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Opinión

A la altura del recuerdo

La pasarela que cruza el Túria, convertida en símbolo de la solidaridad tras la dana.

La pasarela que cruza el Túria, convertida en símbolo de la solidaridad tras la dana. / Germán Caballero

“En medio del invierno aprendí, por fin, que había en mí un verano invencible”. Albert Camus escribió esa frase pensando en la resistencia humana cuando todo se desmorona. Es un pasaje que también describe la historia de nuestro último año: la de miles de personas que, desde el dolor, encontraron fuerzas para seguir adelante. Una energía discreta, nacida del coraje, la constancia y la solidaridad, ha mantenido en pie a la Comunitat Valenciana desde que la dana del 29 de octubre de 2024 nos cambió la vida. Hoy esa fuerza se convierte en memoria, reconocimiento y respeto en el Homenaje de Estado a las víctimas.

Ha pasado un año y la huella sigue presente. En las calles que volvieron a abrirse paso entre el barro, en cómo ha cambiado nuestra mirada al cielo. Pero también en los gestos que sostuvieron nuestras comarcas cuando más frágiles parecían. En las personas que limpiaron sin descanso, las que cocinaron para otros, en el despliegue de más de 40.000 militares, fuerzas y cuerpos de seguridad, en los sanitarios y voluntarios que no se rindieron. Las emergencias dejan heridas, pero también revelan el tejido invisible que mantiene viva a una comunidad cuando todo se tambalea. En mitad del peor invierno, un verano.

El homenaje que acogerá la Ciudad de las Artes y las Ciencias será un acto de respeto y gratitud. No busca clausurar el dolor, sino reconocerlo y transformarlo en una memoria compartida que ayude a las familias a transitar el duelo y poder pasar página. Fue un compromiso adquirido personalmente por el presidente Pedro Sánchez ante los afectados, y se ha organizado con la sensibilidad que merecen: un acto sobrio, con la Casa Real y los familiares como protagonistas principales. Así lo hemos entendido y acordado todas las administraciones.

Ese mismo espacio, concebido como la gran imagen vanguardista de València, hace un año sirvió para organizar la ayuda de miles de voluntarios y vuelve ahora a abrirse para el recuerdo. Hay lugares donde el tiempo deposita capas de sentido y la vida, al rozarlos, deja una huella que los transforma. En Las ciudades invisibles, Italo Calvino hablaba de las “memorias, deseos, signos de un lenguaje” de los que están hechas las ciudades. El pasado sábado, el Teatro Olympia ofreció a las familias un momento íntimo y contenido. Ahora el país entero da un paso más, para transformar esa emoción individual en un gesto colectivo. La memoria necesita comunidad, compañía, presencia. Altura.

Cientos de periodistas de todo el mundo han vuelto para contar esta historia. Lo hicieron entonces, entre el lodo y el desconcierto, y lo hacen ahora, ante el homenaje. Sus crónicas recordarán no solo la magnitud del desastre, sino también la respuesta humana que lo siguió. Para ellos, como para las miles de personas voluntarias que cruzaron cada amanecer los puentes, esta ceremonia les pertenece, en parte. En distintos grados, pero nadie sale indemne de una tragedia que toda España ha llorado: ni quien la sufre, ni quien la observa, ni quien la cuenta.

La altura del homenaje no debe quedarse solo en el simbolismo, sino en un compromiso decidido. Si algo hemos reafirmado en estos meses es que la ciencia es la brújula que salva vidas y que la lucha contra el negacionismo y la desinformación es una de las urgencias de nuestro tiempo. Nuestro país necesita un pacto de Estado contra la emergencia climática que ponga el conocimiento, la planificación y la cooperación por encima del ruido.

Estar a la altura del recuerdo significa no desaparecer cuando se apagan las luces. Seguir al lado de las familias, acompañarlas con hechos y escucharlas, con inversiones y con presencia. Estar cuando el dolor se hace rutina y cuando la vida empieza a rehacerse. Ese es el compromiso que asumimos desde el primer día como Gobierno. No dejarlas solas, seguir aquí hasta que todo esté reconstruido, hasta que cada herida encuentre alivio. Ese es, en el fondo, el sentido del “verano invencible” del que hablaba Camus. Saber que, incluso en plena oscuridad, la luz es siempre más poderosa. Y que seguiremos aquí, junto a las familias, viéndola renacer.

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