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Una foto, un símbolo, un proyecto

Una foto, un símbolo, un proyecto

Un chaval vasco y otro valenciano observan entusiasmados la partida grande del Campeonato de Jóvenes que se disputa en Moita, una cercana población a Lisboa. En la inmensidad del patio de deportes de un instituto de secundaria, bajo un sol de justicia, los jóvenes valencianos y belgas se entregan con apasionada entrega en busca de la victoria. Chavales llegados desde La Marina, La Safor, La Plana, La Ribera o l'Horta buscan con pasión la victoria.

En la grada, un joven valenciano intercambia su señera con la ikurriña que porta el joven vasco. Ambos se abrazan mientras animan al unísono con entusiasmo juvenil para que los valencianos consigan el triunfo frente a los belgas. Igual ocurre entre chicas vascas y valencianas. Unos lucen orgullosos la señera, hablarán entre ellos la lengua enseñada por sus madres; los jóvenes vascos hablan en la lengua de sus «ama», y lucen orgullosos la bandera de su nación. Y en Moita, como en Colombia, o en Holanda€ siendo profundamente vascos y profundamente valencianos, se sienten cercanos. Con toda seguridad unos y otros, desde el respeto a su identidad y a su nación sentimental, construyen una amistad natural. Porque les da la gana, porque así lo quieren libremente. Y se comunican a través de una lengua, en este caso la castellana, que les permite expresar sentimientos compartidos con más de cuatrocientos millones de personas en todo el mundo. La selección vasca luce su escudo y su bandera en las competiciones de una Confederación Internacional que entiende de diversidades y que construye su edificio en uniones libres. La pelota a mano no es un deporte olímpico y no tiene ninguna necesidad de estar sometida a reglas impuestas por Estados creados cientos de años después de que ya hubiera encuentros entre naciones pelotísticas. En España ya hubo duelos entre la nación vasca y valenciana en Cartagena, en el siglo XVIII o en Madrid, en el XIX; en tierras valonas de Tounais, ya hubo duelos entre prisioneros españoles y valones en tiempos de Napoleón; también entre flamencos y valones€ antes de que fronteras artificiales crearan Estados artificiales.

Un grupo de chavales valencianos ayudan a proteger sus manos a otro grupo de chavales portugueses antes de comenzar el encuentro de Llargues, que aquellos chavales de la patria de Magallanes practicarán por primera vez. Los jóvenes lusitanos que hacen el esfuerzo de expresarse en español- todos los portugueses que uno conoce intentan hablar en español - les piden que firmen encima del esparadrapo protector. Para ellos, los valencianos son un ejemplo a seguir€ Probablemente los pueblos cercanos a la mar tienen miradas abiertas, tolerantes, integradoras€ Quizás por eso vascos y valencianos ayudan a preparar las canchas al aire libre.

Toda la pasión encendida en cada duelo de Llargues, de Internacional, de Pelota Portuguesa (al mismo nivel de reconocimiento que las modalidades comunes) o de One Wall se convierte en pasión de agradecimiento y abrazos de emoción en la ceremonia de premiación. Cuatro días de convivencia, de humilde aportación a la solidaridad y al encuentro entre jóvenes europeos llegados desde tierras italianas, holandesas, belgas, vascas, portuguesas o valencianas. Y uno, reflexiona, y concluye que sólo desde el respeto a las identidades sentimentales, es decir, de identidades naturales puede construirse una sólida unidad. Es lo que intenta, con todas las carencias que puedan imaginarse y más, la CIJB.

Y esa foto de los jóvenes valencianos y vascos es la lección que deberían aprender los que sólo saben enredar para medrar.

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