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Opinión | Traspapelado

València

Cuidar a los nuevos

Esos recién llegados que se parecen tanto a quienes fuimos y que ya no pueden escaparse del cuadro al que les invitamos nosotros merecen una mirada con ternura, incluso cuidados preventivos antes de que lleguen las cicatrices

Pedro Mairal, en 2023.

Pedro Mairal, en 2023. / Levante-EMV

Si lo pienso, encuentro a los personajes más interesantes en los bordes del tiempo: los que entran y los que se van. Al menos, me pasa en esta estación del trayecto. Los que sueñan el viaje que viene a atropellarlos, los que se ilusionan, y los que miran atrás ya con cansancio pero sin pena y tienen algo que decir. Los nuevos y los viejos (con artículo femenino también). Los lazarillos y los quijotes. Los Holden Caulfield y los Nevinson (qué poco se habla ya de Javier Marías). Lo que hay en medio es la batalla constante por la supervivencia que implica trabajos horribles, desilusiones, traiciones personales, mala conciencia y el cansancio suficiente para dejar de abrir la ventana y observar el río de los días.

Pedro Mairal me parece una de las voces más interesantes del panorama hispanoamericano. Lo descubrimos por aquí con La uruguaya gracias a Libros del Asteroide. Rebuscamos entonces en lo que había hecho y nos extasiamos con Una noche con Sabrina Love. Lo terminaron de exprimir con un compendio de artículos y alguna indagación anterior y ahora, transcurrido un largo tránsito (no editorial, pero sí de escritura) de casi una década, llega con producto nuevo en sello editorial distinto y en grupo planetario, que es como dar el paso a esa liga superior a la de los independientes en la que muchos se pierden y ya no encuentran su voz. Pero Mairal (Buenos Aires, 1970) llega para ser quien fue y asentar una trayectoria sólida sin renunciar a la experimentación, que es como decir al juego y a la inocencia.

Mairal demuestra en Los nuevos (Destino) más apego y estima a esos nuevos que aún solo vislumbran lo que se les viene encima y aún no han pisado las espinas del jardín que a los de su propia generación, que es como decir a sí mismo. Estos que responderían a ese concepto tan serio e insulso de adultos son los tipos acomodados que juegan a vacaciones unplugged e intentan hacer ver que tienen el control, aunque estén tan perdidos y desorientados como los que están en ese umbral estrecho entre la adolescencia y lo que venga después.

Esos recién llegados que se parecen tanto a quienes fuimos y que ya no pueden escaparse del cuadro al que les invitamos nosotros merecen una mirada con ternura, incluso cuidados preventivos, antes de que lleguen las cicatrices. No está mal el mensaje si abres la ventana un poco y ves tanta crueldad en la historia.

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