Opinión
Fronteras mentales

Manifestación por el 12-O en Barcelona. / Zowy Voeten / EPC
Los que saben de lo que hablan dicen que es una línea dibujada en un mapa que indica dónde termina un país y empieza la xenofobia. Ahora, Natxo Escandell les ha dedicado un libro para intentar entenderlas y explicarlas, para que se olviden las inocencias y caiga sobre ellas todo el peso de la justicia moral. Fronteras. A una parte, ciudadanos de “pleno derecho”, a la otra, el abismo. Pero la delgada línea definirá tanto lo que pasa dentro como fuera, pues cuando más alta es la verja divisoria y más cortantes las vergonzosas concertinas, más cobardías y temores tiene el país que supuestamente se protege de una amenaza exterior. “La frontera hace de criba y crea una articulación entre los sujetos y los sistemas de poder (...) Se ha convertido más en un instrumento que defiende privilegios que no derechos”, arguye Escandell en un ilustrativo libro, “El arte de habitar la frontera”, que supone un manifiesto humanista y humanitario, alejado quizá de la metodología histórica propia de su formación académica para poder lanzar afirmaciones como: “¿No es cierto que el control fronterizo que actualmente se está desarrollando tiene sus raíces en el control de los movimientos de la población colonizada y esclavizada? ¿A quién se le niega sistemáticamente el paso por una frontera internacional? Sí, a quien hace siglos se obligaba a trabajar para la metrópolis”.
“En España hemos sido emigrantes muchos años y eso generó un retorno de riqueza con la que España empezó a generar nuevas posibilidades a los que nos quedamos aquí”, respondió el expresidente de la Generalitat Alberto Fabra. Sin tacticismos políticos, sólo humanidad. Los derechos fundamentales deberían ser asignatura trasversal en la política.
Fronteras. Muros divisorios, amenazas arquitectónicas. “La ley funciona así como una espada de Damocles, y su función no es la de expulsar al inmigrante que ha entrado de forma clandestina, sino recordarle constantemente la precariedad de su situación, lo que se supone garantiza su sumisión al orden económico y social”, dirá Alain Morice. Hay que dejar de observar a los y las migrantes desde parámetros de utilidad para el país receptor. La inclusión no puede estar sometida a la desigualdad y, con ella, a la explotación. Derribemos la frontera de la dominación. Las fronteras se heredan y la discriminación también (escribe Escandell) pero ni la una ni la otra son eternas. Son construcciones materiales que pueden caer pero primero hay que destruir las fronteras mentales.
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