Opinión | Bolos
Firmando bajo la dana
Mientras fuera la dana no entendía de horarios institucionales, en el célebre restaurante el protocolo seguía su curso con digestiva normalidad

El president en funciones, Carlos Mazón, en la reunión del Consell en Alicante tras su dimisión. / EFE/Pep Morell
La extensa sobremesa entre Carlos Mazón y Maribel Vilaplana en El Ventorro da para mucho más que una película de tarde dominical. Imagino que los responsables de À Punt ya estarán preparando los primeros guiones, porque, aunque seguimos sin saber dónde estuvo el president interino durante una hora —entre las 19:00 y las 20:00—, ahora sabemos que firmó documentos en un reservado del célebre restaurante.
Documentos. Una palabra aparentemente inofensiva, pero súbitamente inquietante. No es extraño que sorprendiera a cualquiera, incluso a una periodista, que un camarero interrumpiera la comida para entregar al president un sobre “con papeles para firmar”. Mazón los rubricó tras leerlos, entre plato y plato. Mientras fuera la dana no entendía de horarios institucionales, dentro el protocolo seguía su curso con digestiva normalidad.
George W. Bush firmó leyes y decretos en su rancho de Texas durante sus vacaciones, lo que desató un intenso debate sobre la falta de ceremonial institucional. La Oficina del Asesor Jurídico de la Casa Blanca confirmó, ya en la administración Obama, que la validez de una firma presidencial no depende del lugar físico, siempre que se garantice la autenticidad y la custodia del documento. ¿Es también este el caso? Lo que sí generó causas judiciales en Estados Unidos —con Trump como protagonista— fue llevarse documentos confidenciales tras dejar el cargo.
La escena de un presidente firmando mientras el temporal lo devastaba todo evoca la imagen del poder refugiado, ajeno al desastre exterior, ocupado en su propio papeleo mientras la gente se hunde. Un sobre, una firma, un restaurante: tres detalles que condensan la distancia entre la realidad que padecen los ciudadanos y la que habitan algunos gobernantes, especialmente en el caso valenciano este último año.
Lo insólito no es que Mazón firmara unos documentos, sino que lo hiciera mientras, a pocos kilómetros, había personas a punto de ahogarse. La política no se mancha por lo que hace, sino por lo que transmite mientras lo hace. Que las acusaciones en la instrucción del juzgado de Catarroja reclamen esos papeles resulta comprensible. Qué eran, de quién provenían, por qué había que firmarlos en un restaurante y no en el Palau. Preguntas básicas.
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