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Va de bo !

Juliet o el valor de los sentimientos

Retrato de época de Julio Palau Lozano, el incomparable Juliet d'Alginet. levante-emv

José María Orquín, menudo, flaco, asmático por el tabaco que lo consumía, fue uno de los últimos pelotaris del trinquet de San Juan en la República Argentina. Aquel valenciano emigrante de Beniopa nos confesaba una noche a las faldas del Aconcagua que «el que més vaig trobar a faltar en la Argentina, era el joc de pilota, el sobaquillo de Juliet. Quan trobí el trinquet de San Juan i la gent que parlava valencià vaig respirar». Sí, aquel que posteriormente fue el primero de los maestros del nuevo trinquet de San Juan, hoy abandonado, recordaba cosas de su tierra valenciana, y entre ellas, la figura de Julio Palau Lozano, Juliet d' Alginet. Tal fue el impacto sentimental que entre los aficionados tuvo el pelotari que llegó para dignificar este deporte.

Se nos fue Juliet hace cuatro años, a la media tarde de un sábado de noviembre, la hora del sudor frío de Lorca. Y la pelota de vaqueta lloró de honda pena sin querer ver las pálidas y frías manos de quien la acariciaba cada tarde en los trinquetes valencianos. Y el cuerpo de Julio Palau Lozano, de aquel que fue calificado como «tot un home», con todo lo que ello significa en la lengua mamada de las madres valencianas, no se quedó solo en aquel nicho oscuro y estrecho de Bécquer oyendo caer las lluvias monótonas, el soplar de los vientos y sintiendo el invierno helar sus huesos. Juliet sigue vivo porque está presente en cada rincón del corazón de todo aquel que se sienta aficionado a este deporte. Y está vivo en sus nietos, que este jueves encabezarán dos poderosos tríos en el trinquet de su pueblo en la partida que honra la memoria de este gran maestro del deporte valenciano. Julio Palau formará trio con Pere y Santi mientras que otro nieto, Salva Palau jugará con Javi y Raúl.

Historias como la de Jose Maria Orquín, aquel emigrante que añoraba a Juliet; la propia biografia deportiva y humana del gran maestro de Alginet, el hecho de que sus nietos se calcen los guantes y el pantalón blanco de largo, en el trinquet donde se abuelo derrotó por primera vez al Xiquet de Quart; la pelota de vaqueta que llena sus gajos con lágrimas de honda pena nos hacen pensar en la grandeza de este deporte, que afortunadamente nunca entrará en considerar las fuerzas productivas, las plusvalías y los crecimientos. La pilota es tradición, que es todo aquello que no es moda o volatilidad.

Es decir, la tradición es lo que sobrevive. Por eso la Pilota no puede conformarse con ser olímpica, que ya lo es en esencia y en historia aunque no aparezca en programaciones condicionadas por criterios mercantiles. Ser un deporte olímpico a costa de arrinconar o menospreciar lo diferente sería vender este deporte a los mercados. Vender sentimientos. Y yo no conozco cosa grande que se haya hecho en la humanidad que no haya sido gracias al valor incalculable y eterno de las emociones.

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