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Opinión | Bolos

Director de Levante-EMV

El Estado y el funeral

El homenaje debía cerrar simbólicamente el duelo

Una niña porta a su perro en una calle con múltiples daños de l'Alcúdia tras la dana.

Una niña porta a su perro en una calle con múltiples daños de l'Alcúdia tras la dana. / Germán Caballero

Ningún día mejor para recordar que la noción de Estado implica la garantía de derechos y bienestar social. Aunque su estructura clásica —población, territorio y poder soberano capaz de evitar el caos— permanece, sus funciones han evolucionado en España hacia un modelo compuesto, donde la autoridad política se distribuye entre el Gobierno central y el autonómico.

Un año después de la dana del 29 de octubre de 2024 que devastó buena parte de la Comunitat Valenciana, el Estado celebra hoy un funeral en memoria de las víctimas. El acto, solemne y necesario, llega tarde, como casi todo en esta tragedia. Pero si algo ha quedado patente en estos doce meses es que las administraciones implicadas aún no han aprendido a coordinarse cuando el país se inunda, en sentido literal y figurado.

Las familias de las víctimas necesitaban este gesto, pero también reclamaban ayudas ágiles, reconstrucción y certezas. Lo primero llega hoy; lo segundo continúa pendiente. Entre ministerios, conselleries y ayuntamientos se han extraviado expedientes, plazos y hasta responsabilidades. La burocracia, una vez más, ha levantado diques más altos que el agua.

El homenaje debía cerrar simbólicamente el duelo. Sin embargo, el ruido por la batalla del relato ha escalado horas antes, cuando un funeral de Estado debería unir y no exhibir fracturas. El dolor no entiende de competencias.

Desde la Transición, se han celebrado funerales de Estado con la muerte de Don Juan de Borbón (1993), el del 11-M en 2004, el de Leopoldo Calvo-Sotelo (2008): el de Adolfo Suárez en 2014, el homenaje a las víctimas de la Covid-19 en 2020. Y el de hoy, por la dana. Un aprendizaje escaso, pues cada vez que llega la desgracia, reaparece la disputa por los focos.

Hoy habrá lágrimas sinceras. Pero si mañana las ayudas siguen bloqueadas, las obras de prevención se eternizan y los informes se guardan en un cajón, el acto se reducirá a un gesto vacío. Las víctimas merecen memoria, sí, pero también eficacia. Y eso —más que flores o palabras— constituye el verdadero homenaje pendiente.

El homenot Joan Bodí se marchó ayer de vacaciones indefinidas. Él encarnaba, como pocos, el sentido de lo glocal, esa mirada abierta al mundo sin renunciar a las raíces. Minutos antes, Albaida también celebra hoy su particular funeral de Estado.

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