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Opinión | Oído, visto, leído

València

Descoloque total

La progresía mundial descolocada y en el diván del psicoanálisis al ver cómo un anticristo es capaz de parar el horror

Donald Trump en la Casa Blanca el 9 de octubre.

Donald Trump en la Casa Blanca el 9 de octubre. / Europa Press/Samuel Cor

¿Puede un animal de bellota, defraudador de impuestos, acosador de mujeres, perseguidor de inmigrantes, rufián zafio y prepotente, obligar a Netanyahu a parar su ensañamiento sanguinario y a Hamás a devolver todos los rehenes y autodisolverse? Pues sí, puede, si eres la primera potencia, tienes el mayor ejército del mundo y todos te deben favores. La geoestrategia tiene vericuetos inesperados que la razón no entiende, y el fin de semana pasado todos alucinamos cuando nos entraron las notificaciones en el móvil con la noticia. Todos esperando el aniquilamiento total de la franja, y resulta que nos despertamos con un plan de veinte puntos con el que la ONU, Hamás, Israel, la Unión Europea y la mayoría de los países árabes están a favor.

En mi caso, el ‘tuit’ me pilló discutiendo con un buen amigo (progresista y bienintencionado, concienciado a la par que sostenible), en una discusión de altísimo nivel sobre si Greta Thunberg y Ada Colau son verdaderas activistas o solo unas estupendas marquetinianas. De golpe y porrazo, fin de la discusión, y la progresía mundial descolocada y en el diván del psicoanálisis, al ver cómo un anticristo es capaz (al menos) de hacer parar el horror. No hay nada como la fuerza de los hechos (algo real, concreto) para dejar a cualquier ideología (algo abstracto, difuso) en pelotas a la mínima oportunidad. Máxime en un país donde la oposición tiene demasiados versos sueltos en los que se acaba enredando como un niño torpe y donde el gobierno solo admite como buenos y dignos ciudadanos a quien repite literalmente sus mismas frases y con sus mismas palabras. Esa política tan de telediario, tan insufrible, tan ‘made in Spain’ ha quedado anticuada de manera inesperada, y los eslóganes de repente se caen a pedazos. Toca levantar la vista para ver cómo estamos situados para lo que queda: a fecha de hoy, creo que en Europa no hay nadie que se lleve peor que nosotros con Israel y Estados Unidos, y a la vez. No parece que vayamos a poder ser fundamentales (Albares ‘dixit’) para ayudar en todo lo que queda por hacer.

Y mientras, hay algunos programas con comunicadores y tertulianos que aún no saben muy bien qué cara poner ni qué argumento utilizar, y siguen con cara de funeral cuando se le enciende el piloto rojo o le dan la entrada en antena, a pesar de que la noticia es excelente, viniendo de donde venimos. Eso, hablando de los programas se supone que serios. Porque luego están los programas nuevos de ‘infotaiment’ que ha puesto en marcha TVE (y que ya tenían otras cadenas), menos preocupados por informar y más por juntar gente alrededor de una mesa discutiendo, y a ver quién grita más o monta el numerito más grande. Una especie de ‘Infórmame de Luxe’ que han captado audiencia en gente que antes necesitaba saber de las andanzas de Paquirrín y ahora no se pierde ninguno de los argumentos (tan bien elaborados y matizados) de Sarah Santaolaya. Albares está muy ilusionado pensando en enviar a ella y a Ernesto Ekaizer a la primera cumbre que tendrá que haber en un futuro para tratar de implementar el acuerdo de paz, representando a España. Yo creo que con tres, quizá cuatro minutos tienen suficiente, flecos incluidos, para arreglar un asunto que lleva casi ochenta años en el ‘top’ de los desastres mundiales. Pues menudos somos.

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