En la hermosa tarde de reencuentros y esperanzas que fue la del sábado en Quart de Poblet varios chavalines saltan a la cancha dispuestos a demostrar sus cualidades en este deporte. El cronista que ha disfrutado de la exposición de recuerdos preparada por Nemesio observa a esos niños y niñas que muestran sus cualidades para raspar con ambas manos. Aurelio les dirige, les mima, sabe que sin ellos toda la grandeza de la obra del club impulsado a principios de los setenta, el único valenciano que se inscribía en torneos nacionales de pelota vasca, todo el trabajo realizado con el impulso de la ilusión quedará para el recuerdo de los más mayores. Y esos niños lucen las camisetas de Caixa Popular. Allá donde hay una oficina de esta entidad se fomenta, se mima, se cuida, se protege todo aquello que pertenece a la cultura propia. Hay una manera diferente de entender el servicio financiero: aquella que une las manos en símbolo de compromiso común. Piensa el cronista que ese servicio también lo es hacia las manifestaciones que nos identifican como pueblo, y el Joc de Pilota lo es. Son muchos los clubes que reciben de Caixa Popular ese aporte humilde pero necesario para la compra de material, de equipajes, para el funcionamiento de ese día a día impregnado de la modestia de quienes entienden que lo importante es sostener la afición entre las nuevas generaciones. Cada uno de esos clubes apoyados por Caixa Popular dispone de una escuela que aporta nuevos pelotaris a torneos de promoción también impulsados por esta cooperativa valenciana, desde los tiempos de Josep María Soriano, hoy presidente de la Fundació de Pilota Valenciana.
El poder financiero valenciano se regaló en años negros de corrupción a poderes más influyentes. La triste historia de la CAM, Bancaixa y Banco de Valencia debería hacernos reflexionar sobre la necesidad de consolidar una estructura financiera que pensara en clave valenciana porque en ello está la supervivencia de todo aquello que merece la pena ser conservado: desde la economía productiva del sector primario y secundario a la visualización de la conciencia de la fuerza de un pueblo que quiere ser y sentirse pueblo. Por eso, esos chavales que el sábado peloteaban y lucían la camiseta de Caixa Popular; las imágenes de tantos clubes que reciben su apoyo; los carteles que recuerdan su presencia junto al deporte heredado de siglos en calles, trinquetes y frontones son pulsiones emotivas que llegan al corazón para recordarnos el valor de lo nuestro. Para señalarnos el camino recto que es aquel que crece desde la humildad, paso a paso, poniendo en valor lo productivo y nunca lo especulativo. Y todo ello con el compromiso firme de una apuesta solidaria, cultural, estrechando menos acogedoras.
La reinauguración del frontón de Quart nos transportó por el camino espiritual de la memoria: de la de aquel Xiquet de Quart, titán que sólo derribó el tiempo y la muerte de su amado hijo por el tranvía que pasaba junto al portal de su casa, a la fusión de culturas deportivas y humanas que representó el inolvidable Núñez, de padre conquense, de Henarejos, y madre valenciana ,de Quart, y que un idus de mayo nos arrebató hará seis años. En el frontón estaban los Abiétar , Zacarías y Juanjo, que guardan la memoria del trabajo de su padre en las tierras de la Manchuela tan cercanas a las valencianas, Aurelio y su hijo Adrían, el riojano Agapito, enamorado de Titín y de De la Vega, un montón de gentes de la serranía valenciana? Y en el centro, en sus respectivos pechos, los niños y niñas luciendo el emblema de Caixa Popular. Algún día, alguien debería reunir a todos los niños y niñas que en sus respectivos clubes lucen ese emblema que une manos acogedoras para hablarles de lo que significa este deporte y animarles a ser hombres dignos de la tierra en la que han nacido y han crecido.
