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Opinión | Opinión

València

Mañana en El Ventorro piensa en mí

¿Con qué cara se habrá levantado hoy nuestro buen rey Ricarlos III para afrontar la batalla del funeral de Estado? ¿Cómo se habrá enfrentado al espejo?

Carlos Mazón minutos antes de la declaración institucional de hoy en el Palau de la Generalitat.

Carlos Mazón minutos antes de la declaración institucional de hoy en el Palau de la Generalitat. / Miguel Ángel Montesinos

¿Con qué cara se habrá levantado hoy nuestro buen rey Ricarlos III para afrontar la batalla del funeral de Estado? ¿Cómo se habrá enfrentado al espejo para afeitarse esa cerrada barba nixoniana y lavarse esa boca llena de enormes dientes podridos a fuerza de mentir? Él, que vino a acabar con el invierno de nuestro descontento, provocado por comunistas, pancatalanistas, corruptos, malos valencianos y peores españoles, y lleva un año desaparecido, sin agenda, siendo el blanco de las burlas más infames de la plebe, el hazmerreír del mundo entero.

Un año escondiéndose, ese guaperas cantarín de sonrisa superlativa, trocada su belleza de paladín en fealdad monstruosa, en ser inacabado, deforme, cuya presencia repugna tanto a los humanos como a los perros, que le ladran cuando le ven venir. Esa presencia maldita, esa aparición grotesca que hace justo un año decidió convertirse en un villano y odiar los perezosos placeres de este tiempo, y poner la conspiración en marcha con falsedades, medias verdades, mentiras, embustes y fabulaciones para evitar la cárcel.

Como su pariente Gloucester en la tragedia shakesperiana antes de la batalla en el campo de Bosworth, no habrá dormido bien. La noche habrá sido aterradora, repleta de vientos que aúllan su cobardía y del mismo frío que sale de su gaznate para helar la sangre de las víctimas cada vez que aparece en público para seguir envenenando a la ciudadanía. Y habrá transcurrido llena de fantasmas.

Los espectros perjudicados por su ridícula acción o por su inacción dolosa y asesina. Los espíritus de los 229 fallecidos que, durante su intranquilo sueño, le habrán anunciado que hoy, en el funeral, posarán sobre su ánimo el peso de sus almas abandonadas a la riada. Seremos plomo para tu corazón ¡Desespera por eso y muere, como morimos nosotros!, le habrán dicho.

También le habrá visitado el fantasma de la Verdad. Cuando fui mortal tú traspasaste mi cuerpo sagrado llenándolo de agujeros mortales con cada comparecencia, con cada discurso que pronunciaste, le habrá dicho. Te aprovechaste de mi debilidad en aquellos momentos trágicos anegados de confusión, barro y mortandad y me diste muerte como se la dio tu primo Ricardo al rey Enrique en la torre. Mañana en El Ventorro piensa en mí, caiga tu espada sin filo ¡desespera y muere!

Los miles de manifestantes que claman contra él mes tras mes durante un año y a los que escupe en la cara con la ayuda de sus socios de Vox y sus medios de comunicación repugnantemente manipulados, concentrados junto a su almohada, le habrán dicho: Aunque no nos escuches y pongas toros en la tele seremos mañana el ahogo en tu pecho. El recuerdo de que, hagas lo que hagas y digas lo que digas después de un año de maniobras infames y venenosas jamás obtendrás nuestro perdón.

Los familiares de las víctimas y aquellos que lo perdieron todo. Aquellos que convivieron durante horas interminables con cadáveres de niños en sus brazos, los que no se podrán jamás quitar de la memoria los cuerpos sin vida tirados en calzadas y aceras. Los que se despiertan cada noche gritando por el cuerpo del vecino que se les escurrió de entre las manos para desaparecer tragado por el torrente. Ellos le habrán susurrado en la soledad maldita y hechizada de su alcoba: sangriento y culpable, despierta avergonzado entre llantos y espantos como nos despertamos nosotros y acaba tus días, aunque sean los políticos, en la vergonzosa aparición de mañana.

Tus propios votantes y compañeros de partido claman, al igual que el espectro de Buckingham en la tienda de campaña de Ricardo: Fuimos los primeros que te ayudaron a obtener la corona, y los últimos que sentimos tu tiranía aterrados ante la percepción de nuestro propio futuro lastrado por tu ignominia. Piensa en nosotros, abandona y muere con el terror de tu culpabilidad. ¡Sigue soñando, sigue soñando con acciones sanguinarias y con muerte!

La sociedad valenciana al completo, representada por los voluntarios que bregaron entre el agua, el barro, las ruinas, las enfermedades y la inmundicia te habrá susurrado esta noche, mira nuestras manos sucias de cieno y muerte, observa nuestras caras demudadas por la visión del horror y el sufrimiento de la gente que no tenía ni siquiera agua para beber. Mira, en contraposición, tus manos tan blancas, inmaculadas gracias a los guantes de la mentira y de las estrategias rastreras que tan orgullosamente vistes. Mira mañana tu cara frente al espejo y dinos si también refleja tu negro y podrido corazón, cuyo hedor no disimularán los perfumes ni los afeites que te procuran los fieles que, tarde o temprano, también te han de abandonar.

Hoy te habrás despertado sobresaltado, buscando un nuevo caballo, un nuevo relato, un nuevo disfraz, una nueva mentira para escapar de una batalla que perdiste hace justo un año. Pero no hay rocín ni bruto capaz de cargar con el peso de la indecencia, la vergüenza y la deshonra que día tras día aumenta el peso de tus alforjas y lastra esa nada honorable corona teñida de incompetencia y sangre.

Desespera, márchate, desaparece. No cuentes la verdad, no pidas perdón pero ceja ya en tu enfermizo empeño de seguir gobernando sin la menor muestra de conciencia, empatía, humanidad, sinceridad y honradez.

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