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Opinión

València

Cerremos el conflicto

El 'president' de la Generalitat, Carlos Mazón, con Verònica Cantó.

El 'president' de la Generalitat, Carlos Mazón, con Verònica Cantó. / Jorge Gil

Hace ya 25 años, 12 de julio de 2001, celebraba la consecución de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, con un artículo titulado 'Academia operativa', como punto de referencia obligado para la recuperación de nuestra lengua, considerando que su puesta en funcionamiento, de manera consensuada, tras el acuerdo político entre Eduardo Zaplana y Joan Ignasi Pla, y la firma de Alejandro Font de Mora con Ximo Puig, como recogía, hace unas fechas, en estas mismas páginas de Levante-EMV, el artículo de Alfons Garcia, permitiría zanjar, de forma definitiva, un conflicto interesadamente mantenido, que lastraba a nuestra sociedad, no sólo en temas lingüísticos sino globalmente culturales, y económicos.

Por entonces, Manuel Sanchis-Guarner Cabanilles, secretario del Consell Valencià de Cultura (CVC), partidario, como su padre, el profesor, Sanchis Guarner, del policentrismo normativo convergente, es decir, en favor de un pacto consensuado para salir del conflicto de las variantes regionales de la lengua común, en nuestro caso, el valenciano, exponía que fue en su casa donde prevaleció la voluntad del acuerdo, contando con el conseller Francisco Camps, y el catedrático Rafael Alemany, representante del Institut Interuniversitari de Filologia Valenciana (IIFV), entre otros.

Pensaba yo entonces, que, tras el pacto político, PSPV-PPCV, el tema de la lengua no suscitaría más controversias. Que la calma se impondría, y la sociedad admitiría como bueno lo que sus dirigentes habían consensuado en favor de la mejora de nuestra lengua, que en Benimaclet, mi pueblo materno, el maestro Carles Salvador enseñaba. Que el apoyo mayoritario de todos quienes la estimamos, acabaría por prevalecer, con un pacto que contribuiría a la supervivencia de nuestra lengua. Pero, ya advertía Raimon, “quan creus que ja s’acaba, torna a començar”.

Cómo es posible que 93 años más tarde de la firma de las Normes Ortogràfiques de Castelló (1932), para hacer crecer el prestigio social de nuestra lengua, adaptada a las particularidades valencianas, y 62 años de la edición del Diccionari català-valencià-balear (1963), presentado en el Ayuntamiento de Valencia, que recoge todo el caudal léxico de nuestra lengua, respetando la denominación de la misma según el lugar donde se habla, volvamos a estar en las mismas.

Así, resulta que, de nuevo, con la celebración de otro 9 d'octubre, las cosas continúan como estaban. Algo pasa en la sociedad valenciana incapaz de asumir los acuerdos que, en el pasado, superaron diferencias que ahora por un acento, agudo o grave, o, una letra, admitida en sus dos variantes, se mantienen. Confiemos que, por esta vez, la sensatez se imponga, el 'trellat', que aquel entonces se decía, llegue al entendimiento, y podamos hacer nuestras las bellas palabras de Maria del Mar Bonet, en su dulce variante mallorquina, “els mots que canta la gent, vives paraules que entenc, que tots parlam el mateix”.

Cerremos el conflicto a partir de una institución que se considera necesaria, dejemos actuar con independencia a sus miembros, correctamente designados, y esperemos se haga cumplir lo que decidan sobre la normativa lingüística del valenciano, expresando con suficiente claridad que la denominación 'valenciano' debe ser usada, formando parte del sistema lingüístico de los distintos territorios que comparten el patrimonio común de la lengua.

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