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Opinión

El síndrome abortista del PP

Una mujer camina con una pancarta en favor del aborto.

Una mujer camina con una pancarta en favor del aborto. / EL PERIÓDICO

El PP ha vuelto a enredarse con el derecho de las mujeres a la interrupción voluntaria del embarazo. Esta vez, los artífices del despropósito han sido los populares madrileños al apoyar una iniciativa de la ultraderecha para ‘informar’ a quien aborta de los riesgos de un “síndrome post-aborto”, un trastorno sin base científica que no reconoce ni la OMS ni ningún manual médico de referencia. La polémica ha forzado a los de Almeida a una tímida rectificación, pero el episodio evidencia el eterno conflicto del PP con la libertad de las mujeres para gestionar su maternidad. Porque aquí, originales, no son. De intentos de tutelar y amedrentar a las mujeres por parte de la derecha va sobrada la hemeroteca.

En la Comunitat Valenciana, allá por 2009 y bajo el gobierno de Camps, el PP ya ideó la “ley de protección a la maternidad”, empeñada en convencer e influir en las embarazadas sobre los supuestos beneficios de la maternidad. Aquella norma, impulsada por Juan Cotino, referente del ala cristiana del PP, vio la luz cuando Vox estaba aún larvado dentro del PP y no existía como partido independiente, pero el trasfondo era el mismo: condicionar a las mujeres más vulnerables, especialmente, a quienes no tienen recursos ni apoyos y más daño puede hacer cualquier intento de supervisión. Lo cierto es que, aunque el derecho al aborto en España no es fundamental constitucionalmente hablando, sí es esencial para la autonomía personal. Porque un embarazo no deseado, bajo presión y moralina, puede tornarse en verdadera condena.

Con todo, sí hay algo novedoso en el texto madrileño que señala al feminismo como la ideología que “sustenta y promociona” el “gran negocio del aborto”. Conviene recordar que la ley Cotino, ya derogada, sí sirvió para subvencionar a entidades ultraconservadoras y antiabortistas y que el único negocio relacionado con el aborto aparece cuando las administraciones públicas no garantizan la sanidad pública y obliga a las mujeres a recurrir a clínicas privadas.

Si el PP quiere ese modelo, no tiene más que decirlo abiertamente, como hiciera en su día Alberto Ruiz Gallardón con su fallida reforma de la ley del aborto en 2014. Porque, si de traumas hablamos (que le pregunten al ex ministro), ahí está el “tren de la libertad” y la fuerza del movimiento feminista. Cuidado con reabrir heridas porque la reacción puede ser mucho mayor que la provocación.

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