Opinión
Armando Chuliá Blanco
Homenaje a un pionero en la Medicina de Urgencias, Emergencias y Catástrofes
«Paréceme, señor caballero andante, que vuestra merced ha profesado una de las más estrechas profesiones que hay en la tierra.»
— Vivaldo a Don Quijote de la Mancha.

Vicente Chuliá y su amigo Ricardo / Levante-EMV
Hoy, al recordar al profesor Vicente Chuliá Campos, se nos viene a la mente una figura ejemplar que dedicó su vida a la mejora constante de su especialidad médica y de la atención sanitaria en situaciones de urgencia, emergencia y catástrofes. No solo fue un médico brillante y catedrático ejemplar, sino un verdadero visionario, un hombre de ciencia precursor de los inicios en la gestión médica en urgencias, cuya pasión y dedicación dejaron una huella imborrable en el campo de la gestión de emergencias y catástrofes.
Un legado imborrable, la Unidad de Reanimación.
En octubre de 1975 se inauguró la unidad de Reanimación (REA) en el Hospital Clínico de València, una creación que surgió de la visión de D. Vicente, quién detectó la necesidad de contar con un espacio especializado para tratar a pacientes críticos y quirúrgicos. Lo que comenzó en una 3ª planta con tan solo 4 camas postquirúrgicas y otra para atención a enfermos de tétanos, se transformó en una unidad clave para el tratamiento y reanimación de pacientes críticos en la 7ª del hospital clínico de València.
Con la ausencia de recursos de la época, el catedrático convirtió la unidad en un modelo de eficiencia, logrando que todo el equipo trabajara coordinado, como una orquesta en la que cada miembro aportaba lo mejor de sí mismo. La recién inaugurada unidad de Reanimación, que constaba de 7 camas en visión panóptica y 3 de aislamiento, fue el inicio de una serie de innovaciones que marcaron la pauta en la anestesiología y reanimación.
Fue un pionero no solo en los avances técnicos como ventilación mecánica invasiva, sino también en la formación de un equipo humano comprometido. Médicos, residentes, enfermeros y auxiliares, todos/as se sentían respaldados por su apoyo constante, lo que generaba un entusiasmo colectivo que consolidó la unidad, que en breve hará 50 años de ello.
Creación del SAMU, nuevo paradigma en la gestión médica de las emergencias.
Don Vicente no solo se limitó a transformar la atención hospitalaria, sino que extendió su visión más allá, identificando la necesidad de intervenir en el lugar del accidente. Fue él quién concibió, junto con el pionero de París, el SAMU (Servicio de Asistencia Médica de Urgencia), tanto terrestre como aéreo, con la idea de estabilizar a los pacientes in-situ antes de su traslado a un centro hospitalario.
Estas ideas de hace más de 40 años, que en su momento parecía arriesgada y poco entendida, han pasado a ser un principio fundamental en la medicina de emergencias. Gracias a su impulso, se crearon planes y protocolos que han salvado miles de vidas y quizás de mayor relevancia, bajaron las secuelas por su traslado. Desde la formación de equipos médicos para situaciones de catástrofes, hasta la creación de cursos pioneros en medicina de catástrofes, el Catedrático dejó claro que la prevención y preparación eran claves para una gestión efectiva de las emergencias. De hecho, muchos de los principios fundamentales que hoy seguimos usando, como el triage, la organización sanitaria en zonas de catástrofe, la evacuación eficaz de víctimas, etc. nacieron de sus enseñanzas y son un legado poco conocido en nuestra sociedad.
Un hombre comprometido con la formación y la internacionalización.
Don Vicente fue también un gran docente, en sus clases magistrales en la facultad de Medicina de València, no solo enseñaba anestesiología y reanimación, sino que inspiraba a sus estudiantes a ser parte activa de la solución a los problemas que se les planteaban. Los cursos sobre medicina de catástrofes, marcaron un antes y un después, de las enseñanzas y prácticas con simulacros. Su trabajo trascendió las fronteras del estado y su visión fue reconocida en países hermanos que lo invitaban a compartir su sabiduría y experiencia.
El accidente que lo cambió todo
El 23 de abril de 1995, Don Vicente sufrió un trágico accidente. Aquel día, todos los sistemas que él mismo había ideado y promovido en vida para la atención de la emergencia, fallaron. A pesar de estar perfectamente capacitado para auto-diagnosticarse y saber exactamente qué hacer, las circunstancias y una serie de fatalidades, impidieron que recibiera la atención médica adecuada a ese momento crítico. Fue una cruel ironía que la persona que había dedicado su vida a mejorar la atención médica en emergencias, no pudiera recibir el nivel de atención que él mismo había promovido.
Ese trágico suceso dejó una profunda huella, pero también subrayó la importancia de esos sistemas. Si bien Don Vicente ya no estaba, sus enseñanzas y enfoque sí, y en continua evolución. Hoy, 30 años después de su partida, se está reconociendo finalmente la necesidad de una especialidad en Urgencias y Emergencias, algo que él defendió con vehemencia en vida. A pesar de los obstáculos y las dificultades que enfrentó durante su carrera, su visión se haconsolidado y la creación de esta especialidad médica, es muestra de esa evolución. El Dr. Chuliá defendió integrar esta disciplina en la formación médica y ahora parece que su planteamiento está más cerca de hacerse realidad.
Vicente Chuliá Campos fue algo más que un médico ejemplar, fue un visionario, un líder y un maestro. Su legado no solo transformó la anestesiología, la reanimación junto a los cuidados a críticos, también la gestión médica de urgencias y emergencias, salvando indirecta y anónimamente innumerables vidas gracias a unos principios y enseñanzas que él nos legó, junto a su pasión por mejorar los sistemas de salud, su dedicación a la formación de nuevos profesionales y su compromiso con la innovación, siguen presentes hoy más que nunca.
Como dijo un colega suyo: “Lo que hacemos en el presente tiene repercusiones en el futuro. El profesor Vicente Chuliá hizo del futuro una realidad palpable y su legado, no debería ser olvidado.”
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