que ser capaz de mantener autonomía incluso frente al secretario general que le ha nombrado. Porque el PSOE necesita un reseteo integral para seguir siendo, desde el Gobierno o la oposición, un instrumento útil para los ciudadanos. Y para eso, tiene que volver a ser un partido deliberativo, y no un rebaño dispuesto a precipitarse ciegamente al vacío si su líder así lo impone.
Es una tarea ardua. Aún no había empezado este sábado el comité federal y ya había tenido que renunciar al puesto Paco Salazar, al que Sánchez había colocado como comisario de Moncloa en esa secretaría de Organización que le ha entregado a Torró, por la rebelión de un grupo de mujeres del partido que denunciaron la tendencia acosadora del tal Salazar. O sea, que Sánchez sigue escogiendo mal y demostrando que, en el mejor de los supuestos, no se entera de lo que pasa a su alrededor, porque el presunto acosador llevaba con él desde el inicio de los tiempos. También, como era de prever, sale damnificado el ilicitano Alejandro Soler, que paga su cercanía a Santos Cerdán perdiendo la todopoderosa secretaría de Acción Municipal, la que hace y deshace las candidaturas a los ayuntamientos. Soler todavía puede dar gracias, porque aunque sea como actor secundario al menos continúa en la ejecutiva. Pero su defenestración no traslada un mensaje auténtico de regeneración, porque si él estaba ahí por Cerdán, el que ha puesto Sánchez para sustituirle aún era más compadre del nuevo vecino de Soto del Real. Y también está ahí para controlar el partido según los intereses de Sánchez, por muy loables propósitos que pueda tener la nueva secretaria de Organización.
Así que con este panorama tan envenenado la primera obligación de Rebeca Torró va a ser demostrar con los hechos que, al menos en su caso, la elección ha sido correcta. Y que es capaz de zafarse del abrazo del oso que el propio Sánchez le ha querido hacer, rodeándola de matarifes para someterla a un régimen de libertad vigilada.
En tauromaquia, uno de los lances más arriesgados es el de matar recibiendo. El torero no busca al toro, sino que espera impasible que le embista, con el peligro de que el animal ataque por donde el matador no había previsto. Sánchez está en eso, pero con una diferencia que hace la situación aún más explosiva: y es que el toro se arrancó a por él sin que estuviera preparado y ahora le ve venir, presa de los nervios, sin saber muy bien cómo colocarse para acertar con la estocada antes de que la cornada lo mate a él. El señor de los tiempos, el que se amotinó contra todo el aparato del partido y ganó; el que se atrevió a presentar una moción de censura y ganó; el que convocó a las urnas al día siguiente de perder unas elecciones y ganó; el dueño del relato, digo, lo ha perdido y ahora sólo está improvisando. Y, además, sin poder afirmar los pies sobre el suelo para afrontar la acometida. El morlaco que se le viene es una derecha y una ultraderecha que están pasito a pasito limando sus diferencias en aras a hacerse con el poder. Mientras que la cuadrilla con la que tiene que faenar el PSOE no puede estar más desnortada: no hay día que en Sumar no haya una baja, ni jornada en la que Podemos, en la más clásica ortodoxia comunista, no apuñale al PSOE porque su escenario ideal es que el PSOE desaparezca para quedarse ellos solos “peleando” contra un gobierno cuanto más autoritario mejor. El sarcasmo es que si ese gobierno llegara, habría sido Podemos su más fiel embajador.

Simpatizantes del PSOE muestran su apoyo a Pedro Sánchez en Ferraz / José Luis Roca
Es muy difícil que el PSOE escape de esta. Ni siquiera tiene el daño perimetrado: ¿cuánto queda por conocerse de lo que fueron acumulando Santos Cerdán, Ábalos y Koldo? ¿A cuántos contaminaron? ¿No ven los socialistas que a la Fiscalía ese trío de la bencina le ha regalado la mejor aplicación práctica posible del dilema del prisionero y que todos, al final, acabarán arremetiendo los unos contra los otros, llevándose por delante lo que sea preciso? ¿No están alarmados en La Moncloa y en Ferraz al ver que Ábalos ha empezado a señalar ministros mientras Cerdán ha confiado su defensa a los antisistemas y los independentistas? ¿Alguien cree que de ahí va a salir algo que no sea un desastre?
Frente a esa situación agónica, hay un eje que empieza a vislumbrarse. El eje mediterráneo. Torró es una política que ha crecido a la sombra de Ximo Puig. Como la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, los secretarios de Estado Arcadi España y Lydia del Canto o la propia ministra Diana Morant. ¿Estoy diciendo con esto que es Puig quien más influye en estos momentos en el PSOE? Para nada. Pero en este escenario extremo su magnífica relación con quien de verdad atesora el poder, que es el president de la Generalitat catalana, Salvador Illa, hace que Puig pueda orientar decisiones por persona interpuesta. Y en una tesitura en la que el PSOE se juega su pervivencia, ese eje PSC-PSPV no deja de ser una tabla de salvación para sobrevivir al naufragio.
El problema puede ser de acumulación. Es evidente que el PSOE cada vez está más convencido de que buena parte de su futuro se lo juega en la Comunitat Valenciana, donde pueden “bailar” entre tres y cinco escaños en unas elecciones generales. Así que de golpe tiene aquí a una ministra, además de a una secretaria de Organización y una secretaria de Igualdad, dos de los puestos más importantes del partido. El problema es que van con el pie cambiado: de las tres (Diana Morant, Pilar Bernabé y Rebeca Torró) es precisamente la que menos empuje tiene la que dirige la federación y ha sido señalada como candidata a la Generalitat. Serán amigas, como ellas mismas se empeñan todos los días en resaltar. Pero el PSPV parece cada vez más una pista de autos de choque.
Al PP no le preocupaba hasta aquí Morant, sino Bernabé. Y ahora tiene otra inquietud: Torró. Sólo hay que ver la virulencia con la que los populares han reaccionado a su nombramiento. Porque resulta que, aunque sea a trancas y barrancas, los socialistas tienen aquí tres lideresas posibles, mientras el PP está en situación de sede vacante.
Feijóo ha hecho este fin de semana, más que un congreso, unos ejercicios espirituales. Es lo que tocaba. Pero sigue teniendo el flanco abierto de la Comunitat. El Palau se ha alegrado del nombramiento del bulldog Tellado como secretario general del partido. Y es lógico. Tellado es el dirigente popular que más ha apoyado a Mazón desde la DANA. Pero que no se equivoquen: no lo ha hecho por convicción, sino porque esa era la orden que tenía. Ahora que es secretario general, Tellado no tiene otra misión que conseguir que Mazón renuncie voluntariamente a presentarse a la reelección. Como nos enseñó Blade Runner, a eso no le llamarán ejecución: le llamarán retiro.
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