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Va de bo

Melancolías y sueños en Pelayo

Una partida en el trinquet de Pelayo. mao

La publicación de la historia de siglo y medio del Trinquet de Pelayo, en la que además de los Agulló, autores de la magna obra, han colaborado un sinfín de gentes de la cultura y el deporte valenciano, ha reivindicado el papel vertebrador que para la lengua y la cultura ha tenido este recinto. Desde los tiempos del Tramusser, Ferreret, Moya, Chufa y Cames, protagonistas de la partida inaugural, a los de Soro III o Puchol II, Pelayo ha estado considerado el lugar referencial, el centro donde cualquier pelotari estaba obligado a triunfar si quería ser reconocido como figura de este deporte.

La decadencia de Pelayo fue paralela a la monopolización del mundo profesional por una empresa que controlaba la agenda de los pelotaris, dictaba las normas reglamentarias y programaba competiciones. Algo que sigue haciendo la Fundació, eso sí, con mejor criterio profesional y absoluta transparencia.

Pelayo, ya en tiempos de Arturo Tuzón, quedó atada de pies y manos, sin capacidad de crear, proponer y anunciar las partidas que pudieran atraer a más aficionados. Hasta entonces era la que marcaba las pautas referenciales y la que exigía a las figuras compromisos y fidelidades a cambio de unos ingresos generalmente más generosos que los que solían percibirse en otros trinquetes de otras comarcas. Pelayo decayó inexorablemente, entre impotencias e indiferencias. Su muerte se anunciaba muy próxima. Hasta que llegó la figura, nunca suficientemente valorada, de José Luis López. El mecenas que ha salvado con sus avales el cobro de los pelotaris profesionales cuando Val Net entró en suspensión de pagos y el mismo que colabora generosamente como uno de los patrocinadores principales de la Fundació. La persona que no dudó en adquirir la propiedad e invertir en la reforma integral del trinquet, imposible de pensar tres años antes. Siempre con su dinero por delante. El mismo que ha colaborado con clubes y que ha creado las bases que permiten hoy, al igual que ayer, que la Generalitat Valenciana presuma de disponer de una Selección Valenciana de Pilota. Conviene recordar esas evidencias en tiempos en los que hay tantos deseos de adanismo, de creerse pioneros. Aquí no se ha inventado casi nada y habrá que reconocer que algunas o muchas de las cosas inventadas no han sido especialmente exitosas. Por ejemplo, el monopolio, siempre negativo en toda clase de economías.

Tras aquella euforia de la rehabilitación y salvo momentos muy puntuales, la verdad es que el público no ha respondido a las inversiones en el trinquete que fue referencial. Muchos empiezan a preguntarse cuál es el futuro para Pelayo y para otros muchos trinquetes. No hay más futuro que apostar por la libertad creadora, por la apuesta innovadora. José Luis López, con más de 70 años, sigue soñando. No da la batalla por perdida a pesar de ingratitudes, e indiferencias. ¿Qué hacemos con las actividades de promoción escolar en este trinquete que han permitido conocer este deporte a cientos de colegios valencianos? ¿No hay un mínimo presupuesto? ¿Habrá convocatoria para el próximo curso?

En el terreno estrictamente promocional bullen ideas. Hay un proyecto dirigido a crear conciencia de que Pelayo es de todos y cada uno de los pelotaris y aficionados valencianos. Que sus paredes pertenecen sentimentalmente a la colectividad del Juego de Pelota. En el plano estrictamente deportivo el propietario no piensa decaer, ni arrinconarse, ni resignarse a un papel secundario. Quiere que el recinto donde se exhiben los rostros de los grandes ases de la historia albergue los duelos más atractivos, los que apasionan a los aficionados, aquellos capaces de arrastrar a cientos de espectadores. Proyectos y realidades que esperan superar esa tendencia tan proclive al "meninfotisme" valenciano. José Luis López es hombre soñador, incapaz de encerrarse en melancolías.

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