Opinión
La calle de mi padre ya es famosa

Calle Ángel Villena de València. / Google Maps
Dicen las más elementales normas de nuestra profesión que un periodista no debe convertirse nunca en el protagonista de una crónica, ni siquiera de una columna de opinión como esta. Ahora bien, la regla tiene alguna excepción en casos singulares. Por ello les ruego a ustedes que en esta ocasión me permitan que escriba en primera persona. Porque este artículo gira en torno a la calle de mi padre, el dibujante Ángel Villena, una vía que fue rotulada con su nombre en el distrito de Quatre Carreres allá por 1976 tras su muerte en un accidente de tráfico. Hace ya casi medio siglo aquella zona surgía en los confines de la ciudad entre huertas, descampados y viviendas de protección oficial. Valencia crecía a ambos lados de la pista de Silla y el Ayuntamiento de la época resolvió bautizar una de esas calles con el nombre de mi padre, un artista nacido en El Grao en 1931 y que había alcanzado gran popularidad tanto en su ciudad natal como en el resto de España con sus caricaturas, sus chistes gráficos, sus viñetas deportivas o sus diseños de fallas. Todavía hoy encontramos mis hermanas y yo dibujos de mi padre en muchos locales públicos, casales falleros o peñas deportivas. La hemeroteca de este diario, donde mi padre colaboró durante años, puede dar fe también de la producción de Villena como versátil ilustrador. Pero volviendo a la calle, allá por la década de los ochenta, cuando yo mismo trabajé en Levante, algún compañero veterano solía lamentar que el nombre de mi padre estuviera asociado a robos o peleas, unos altercados frecuentes entonces en esa barriada del extrarradio.
Siempre me gustó indagar en los personajes que han merecido que se rotulara con su nombre una calle o una plaza. Porque esas decisiones explican mucho de las distintas épocas de una ciudad, acerca de sus capas históricas o en relación con los hombres y las mujeres que sus vecinos han admirado o considerado dignos de permanecer en la memoria colectiva. Así las cosas para mi familia fue y es un motivo de gran orgullo que la huella de mi padre no se haya borrado en sus dibujos ni haya amarilleado en las páginas de diarios y de revistas, sino que siga viva. El tiempo pasó, la zona se urbanizó, una línea de autobuses se prolongó hasta allí e incluso un instituto de bachillerato abrió sus puertas en el barrio. Al compás de los años se levantó también en los alrededores un polideportivo, la Fonteta, que acogió al Valencia Basket, uno de los mejores equipos de baloncesto del país. De esta manera fueron cambiando el paisaje y el paisanaje del distrito hasta que hace unas semanas recibí una foto enviada por un compañero del colegio que señalizaba el acceso al Roig Arena por la calle de Ángel Villena. Como buen aficionado al deporte y a la cultura, futbolista de joven e instigador de que su hijo, el que suscribe, jugara al baloncesto, mi padre debe sonreír desde el cielo porque su nombre quede vinculado a uno de los complejos sociodeportivos más importantes de su ciudad.
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