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Opinión

El Edicom, Patraix y el xiquet de Llanera

En silencio, escondida entre la vorágine de bloques de viviendas funcionales que proliferaron en los años sesenta, la Plaza de Patraix, cerca del viejo hospital de Jesús, traslada al paseante al sabor de principios del siglo XX. Casas de planta baja, balcones y puertas anchas, tejas morunas y bares que fueron casinos de vida social entre las gentes de l' horta. Lugares donde, por aquellos años de principios de siglo XX, se comentaban las partidas de pilota en sus calles, con un equipo que llegó a destacar tanto que nadie era capaz de derrotarlo. Allí, en 1889, antes de que el fútbol irrumpiese avasalladoramente, se anunciaban partidas con afamados jugadores y con apuestas que superaban las mil pesetas de una época en la que los jornales se cobraban en reales. Información que recogen Recaredo y Víctor Agulló en su imprescindible libro dedicado a la prensa del siglo XIX y en el que, con un poco de paciencia, puede constatarse la gran cantidad de partidas que en la modalidad de Galotxa se disputaban en pueblos del interior y también de la costa.

En Patraix nadie les ganaba hasta la llegada de Emilio Revert, el Xiquet de Llanera, según confesaba en Pelayo un viejo del lugar hace más de cincuenta años a otro aficionado de memoria prodigiosa que todavía vive. Llanera debería ocupar destacado pedestal, aunque fuese una simple fotografía, en cualquier museo de pelota, no de València, sino del mundo entero. Pero ni eso, ni una simple fotografía merece quien fue el héroe deportivo de los valencianos del primer tercio del pasado siglo, si consideramos un detalle incuestionable: se jugaba a pelota en las calles de todos los pueblos valencianos; el jugador de Llanera era el más solicitado y el que más dinero ganaba con la pelota de vaqueta. Y el que cualquier niño de cualquier pueblo quería imitar. El pelotari del que el Tio Suret de Carlet, padre de una saga de grandes figuras, dijo una vez a su hijo Antonio: «Ni tú ni Ruiz juntos le hubiéseis llegado a la suela de los zapatos?».

En Patraix se acaban de celebrar sus fiestas populares y, salvo error u omisión, nadie ha considerado la posibilidad de que una partida de pelota, sólo una, se ofrezca en su programa como tributo de homenaje a aquellas gentes que en tiempos de Blasco Ibáñez cultivaban el deporte que, en València y en otras muchas partes de España, era el más popular. En Patraix se han olvidado del deporte que en otros tiempos levantaba pasiones. No les culpemos. Es olvido generalizado. Sólo unos cuantos pueblos siguen fieles a la Galotxa como puede comprobarse en el Edicom en plena disputa entre silencios y olvidos, entre indiferencias maltratadoras. Y de entre ellos, Quart de les Valls es el que mantiene el tradicional juego en la calle, con casas de planta baja, balcones y rejas, como en la plaza de Patraix. Allí, en aquella ventana y con su reja, ofreció grandes tardes el Xiquet de Llanera. En Quart de les Valls, antes del legendario pelotari jugaron, en 1902 Hilario el Tramusser, el Fusteret de la Llosa y Matronet de Quart contra Mendoza de Paiporta, el Nel de Murla y Font de Ondara, según publicaba la prensa de la época. ¿Habrá o no habrá historia grande de la Galotxa en el Carrer de València del pequeño pueblo del Camp de Morvedre? Así es que, bien merece Quart de les Valls y los pueblos que participan en el Edicom, el reconocimiento por su fidelidad, a prueba de sinsabores.

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