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Opinión | En el barro

València

No cabe más odio, señor 'expresident'

Carlos Mazón, ayer, en la declaración en el Palau de la Generalitat

Carlos Mazón, ayer, en la declaración en el Palau de la Generalitat / Francisco Calabuig

Las tres virtudes romanas clave eran auctoritas (autoridad moral gracias a la experiencia), gravitas (sentido de la responsabilidad) y dignitas (reputación y honor). Un viejo político conservador decía ayer en privado que no veía esas características en los dirigentes actuales de esa parte del arco ideológico valenciano. Ni en los que se van ni en los que presentan credenciales ahora.

Tras la declaración institucional de Carlos Mazón, me bajó por el esófago algo parecido a lo que me dejó el partido del Valencia ante el Real Madrid el sábado pasado: una sensación de ridículo colectivo. ¡Vaya imagen en los momentos importantes!

La catástrofe natural ya era lo bastante superlativa como para este año que nos ha venido encima, donde se ha alimentado la polarización y el odio a partir del intento, largo y sostenido, de trasladar las responsabilidades al Gobierno de España. Hasta ayer mismo: lo que Mazón y su ejecutivo hicieron mal fue porque la otra administración falló. Como si la realidad no fuera tozuda: el primero de los valencianos no estuvo el día en que era más necesario en décadas un president. Ese error no tiene arreglo. Todo lo bueno que se pueda decir de su gestión anterior no contrarresta el peso de esa ausencia. Tampoco los errores, que los hay, del Gobierno de España. Así ha sido.

La pregunta que ayer recorría esta redacción es si estaríamos hablando ahora de la dimisión si en el funeral de Estado las familias de las víctimas mortales no hubieran levantado su voz contra el dirigente popular. O si Mazón no hubiera acudido. O si Alberto Núñez Feijóo no hubiera estado allí. No es intención cebarse con el árbol caído, pero la ciudadanía no merecía un broche a esta etapa como el de ayer. No, porque en lugar de cerrar un ciclo exhibiendo la dignidad que necesitan el cargo y la institución, se va sembrando más enfrentamiento y odio. Ahí queda esa frase: “El ADN de la izquierda es aprovechar las muertes”. En la trinchera hasta cuando ya ha caído. ¿Serà precís? No parece la reflexión de alguien que quería renunciar. Lo hará por otros, pero uno diría que no por él. ¿Este es el legado para el que venga, sobre todo si es quien hasta ahora ha sido su segundo en el puente del mando del PPCV, además de amigo y persona de confianza?

No parece que le haga un favor a Pérez Llorca con una despedida tan agria y ausente de empatía, porque si al final el elegido es el hasta ahora escudero (siempre que Vox quiera), él sabe que su primera misión ha de ser normalizar las relaciones institucionales (con las víctimas, con el resto de administraciones y con los otros partidos). Si no, todo parecerá una burda operación de trilerismo.

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