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Opinión | En el barro

València

Algún rayo de luz entre las trincheras

Sí, podemos proclamar que los tiempos son oscuros, pero si miran ahí afuera la vida está llena de pequeñas cosas hermosas que conviene no solo observar de vez en cuando, sino no olvidar que importan

Dos de los cuadros de la exposición 'Habitar las sombras' en el IVAM.

Dos de los cuadros de la exposición 'Habitar las sombras' en el IVAM. / Fernando Bustamante

En esta tierra quitan honores incluso a los que murieron por la concordia. En este mundo la paz se impone desde la fuerza y con el sello de un ministerio de la Guerra. En esta ciudad se talan árboles viejos para regalar luz a nuevos hoteles y viviendas de precios imposibles. En esta tierra se menosprecia una lengua vieja y pequeña, que no saben que está acostumbrada a malvivir bajo amenaza. En este continente los presupuestos públicos que más suben son los de defensa y resistirse es disgustar al gran amo. En este barrio los bajos se convierten en cuevas para turistas. En esta tierra se hace mofa del político de enfrente que se opone en el mar a un genocidio y no pasa nada: se activa la trituradora del silencio.

En este mundo vuelve a llegar una ola de autoritarismo desde la Casa Blanca que pretende pasar por el cuello de botella del poder lo que el periodismo publica. No es que los medios de comunicación atraviesen su momento más boyante ni tengan responsabilidad en este orden del día, pero en este tiempo quieren llevar a la prensa a las trincheras, pero cuando el periodismo cava una trinchera empieza a cavar su tumba.

Quieren llevar a la prensa a las trincheras, pero cuando el periodismo cava una trinchera empieza a cavar su tumba

En esta tierra arrastramos una herida como una riada porque han faltado responsabilidades y la supervivencia se ha convertido en un multiplicador de desencuentros. En esta tierra nos hemos acostumbrado a vivir en una anomalía institucional con un presidente rechazado por quienes representan la herida del agua, con todo lo que supone de atrofia de la vida pública y social.

En este país nos quieren meter en los frentes y los bandos y algo turbio flota en el ambiente. Algo como ansia de enfrentarse ya no solo en los palacios de la palabra. En este país las protestas por Palestina parece que han de elevar el tono y acabar en altercados, disparos al aire, detenidos y algún herido para merecer crédito. En este país la extrema derecha sale a exhibirse en los ambientes hostiles, como la universidad, plantándose ante el conocimiento y la ciencia. Aquí están ellos, haciendo valer la libertad de expresión esa de la que tanto alardeáis. Se trata de provocar. Saben que si hay violencia es la victoria de la barbarie. Se trata de derrotar a la razón. Las algaradas son la derrota de la razón y en ese campo quieren jugar ellos, fuera del conocimiento, donde son más fuertes y poderosos. Qué difícil es no ser símbolo de nada ni llevar colgada una etiqueta en este país…

Podría seguir y no bajarme de la enumeración con unos puntos suspensivos, pero algo me dice que la vida se escapa en un retrato tan oscuro.

Joaquí­n Sabina, en su concierto el 9 de octubre en València.

Joaquí­n Sabina, en su concierto el 9 de octubre en València. / JM LOPEZ

Ha venido así. En pocos días he estado en ceremonias culturales de sabios viejos. Héctor Alterio, Joaquín Sabina y Josep Piera. Alterio tiene más de 90 años y continúa de gira por los escenarios. Sabina no cuenta tantos, pero también va de despedida. Piera ya casi no escribe y se dedica básicamente a mirar por la ventana. Ninguno esconde sus debilidades. Ninguno se expone desde la infelicidad. Están en las últimas, así es el paso del tiempo, pero rebosan goce por la vida. Sí, podemos proclamar que los tiempos son oscuros, pero si miran ahí afuera el mundo está lleno de pequeñas cosas hermosas que conviene no solo observar de vez en cuando, sino no olvidar que importan.

En esos cuadros sin color y llenos de sombras que triunfan esta temporada en el IVAM, la noticia es que siempre se abre una luz. Así es la vida

Algunas mañanas me encuentro a una pareja de petirrojos en el jardín y las hay en las que la vecina me regala la sonrisa del año cuando al alba nos cruzamos con los perros. Tras las lluvias, los verdes refulgen y el cielo se entusiasmó esta semana y obsequió un arcoíris inmenso entre las nubes. Y suena cerca el mar, siempre cerca, siempre con su mensaje de regreso, siempre protector y dispuesto a templar las almas de estos mortales. Los días siguen trayendo de vez en cuando una de esas noches con los amigos de siempre, con los que nunca es ayer porque el tiempo se para. Y nos quedan decenas de conciertos, teatros y películas donde perdernos. Y nos quedan tantas exposiciones donde encontrar los mejor y lo peor de nosotros. Hace poco, una mañana cualquiera, entre los ‘sorollas’ y el IVAM, me decanté por el viejo museo de lo contemporáneo, donde esta temporada triunfan los grises, los blancos y negros, como un mensaje de este tiempo. Y en esos cuadros sin color y llenos de sombras, la noticia es que siempre se abre una luz. Así es la vida. No obstante, en el armario, si todo se tuerce, sigue colgada la chupa de cota de malla contra las desdichas.

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