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Opinión | La veleta de papel

València

Denostar

De archivo, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo escucha la intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados.

De archivo, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo escucha la intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados. / J P GANDUL / EFE

Algunos políticos se han construido un falso invernadero para poder alimentar plantas impropias de nuestras latitudes, logrando con ello que parezca pernicioso el aire social. Denostar o insultar al contrario político es tóxico, y tornará en cruel veneno. Las semillas del odio plantadas hoy parasitarán el mañana. Aún estamos a tiempo de parar esta deriva que desembocará en rotura de la paz social, como ya vemos en algunos países con democracias aparentemente consolidadas.

Quien niegue que nuestro país es una democracia consolidada, miente; quien niegue que estamos mejor que hace 50 o 25 años a nivel de infraestructuras públicas, servicios y protecciones sociales, formación académica y prestigio internacional, directamente miente. Seamos justos y reconozcamos que hemos avanzado muchísimo, siendo mérito de centristas, socialistas y populares, de los que hemos tenido gobiernos en todas las administraciones. Ha habido muchas luces y también alguna sombra, pero el progreso como sociedad ha sido espectacular. No hace setenta años en los pueblos teníamos algún licenciado, hoy no hay calle que no tenga varios. Europa ayudó, y también la hemos ayudado. Somos nosotros quienes lo logramos.

Pero la democracia hay que defenderla, tiene muchos enemigos. La crispación actual hace la vida política irrespirable y amenaza a la nación. Desde la llegada de la internacional del odio a España, (¿Financiada por ellos?) representada (no solo) por Vox, se ha multiplicado por mil la permanente intranquilidad, la mentira, el insulto, la bravata, incluso violencia, ha esto viene a sumársele la tradicional indigestión de la derecha patria por perder elecciones ante la izquierda.

Hoy como ocurrió con González y Zapatero, denostar al presidente del Gobierno, su familia y demonizar al PSOE es mantra cansino de quien no sabemos si tienen o no alternativa, pero que de seguir así, dilapidarán la posibilidad real de ganar las próximas elecciones generales. No cambias el voto si te insultan y muchos nos sentimos insultados. Veamos un ejemplo, a Aznar (hoy ayo popular), no se le afrentó (y tal vez lo ameritó) por casar a su hija en el Escorial con boato real ante una cohorte de señores que después algunos fueron sentados en banquillos judiciales. Siempre hubo límites que ahora se han dinamitado.

El pueblo vota y no se equivoca, es su poder y debe acatarse, de ahí proviene la legitimidad que permite que haya políticos y no déspotas gobernando. Sus decisiones tienen vigencia de cuatro años, prolongables o no según su soberana decisión. Si por perderlas se acortaran legislaturas por cualquier medio (incluso en aparente legalidad) es directamente golpismo. Si blando o duro, ya se verá. Es precisamente la democracia (y el vigente régimen del 78) la que hizo que España progresara tanto como lo hemos hecho estos cincuenta años. Y sigamos avanzando más que ningún otro país de Europa.

Resguardémonos de EE UU y observemos Europa para no repetir errores y sí aciertos, veamos que fue bien en Alemania, por qué comenzó a fallar y como a recuperarse; fijémonos en la grandeur hoy deslucida de Francia, la patria de la modernidad y la libertad se encamina hacia el fascismo lepenista más descarado; estudiemos Holanda o Austria en continuo bloqueo; analicemos porque Italia está gobernada por los herederos del facció mussoliniano de nefasta memoria… Y sí, no somos el peor país de Europa ni mucho menos.

Es necesario volver al consenso al menos entre PSOE y PP sobre cuestiones nucleares. No está prohibido, es beneficioso que pacten, incluso apoyándose parlamentariamente. Así es como hemos avanzado en lo importante. Como mínimo que se respeten. Ellos están (o estaban) en la centralidad, donde está la mayoría demostrada de conciudadanos. ¡Cordura por Dios, cordura!

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