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Opinión | En el barro

València

Demasiadas preguntas sin datos fidedignos

Lo increíble es que no exista constancia documental de los movimientos del president de la Generalitat la tarde de la riada. Sigo sin creerlo. Un año y aún sin respuestas fidedignas

Carlos Mazón, a su llegada al Cecopi en l'Eliana el 29 de octubre de 2024, a las 20:28 horas.

Carlos Mazón, a su llegada al Cecopi en l'Eliana el 29 de octubre de 2024, a las 20:28 horas. / Levante-EMV

He tocado con los sentidos la vida mediterránea. Era día festivo. Teníamos funeral, la iglesia estaba llena, el ataúd en el centro, el cura esforzaba la voz y fuera, en la plaza, sonaban los actos de esa mañana: una concentración de bandas del barrio y un concierto de una orquestina de pulso y púa. En el clímax de la ceremonia, cuando el sacerdote rociaba la caja con agua bendita para despedir a la vecina, llegaba desde el exterior a todo tren una versión dulce con bandurria de Viva la vida, de Coldplay. Imposible esconder una sonrisa. Dolor y alegría. Los que lloran y los que celebran estar bajo el sol suave del otoño. Todo son olas. Tuve la sensación de estar en una aldea griega con esta yuxtaposición de emociones básicas, sin ocultarlas. Es lo que hay. La cosa acabó con el féretro saliendo de la iglesia al ritmo festero del pasodoble Valencia, de Padilla.

Es lo que hay. Estamos en el aniversario de la peor riada tras un año horrible y larguísimo, y tengo la sensación de que ese dolor y alegría van a estar en cada minuto de estos días hasta el funeral de Estado. Dolor por tantas ausencias y alegría por empezar a reconstruir hogares y calles. Lágrimas y sonrisas, pero sin naturalidad, sin gestos de complicidad, sino con el rigor frío y duro del protocolo y el rencor de las heridas abiertas.

Llegamos a estos días críticos con el president de la Generalitat, Carlos Mazón, en perfil bajo, sin entrar en el cuerpo a cuerpo y un poco más señalado por la investigación judicial, justo ahora.

Llegamos con nuevos datos periodísticos sobre los movimientos del jefe del Consell la tarde de la tragedia, la que lastra su existencia desde aquel día por ausencia injustificada. Nuevos diretes, pero lo increíble es que no exista constancia documental de su entrada y salida del Palau de la Generalitat aquella tarde. Sigo sin creerlo. Un año y aún sin respuestas fidedignas. Casi me da igual la hora. Necesito certezas.

Esa última es la realidad del año: dos universos separados. Separados y compitiendo

Y llegamos con un despliegue de ministros (seis en cinco días) que pone en evidencia, por contraste, las semanas de vacío. Pero el número no es lo importante. Lo políticamente relevante es la ausencia de actos compartidos entre gobiernos en este año. Por fin lo hubo ayer por l’Albufera, entre Sara Aagesen y Martínez Mus, pero Mazón salió desde Alicante a criticar también esta actuación del Gobierno. Esa última es la realidad del año: dos universos separados. Separados y compitiendo por quién es el bueno.

Pilar Bernabé, Diana Morant, Sara Aagesen, Zulima Pérez y Miguel Polo, ayer en l'Albufera.

Pilar Bernabé, Diana Morant, Sara Aagesen, Zulima Pérez y Miguel Polo, ayer en l'Albufera. / Rober Solsona

Supongo que si están en ello tanto tiempo es porque les renta. Pero me queda la sensación de que los partidos que nos han traído hasta aquí han perdido pulso de tan enfrascados en la misión de derrocar y sobrevivir. Miro la última semana y el PP está en sus acuerdos y cesiones con Vox (a costa incluso de pilares de la convivencia) para garantizar una gobernanza cómoda a Mazón. El PSPV se ha enfrascado en una pelea de corto alcance por quién lleva la batuta en la memoria democrática, como si tuviera que ser de su propiedad. Y Compromís abre el melón de su federación de partidos como si eso interesara a los mortales de la calle o fuera a solucionar problemas. Demasiadas miradas hacia dentro, hacia los asuntos internos, cuando la sociedad empieza a dar síntomas de agotamiento.

Demasiadas miradas hacia dentro, hacia los asuntos internos, cuando la sociedad empieza a dar síntomas de agotamiento

Los levantamientos globales de eso que han etiquetado como Generación Z deberían dar que pensar, porque son los indicios de un asqueamiento por olvido, traducido en una desigualdad galopante. ¿De qué sirven los macrodatos de crecimiento del PIB si los salarios suben lo justo y la vivienda y la cesta de la compra se disparan? Sí, son temas que están en la agenda política, pero si no hay soluciones, si todo cae al final en la dinámica de los discursos enfrentados y la estrategia electoral, gana la resignación. Y en ese caldo cuece el rencor del que salen los profetas y los mesías de recetas autoritarias y simples.

Ahí tienen a Vox. Ahí tienen la gira indigna por universidades de uno de sus activistas. Ahí tienen al matador Barrera, que ha convocado una protesta hoy ante un centro de menores en València en respuesta a una pelea de jóvenes. Su misión está clara: crear un problema donde no ha existido exacerbando el odio y malestar. Es lo que hay.

“Tenemos una libertad sin significado, sin valores ni objetivos”, decía esta semana el premiado filósofo coreano Byung-Chul Han, el diagnosticador de la sociedad del cansancio. Una libertad para ir de cañas y para aniquilar la verdad, más amenazada que nunca. Una libertad arrebatada por el consumo desenfrenado, el único paliativo a tanta soledad. No nos da para el alquiler, pero los centros comerciales están a rebosar y los aeropuertos no paran de crecer en pasajeros. Algo falla en toda esta ecuación vital. Algo importante se me escapa. Demasiadas incoherencias para dibujar un paisaje aceptable. Quizá se trata solo de aceptar. Es lo que hay.

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