es famoso aquel cuento de "La Karaba" de Juan Valera que estudiábamos en el viejo bachillerato. Relataba el ingenio de un viejo gitano andaluz para ganarse el sustento en la feria de Mairena. Allí, bajo un cartel que anunciaba «La Karaba. Se ve por cuatro cuartos», y atraídos por la curiosidad, convencidos de que iban a ver un animal rarísimo traído del centro del África o de lejanas regiones, hombres, mujeres y niños acudían a la tienda, pagaban la entrada y se encontraban con una mula muy estropeada y muy vieja. El gitano tenía preparada la salida: «Pues por eso es la Karaba, porque araba y ya no ara».
Aquel viejo andaluz fue el precursor, sin saberlo, de las actuales fake news, eso sí, con mucho más ingenio que las que tenemos que soportar en ese totum revolutum de la cuantiosa desinformación y manipulación que circula a cada segundo por las redes del planeta.
El festival de esta tarde en Pelayo es un ejemplo. No de mulas viejas y gastadas, ni de engaños ocurrentes pero sí de ingenio chispeante, avispado y sobre todo, clarividente del responsable de turno. Se trata de ayudar a una causa solidaria como la que propone la Fundación Adelante África que construye escuelas en el centro del continente africano y a la que tan vinculada está el propietario de la empresa de Pelayo. Y ante un empeño tan noble no cabe engaño ingenioso. Cabe la perspicacia de combinar a primeras figuras de un deporte serio y noble como el Joc de Pilota. Y vaya si lo han conseguido. La novedad: una primera figura del raspall, el campeón, se atreve a jugar a Escala i Corda en la catedral de este deporte. Lo nunca visto. Lo hace arropado, eso sí, por uno de los primeros «mitgers» de la especialidad, Félix, y con la posibilidad de hacer el dau a la manera de cómo realiza el saque en su modalidad preferida. En el raspall el saque es libre. Aquí ha de superar la altura de la cuerda central, impedimento que no parece asustar en exceso al de Barcheta.
Moltó y Félix se miden a Puchol II, una de las primerísimas figuras de la Escala i Corda que estará compañado de un mitger, Seve, de calidad contrastada en el Raspall pero que se enfrenta al muro de la cuerda central. Es toda una incógnita cómo responderá. En todo ese ingenioso guiso radica lo atractivo de la tarde. Vemos, en lo más cercano posible a una igualdad de condiciones, a los ases de Escala i Corda y de Raspall. Hay que ser gitano viejo en las artes de la magia combinatoria para ofrecer un plato tan sugerente. Duelo que estará precedido, además, por una partida de raspall femenino, cada vez más popular.
