Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | La plaza y el palacio

Profesor de Derecho Constitucional de la UA y Ex Conseller de la Generalitat Valenciana

9 d’Octubre: Enfadados y aburridos

València devuelve la Real Senyera al Museo Histórico Municipal

València devuelve la Real Senyera al Museo Histórico Municipal / Miguel Angel Montesinos

El 9 d’octubre –así se dice, en preclaro valenciano-, es el Día de la Comunidad Valenciana, o Diada Nacional del País Valenciano, que a mí me da lo mismo desde hace años. Se celebra la reconquista de Jaume I, que se la arrebató a los valencianos anteriores, unos señores antes llamados moros, en 1238. A parecer las tropas catalano-aragonesas habían entrado unos días antes y lo que se conmemora es la primera misa en la reconvertida mezquita, aupada a catedral. Al parecer, todo al parecer. Y no digo yo que no haya argumentos de peso y evidencias históricas, pero la cosa es que al pueblo –el poble, lo poble- los matices no importan si nos metemos en materia festiva. Y es el caso que el 9 d’octubre se celebró desde muy pronto y, pese a épocas de silencio, ha sido una constante. Eso hace de esta fiesta de contenido esencialmente cívico –con sus gotas de religiosidad, que antaño era cosa inseparable- una de las más antiguas de Europa. Eso mismo es lo que podríamos celebrar.

Pero no. La idiosincrasia del poble, de lo poble- le lleva a aprovechar la conmemoración para golpearse mutuamente. Sólo que yo no creo en íntimas peculiaridades de este tipo, sino en juegos bien planeados. En la Procesión Cívica, uno de los actos de barbarie y estupidez más grande que los siglos vieron, es muy bonito ver la nostra senyera bajar tiesa para no inclinarse ante nadie y una vez en tierra, en brazos de autoridad, poner en marcha un mecanismo por el cual durante un kilómetro, más o menos, una banda de energúmenos se dedican a insultar a políticos democráticos. Ejemplar. Democráticos pero mayormente de izquierdas, que aquello apareció con esplendor en la Transición, para hacerla difícil, cuando la UCD, periodistas desaprensivos y algún culturita analfabeto y blavero, decidieron que eso del insulto –y la bofetada, si los guardias no andan prestos- era el mejor antídoto para la democracia y la autonomía. Cuando fui Conseller me ponía con el General de la Guardia Civil y el Jefe Superior de Policía y, si era posible, con algún Teniente General, manifestándoles sinceramente que me acogía a su protección –al fin y al cabo nadie espera que un Conseller de Transparència de izquierdas fuera muy valiente-. La sangre nunca llegó al río. Pero qué asco de facherío.

Pues a esto se enfrentaba Mazón este año. No a esto, que supongo que la mayoría de los patriotas violentos deben estar próximos a Vox, que, como es sabido, Mazón los tiene contratados de guardaespaldas presupuestarios y salvavidas de sus desdichas. Pero es que este año había más gente caliente que nunca. Ese kilómetro del Ayuntamiento al Parterre iba a ser un calvario para todos, pero seguramente más para el Presi. Pero como Dios escribe con renglones torcidos y la aemet no se equivoca, una dana, o algo parecido, salvó a Mazón, que esta vez avisó, mucho. La Real Senyera descansó, la alcaldesa, más, y los devotos de las cachiporras se irían a otros sitios a descargar su amor a la patria. Y Mazón debió llorar de placer, secándose con tradicional mocaor de Sant Dioníx. Ya se había suspendido el acto de entrega de Distinciones, que este año, en vorágine de ridículos, se había extendido hasta el infinito. “¡Tó er mundo es bó! ¡Vixca!”, que cantan Mazón y Rovira cuando ensayan su neollengua valenciana de sólo el pueblo habla como el pueblo. Por primera vez me ha dado envidia no estar entre los galardonados. ¡Somos tan pocos los que quedamos fuera! Me consuela que a Juan Ramón Gil y a la jueza de la dana tampoco se les ha tenido en cuenta. Ni a Netanyahu, tan amigo de los trasvases.

Pero, para consuelo de unos y otros, hemos tenido semana de encuestas y entrevistas, que es buen alivio de luto. En la gran entrevista a Mazón se revela que Mazón aún existe, sobre lo que había dudas crecientes. Pero su reino –o País o Comunidad o Rechió o Reixno- no es de este mundo. Leo atentamente la larga conversación y descubro que hay una opción: o miente en un 90% de respuestas o se ha ido a una realidad alternativa en un 100%. Dejemos de lado otras consideraciones morales y políticos. Esto va de desdecir afirmaciones demostradas, de echar la culpa a otros, hasta de lo que no pueden serlo, de retorcer el tiempo como si fuera Nobel de Física, de masacrar la geografía y de hablar de sus acciones como si se conociera de oídas. Y cada vez más machista: al usar como argumento redundante que los ataques que recibe son machistas porque, al parecer, dan por supuesto que la sobremesa más larga del mundo lo fue porque estaba con una periodista, lo único que hace es escudarse en esa periodista, omitir otros argumentos, refugiarse en el silencio de los corderos, aunque, supongo, con mejor comida. Habla como Clark Gable en “Lo que el ventorro se llevó”: “las causas perdidas me gustan cuando están auténticamente perdidas”. O sea, que no hace falta que le hagan más entrevistas. Él se espera, pero no está.

Luego están los sondeos. Imaginables pero no por ello menos tristes. Porque un efecto de la dana, de su tratamiento por el Consell y de persistencia en el PP de Madrid de soportar al insoportable, es la destrucción de la credibilidad en la política, las instituciones y los políticos. Ya sé que hay otras causas, que la razón democrática anda en grietas de Illinois a Tel Aviv, de Buenos Aires a Budapest, pero aquí la agravante destroza todo intento de sobrevivir y hay buenas razones, incluso, para que muchos se sientan desesperados. Que ningún político “apruebe” es lo menos que puede pasar. Encerrados con un solo juguete, los mensajes se hacen gelatina; los rostros, pizarras; los discursos, apenas soplos. A estas alturas pedir la dimisión de Mazón es tanto una necesidad ineludible como una aparatosa muestra de impotencia. ¿No deberían las izquierdas políticas y sociales hacer un pensamiento y ver por dónde ir?

Digo esto porque el berrinche continuado y a menudo antipolítico de algunas patas de las izquierdas, alimenta de rabia, miedo y odio a muchos que acabarán por encaminarse a las urnas de Vox. ¿Es tan difícil entender esto? Porque las encuestas se resumen en: a) irreparable imagen de Mazón; b) fracaso institucional colectivo; c) muchas papeletas para que Vox gobierne con otro President del PP cuando haya Elecciones. ¿Es tan difícil entender esto?

Porque PP/Mazón tiene indignado al pueblo valenciano. Pero las izquierdas lo tienen aburrido. Siempre con lo mismo, con líderes que muestran menos flexibilidad que el portero de un futbolín, más atentos a sus cosas internas, a sus fracturas partidarias, que al futuro. Dana hoy, dana mañana; que está bien, sí: pero sin alternativas distinguibles, centrados sólo en la punición justa pero insuficiente. Y, si acaso, un rato dedicado a la pataleta de la llengua y un tiempo justo a Gaza. Y ya está. Y eso no puede entenderse igual en Orihuela, en Morella, en Alcoi o en Bocairent que en Paiporta o Utiel.

A mi modo de ver sólo hay una manera de romper este impasse: que Compromis, PSPV-PSOE y los que consumen sus ocios tejiendo escaleras que alcancen el 5%, digan, con claridad, en mitad de la plaza de la Virgen, por ejemplo, o en la puerta del Palau, que esta pesadilla no va a concluir hasta que no haya un gobierno de izquierdas, como la pesadilla de las víctimas del Metro encontró su lenitivo definitivo el día en que su dirigente fue al Pleno de les Corts a hablar, con una mayoría de diputados de izquierdas, con un Consell del Botànic en primera fila, con una derecha derrotada. ¿A qué esperan para presentarse con esta rotundidad? ¿A jugar a sorpassos? ¿A quiméricos Congresos de rehabilitación? ¿A convergencias siempre mágicas que dan mayorías en la izquierda a la izquierda de la izquierda durante seis meses? Pues eso: que salgan y lo digan y que empiecen a tender puentes para que la mayoría electoral pueda ser mayoría de gobierno, y que se pongan a hablar con la sociedad civil, por ver si pueden ilusionarla. Un Consell que dirija, que repare, que arregle. Y sobre todo que tenga una nueva perspectiva de la realidad y la geografía, de las catástrofes y los riesgos.

Dicho queda. Predicar en el desierto, sermón perdido. Pero, por lo menos, en el desierto, al parecer, no hay danas.

Tracking Pixel Contents