Terminaron las palizas televisivas de Navidad, y ya podemos ser menos buenos porque las celebraciones familiares, con abundancia de sofá y televisión, nos hicieron santos. Hoy ya se puede hablar, por ejemplo, del Urrutia comentarista de los partidos de fútbol de Canal 9, que semeja un becario en estos temas por su escasa entidad como narrador. Es una verdadera paliza escuchar sus peroratas, donde a falta de ingenio narrativo se dedica a repetirse como el alioli, incidiendo en datos que no interesan, nombrando a cada jugador siempre con sus nombres y apellidos, y gracias que no da también el número de sus DNI, y releyendo constantemente el dosier de prensa suministrado. Está haciendo buenos a Picornell y otros antecesores en la labor. Uno tiene que huir a buscar otros canales retransmisores del partido, aunque sean en catalán, pero más coherentes y digeribles. Por el contrario, uno celebra que la TVV haya pasado a Victoria Maso al informativo del primer canal, ascenso merecidísimo, porque la chica vale lo que pesa? y lo que pesará. Y hoy reaparece, al fin, María Abradelo en la casa de la que nunca debió salir. Sin embargo, mucho me temo que el programa no sea el adecuado, porque sólo su título, El picú, ya provoca multitud de sospechas. Deseo que María, excelente profesional, salve el tipo, que lo tiene perfecto, y salga adelante. A mí, los estrenos de Canal 9 me aterran y son un enigma siempre. Casi tanto como las sórdidas historias que Iker Jiménez nos cuenta en ese Cuarto Milenio de la Cuatro, programa de horrores, pero no horrendo sino todo lo contrario, y al que no se le presta toda la atención que merece por su sobrecogedor, macabro, pero atrayente y magnífico contenido.