El Trofeo Moscatel, con más de medio siglo a cuestas, bajó ayer el telón. Hemos asistido durante cuatro días al mejor espectáculo que la modalidad de galotxa ofrece cada verano. Aquí, en este recinto, en esta modalidad, todo pelotari puede desarrollar la totalidad de sus cualidades. Puede rematar el quinze si la fuerza de su volea le permite lanzar la pelota a las galerías, que se levantan más allá de los setenta metros. Puede ganar el quinze desde la pared de un rebot, jugando de volea, o de difícil rebote, y lanzando la pelota a la galería contraria. Es la jugada que levanta a los espectadores de sus asientos en un intento de acompañar la pelota hacia las alturas de la gloria. En este Trofeo Moscatel, además de gozar de la potencialidad no adulterada de cada pelotari, hemos disfrutado de la comprobación científica del concepto de la fuerza de la elasticidad en este deporte.

Dícese de la elasticidad que es la propiedad de un cuerpo sólido por la cual se estira sin romperse para volver a su estado original. Quien tuvo el privilegio de ver a Marc el pasado sábado en la partida reservada a los profesionales, puede entender ese concepto. Marc, que es goma esquelética, se estira y se encoje, se amolda a la dificultad de cada pelota para restarla en posiciones inverosímiles para cualquier cuerpo sólido. Parecería imposible jugar «per dalt» una pelota que apenas levanta unos centímetros del suelo si no fuera porque allí aparece la elasticidad aplicada al cuerpo humano para restarla con tanta o más fuerza que llega. Que el rebote hace un extraño y el brazo necesita ganar recorrido, allí aparece la mano que levanta y resta la pelota sin alcanzar a comprender cómo pudo ocurrir eso. Pero Marc lo hace con la derecha, con la izquierda, por arriba y por abajo. Marc rompe los esquemas de la ortodoxia gracias a su elasticidad. Nunca había pisado una cancha de pelota con esa propiedad que parece sobrenatural. Algunos piensan si alguna vez su brazo llegará a la galería contraria antes que su pelota pero ya sabemos que ha sufrido una lesión importante, ha estado meses apartado de las canchas y ha vuelto con más elasticidad y más criterio que antes. Puede destrozar a cualquier rival y desde luego convertirse en un número uno. Ha sido el gran triunfador del trofeo Moscatel. Acompañado de la sabiduría de Raúl destrozó a Soro III y Pere por 70 a 25.

En la final de clubes, jugada ayer tarde, otro pelotari de potencialidades enormes como Guillermo de El Puig disfrutó como pocas veces del poder de su juego. Tuvo en el resto de Martí a un pelotari soberbio, jugador de criterio y de potencia. Y el local Jose estuvo perfecto pues pelota que tocó, pelota que hizo quince. El saque de Cano ayudó al triunfo de Godelleta frente a la poderosa formación de Montserrat que anduvo a remolque. Hubo de soportar las acertadas embestidas de sus rivales. Oscar, base del equipo, pareció acusar el esfuerzo de la semifinal. Se cerró el torneo con la mejor entrada, esperanzadora, y el resultado final fue de 70 a 30 a favor de la formación local.