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El frontón y su esperanza

El frontón y su esperanza

El frontón se hizo valenciano cuando transformó la monotonía en alegre variedad; cuando hizo de los golpes de fuerza física una danza artística con rebotes. Encerró los frontones junto a los bares y casinos como una oferta más para el entretenimiento de las gentes. Espectadores y jugadores amantes de esa sensación, alguien la calificó como erótica, que es la caricia de la mano a la blanca pelota que exhibe su belleza y rebota en las paredes como alegre bailarina ansiosa por ser admirada. El frontón, que es juego de pelota tan antiguo como el que más, pues sólo se requiere una pelota, unas manos y una pared, ha sido el deporte de los pueblos de toda España, en una variedad u otra, pues no ha habido lugar que no haya contemplado a muchachos disputar en las paredes de las iglesias, en muros levantados por los fornidos brazos de las gentes labradoras, y concentrar cada tarde de domingo, o quizás al salir de la misa, a sus vecinos cargados de pasión, a favor de éste o aquél. No digamos los niveles de emoción que alcanzaban los duelos entre pueblos vecinos.

Se industrializó el frontón en tierras vascas para convertirse en un negocio que acapararon unos pocos. En el resto de España la afición fue decayendo inexorablemente pues nadie se encargó de vertebrar, proponer, ilusionar€Y cuando los pueblos se vaciaron en los sesenta, que no es cosa de ahora, la pelota en todas sus modalidades cayó en la melancolía y el abandono. El fútbol remató la faena al canalizar los sentimientos de pertenencia. Nadie supo en el Juego de Pelota reaccionar. Sólo algunos locos enamorados en unos cuantos lugares desconectados mantienen encendida la pequeña hoguera entre un gélido frío de indiferencias.

Hoy se juega en Almussafes la final del Individual valenciano. La juegan dos chavales enamorados de este deporte y de esta especialidad. De un lado, Pasqual de La Pobla, hijo de pelotari, con tanta afición que construyó un frontón en su propio domicilio. Ahora, desde donde se encuentre, viendo a su hijo triunfar seguro que piensa que aquello valió la pena. El otro, Alejandro de Paterna, es hijo de la hornada del club recuperado en los años ochenta y en el que Aureli López han tenido tanto que ver. Almussafes, lugar de la final, es la patria donde se ha formado De la Vega. Es uno de los santuarios de esta especialidad. Junto con El Puig y Quart de Poblet forman el trío de clubes que más y mejor trabajaban por mantener esta tradición. A Almussafes acudirán los fieles seguidores, los que nunca abandonan, los que acuden como peregrinos en busca del alimento que revitalice su fe en el futuro.

No sé si volverán los tiempos lejanos del Perolero de Pedralba, o los más recientes de Panolleta. Sabemos que gracias al frontón hemos disfrutado de jugadores de enorme calidad como Núñez, de Quart de Poblet, con raíces conquenses. Ahora De la Vega, profesional de la Escala i Corda, encandila como encandilaba en sus inicios en el frontón de su pueblo. Necesitamos que los frontones valencianos se llenen de practicantes. Necesitamos disponer de una instalación para grandes eventos, que podrían organizarse pues es modalidad muy semejante extendida por países de Europa y América. Mientras puedan cumplirse esos sueños, acudan hoy a Almussafes. Es mucho más que una partida.

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