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Opinión | El garbell

Ajustarse (o no) a la realidad

Limpieza en Paiporta tras la dana del 29-O.

Limpieza en Paiporta tras la dana del 29-O. / Biel Aliño/Efe

Casualidad, pura suerte o un cambio de planes de última hora. La vida son instantes que, en ocasiones, dependen del azar. La fatídica tarde del 29 de octubre, hace ahora un año, cualquiera podría haber acabado engullido por la lengua de agua y barro que se llevó por delante la vida de 229 personas. Una hija que tenía previsto ir a firmar un contrato laboral al epicentro de la riada; una hermana que iba a transitar por la pista de Silla a esas horas; una amiga que pensaba visitar un centro comercial de la poblada área metropolitana de València... Mil y una historias que pudieron acabar en tragedia, pero que esquivaron la desgracia. De lo ocurrido durante aquel día en las cabeceras de unos barrancos que buscaron sus trazados naturales, se ha escrito mucho. Con todo, quedan preguntas aún sin respuesta. Será la jueza que instruye la causa quien ayude a despejarlas, quien dirima las responsabilidades, por las acciones u omisiones, de los responsables de emergencias en aquella jornada.

Un año después, sin embargo, son otros los interrogantes. ¿Qué pasaría si unas precipitaciones tan explosivas y persistentes como aquellas se repitieran? ¿Podría volver a ocurrir lo mismo? ¿Se está avanzando en la adaptación/respuesta a (para) fenómenos tan extremos? ¿Es posible convivir sin miedo con barrancos tan devastadores como los que arrasaron l’Horta Sud en apenas tres horas? Para el biólogo Fernando Valladares, premio Jaume I en defensa del Medio Ambiente 2021, evitar que un evento natural se convierta en una catástrofe está en nuestras manos. Bueno, en la de los políticos. Durante una intervención en la comisión de medio ambiente de las Corts, la semana pasada, alertaba este investigador del CSIC de que en la reconstrucción se debería escuchar más a los técnicos y a la ciencia. No reincidir en errores fatales. Es innegable: hay que ajustarse a la realidad del territorio en el que se habita, remarcaba. Planificar con otra mirada.

La orografía valenciana es la que es, con unos sistemas montañosos muy próximos a la costa. Una particularidad que, históricamente, propicia lluvias torrenciales, susceptibles de agravarse con la tropicalización del Mediterráneo y el aumento de las temperaturas. Ya hay consistorios que han empezado a anunciar restricciones urbanísticas o, al menos, limitaciones habitacionales en áreas inundables. Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante, reclama medidas más decididas, más valientes, aunque sean impopulares. Plantea desalojos programados y pactados con los propietarios de las viviendas en las zonas de alto riesgo. Urge algún cambio. Eso, o vivir con angustia cada anuncio de temporal, cada nueva dana, cada aviso rojo de Aemet. Ahora ya sabemos que la atmósfera es capaz de liberar toda la energía acumulada de la forma más cruel posible, con el agua abriéndose paso a una velocidad de vértigo en unos cauces estrangulados por la actividad humana. Arrasándolo todo. El horror del 29-0.

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