Opinión | En el barro
Espérenme en el Club Crescendo

Destrozos en Sedaví por la dana del 29 de octubre de 2024. / Rober Solsona
Últimamente me ha dado por refugiarme en el Club Crescendo. No lo busquen. Hace mucho que no existe. Pero algo sigue vivo. Últimamente me siento a gusto en las grabaciones de Ella Fitzgerald, Louis Armstrong o Count Bassie en aquel local en el Sunset Boulevard de Hollywood a mediados de los años 50 del siglo pasado. La música es buena, pero lo que más me remueve es el ambiente que puedes escuchar de fondo: las respiraciones, algunas voces, las copas en las mesas... Notas alegría. Habría de todo en el garito, pero yo noto ilusión y ganas de vivir y sentir. Había una cara B en aquellos años 50, había una Revolutionary Road también, pero el flujo era el del lado correcto de la Historia.

Entrada del Club Crescendo en Hollywood. / Levante-EMV
Últimamente me veo como el protagonista de uno de los últimos artículos de Elvira Lindo. Soy ese señor que ya no será joven y que camina por una ciudad que le va arrasando y en la que cada vez le cuesta más estar, como si su idioma no fuera el de los demás. El tipo arrastrado por un mundo hiperactivo empeñado en cada vez ir más rápido y que tampoco puede soltar esa rueda.
La semana ha sido áspera. Un aniversario de una gran catástrofe, la mayor que uno recuerde en estas tierras, es un trago agrio. Y un drama acompañado por una respuesta política que ha ido acumulando errores multiplica la ira. Hace un año mi forma de digerir de alguna manera aquel aluvión de sensaciones fue escribir un diario de la tragedia durante algunas semanas, hasta que el cansancio pudo. Lo releo estos días y me veo (nos veo) en el mismo punto: intentando entender algo. Aunque mirar las páginas (y los vídeos) del periódico de aquellos días, me reconcilia con tantas horas dejadas en una redacción que es algo más que una casa. Sin estar libre de errores, me enseña las señales del mejor periodismo: pequeñas historias, escasos logros y el anhelo de aportar algo a un mundo mejor.
Hoy ya hablarán otros del futuro de Carlos Mazón. Yo he hablado ya demasiado y con la sensación de que son páginas para el fondo del cubo de la basura, para que el caldo de la miseria no traspase. Hoy prefiero reivindicar las historias de gente habitualmente anónima que hacen que esto tan extrañamente jodido y lleno de inseguridades continúe valiendo la pena.
Hoy continúa siendo tan necesario o más que hace 200 años. Hoy que todo está tan roto, casi nada aguanta un examen de dignidad y los algoritmos trituradores del odio dominan el ambiente. Hoy que nos cuesta tanto entendernos.
Hoy que sales de una universidad y te puedes encontrar a un fanático al frente de una turba de alborotadores neofascistas reclamando con violencia su espacio entre las paredes de la razón. Hoy que notas tantos silencios de quienes debían alzar la voz frente a la barbarie. Hoy que los intelectuales comprometidos parecen menos. Hoy que los Milei siguen arrasando en las urnas a pesar de no ser ya un proyecto, sino una realidad enloquecida e histriónica con una motosierra. Hoy que el centroderecha moderno español llama terroristas a los últimos ajusticiados por Franco, aunque en esas filas ‘terroristas’ estaban algunos que después han susurrado a sus oídos, han ocupado cargos e incluso se han corrompido con sus siglas.
Si unes las algaradas de los nuevos radicales con las declaraciones sobre memoria histórica aparece en la línea de puntos la no ruptura con el franquismo de la derecha moderada española. Es la especificidad española en Europa. Marca España de verdad. No obstante, el resultado de la ecuación es bastante parecido, aquí con unas horas de retraso al menos. Y esa realidad que empieza a ser general señala que algo importante está pasando y no lo estamos viendo bien. Los tiempos no se repiten. No ayuda quedarse en lecturas simples de ese cariz. Los años beben unos de otros pero la digestión es distinta. Y por ahora andamos huérfanos de respuestas sensatas. Aparecerán. Y alguien lo contará de una manera o de otra. En unos soportes o en otros. Estaremos en la brecha. Pero hoy, espérenme en el Club Crescendo.
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