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Opinión

Capitalismo voraz y fútbol moderno

Aficionados del Levante UD

Aficionados del Levante UD / JM López

Ya pasó la Junta que ha ratificado a Danvila como máximo accionista, la misma en la que ha insistido en la necesidad de buscar un “compañero de viaje”, aunque ha reiterado que se dejará la vida por el Llevant, y se infiere de ello que no buscará a “cualquiera”. Muchas voces críticas se han quedado al margen de todo este proceso, conscientes de que, sin la inyección de capital de Danvila y sin dar la cara ante los acreedores, el club se hubiera visto en el abismo. Eso no quita, como ya dijimos en el Bombeja Agustinet! de la semana pasada, que “no fue la resignación lo que nos hizo sobrevivir a todo, con estoicismo, durante nuestro largo siglo. Y no será lo que nos permitirá crecer y construir el Llevant poderoso del futuro”.

Lo fácil, sin duda, en esto del fútbol es dar la bienvenida a un Peter Lim de la vida y creer que te va a convertir en club de Champions. Todos sabemos, sin embargo, que la estabilidad de un club depende de la buena gestión, los equilibrios y su fiscalización, algo de lo que huyó Villarroel en su día y Quico después, en un modelo que, ciertamente, nos reportó éxitos, pero que también nos dejó a los pies de los caballos. No sé si somos del todo conscientes, pero el Llevant UD está vivo de milagro.

Quizá lo de que el Llevant pudiera ser de los levantinos era una quimera, la ilusión utópica de unos cuantos. Es lo que refrendamos con la OPA hostil de Robert Sarver. Creíamos que, tras la crisis de 2008, la salida de Villarroel, las acciones en autocartera y la Fundació Cent Anys, había una oportunidad de democratizar (un poco) la entidad y regalarle una propiedad (bastante) horizontal, entre el maremágnum de intereses globales del fútbol moderno. Al final, entre nuestra posición y el cambio de postura, sobre la bocina, de Quico (y con él la estructura que tenía controlada), se frenó aquello. Luego se vio que, en realidad, para Sarver el fútbol era un capricho, un juguete, un activo, en todo caso, como demostró en Mallorca, el club del que salió siete años, el que iba a convertir en el próximo City, sin tener ni idea de fútbol europeo.

En las principales ligas se ha tendido una alfombra roja a los grandes inversores, como si, con una gestión y propiedad autóctona, fuera imposible hacernos disfrutar con el fútbol y ser competitivos (dentro de unas expectativas ajustadas a la realidad de cada cual, lógicamente). Sin embargo, solo se ha hecho crecer una burbuja sin fin en la que unos pocos ganan cantidades indecentes de dinero, a costa de muchos, los aficionados que poblamos las gradas y pagamos por el fútbol televisado y por todo el “show business” que lo envuelve. Aquí, de hecho, en nuestra competición doméstica, Javier Tebas, a menudo parece un simple comercial que se dedica a mover el árbol para incentivar la entrada de capital extranjero, ajeno a los aficionados y a la identidad de los clubs.

En este contexto, son bastante los seguidores granota que ya deseaban un único propietario millonario hace mucho tiempo (básicamente los que defendieron la entrada de Sarver). Otros, que llegaron a soñar con un Llevant de los levantinos, ya ven a los grandes inversores (y lo que es peor, a los fondos, ese capitalismo voraz y sin rostro) como un movimiento irremediable en la actual coyuntura, sin marcha atrás. Sin embargo, no es cierto. En Alemania rige la norma 50+1, donde las inversiones que no son de socios tradicionales solo pueden llegar al 49%. Y, sin embargo, es seguramente la competición más divertida para sus aficionados.

Este domingo viajamos a Mallorca, por cierto, después de que el Rayo nos bajara al suelo. Nuestra última visita fue la sentencia de Paco López, incluida aquella trifulca protagonizada por Maffeo. Aquella temporada horrible fue como despertar de un sueño hecho realidad, los mejores años de nuestra vida. No fueron casualidad ni el descenso ni el no-ascenso de Villalibre. Fue la consecuencia de unos años de mala gestión deportiva y económica que dejaron al Llevant en Segunda con las cuentas maltrechas y llenas de opacidad. Otra vez. De aquellos fangos, estos logos. Tan maltrechas que aún se nos antoja inverosímil el golazo de Carlos en Burgos y toda la euforia posterior. Parece que el destino, pese a todo, siempre nos regala una resurrección más. Veremos qué nos depara el Llevant de Danvila.

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