Opinión | Trencar l'enfit
El dúo Vilaplana y Mazón: un año repleto de mentiras
El tándem del Ventorro continúa sin decir la verdad, doce meses después. Ni él, ni ella. Continúan falseando lo que sucedió aquel día pese a que las familias de las víctimas se dejan la voz y las lágrimas pidiéndoles, implorándoles, que cuenten la verdad.

Carlos Mazón y Maribel Vilaplana, en un acto público poco antes de la dana. / LEVANTE-EMV
Cuando iba a la universidad, uno de los muchos y muy buenos profesores de periodismo que tuve a lo largo de los años insistía en que, a la hora de narrar un hecho, trabajáramos siempre con dos ejes clave: los datos y la honestidad. Los datos porque, fríos y resistentes, son la pista que ayuda a comprender y poner luz sobre muchas situaciones en apariencia confusas. La honestidad, porque es la única vía posible, la materia prima necesaria, para acceder al objetivo final de este oficio, que no es otro que contar la verdad. Sin honestidad no hay verdad y sin verdad todo es podredumbre.
Digo todo esto a colación del periodismo y del importante papel que los periodistas y los medios de comunicación valencianos están realizando en estos doce meses tras la dana no solo para narrar lo que sucedió desde el minuto uno, sino para desenmascarar los relatos deshonestos que, también desde el minuto uno, pugnan por conquistar el relato de los hechos. Bulos, manipulaciones, informaciones recortadas, silencios o, directamente, invenciones interesadas han manchado la memoria de lo sucedido y, todavía peor, la memoria de los fallecidos. Desde el minuto uno y para empezar ha habido dos posiciones muy claras: quienes podían demostrar todo lo que defendían con datos y quien no. Eso, para empezar. Luego, estaban quienes, pese a no poder explicar todo su relato con pruebas, mantenían una cierta coherencia en el mismo y, por último, los que no solo aportaban un 'desficaci' de relato, sino que, además, lo iban explicando, montando y desmontando a trozos, en un burdo intento de ocultar información relevante para la sociedad. Porque saber qué hacía, dónde estaba y por qué no tomó medidas ni estuvo presente cuando tocaba el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, en la peor catástrofe que ha vivido el pueblo valenciano en décadas, es relevante. Muy relevante.
Desde hace meses sabemos dónde estuvo y con quién. Estuvo comiendo con la periodista Maribel Vilaplana en el restaurante el Ventorro de València desde las 15 hasta las 18.45 horas y luego fueron, juntos, hasta el parking de la Glorieta Paz. Cuando el agua del barranco de Poyo ahogaba a decenas de personas en l'Horta Sud y varias personas habían perdido la vida horas antes en varias comarcas valencianas, el presidente y la periodista caminaban con total tranquilidad por las calles del centro del Cap i Casal. Y lo de tranquilamente no lo digo yo. En su segundo comunicado, Vilaplana explica que no vio inquietud en Mazón pese a las numerosas interrupciones telefónicas que empezaron a producirse en un cierto momento y sobre las que ella tampoco preguntó. Ni vio, ni oyó, ni habló, ni nada. Algo complicado para una periodista, la verdad. ¿Como mínimo un '¿va todo bien?', no? Aunque parece ser que ella tampoco estaba especialmente preocupada por el exterior o, al menos, no lo expone en ninguno de sus dos comunicados pulcramente elaborados.
Un exclusiva que lo gira todo
Pero esto no queda aquí. Este fin de semana, en una exclusiva de Joan-Carles Martí y Alfons García en Levante-EMV, nos hemos enterado de que el tándem del Ventorro continúa sin decir la verdad, doce meses después. Ni él, ni ella. Continúan falseando lo que sucedió aquel día pese a que las familias de las víctimas se dejan la voz y las lágrimas pidiéndoles, implorándoles, que cuenten la verdad. Y hablo en plural porque es obvio que los silencios son compartidos. También la confusión y contradicciones que generan con sus relatos. Hace apenas unas semanas, la periodista hacía público un comunicado en el que, libremente y por voluntad propia, exponía una versión de los hechos más extensa pero que que, de nuevo, ha resultado estar incompleta. Ni entonces se separaron en el local y cada uno hizo su camino, ni ahora sabemos todo lo que sucedió después de que acudieran juntos al parking. Y para ser sinceros, a cualquiera le daría lo mismo si no fuera por la tremenda falta de humanidad hacia las familias de las víctimas, los constantes intentos de burla y las mentiras que todavía ahora se mantienen desde Presidencia para sostener un relato que se hunde en el barro a cada segundo que pasa. Señores, no se sostiene nada de nada, ni su relato de paseo virtual hasta al Palau de la Generalitat ni la más de media hora en blanco en el teléfono de Mazón en la tarde en la que casi ningún ciudadano de a pie estuvo, por miedo y preocupación, ni un minuto incomunicado. Era imposible. Lo que estábamos viviendo era lo peor de lo peor. Ni en nuestras peores pesadillas. Y sostener eso, es ser cómplice.
El próximo lunes, Vilaplana comparecerá como testigo ante la jueza de la dana, Nuria Ruiz Tobarra. En Catarroja tendrá que responder a todas las preguntas que las partes le formulen y, por primera vez, en todos estos meses, deberá decir la verdad y nada más que la verdad. Esa verdad que tanto habría ayudado a las familias a llevar su pérdida con menos carga, rabia y sensación de menosprecio y esa verdad que, como es bien sabido, acaba siempre saliendo a la luz. Y más en estos tiempos.
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