Sinarcas se encuentra a escasos 20 km al norte de Utiel y se accede con cierta facilidad por la N-330. Su estampa es reconocible a distancia, ya que se ubica al piedemonte de dos montañas parejas, los cerros de San Cristóbal y Carpio, ambos referentes del paisaje sinarqueño. Es el municipio más septentrional de la Meseta de Requena-Utiel, y junto al de Chera, son los únicos que históricamente han pertenecido al Reino de Valencia y no a Castilla. Formó parte del Vizcondado de Chelva y estuvo integrado en la comarca vecina de La Serranía hasta los años 80 del siglo pasado. Fue entonces cuando fue incorporado a la comarca requenense por su mejor relación funcional con Utiel.

Lavajo del Tío Bernardo. David Quixal

Al tratarse de una zona de transición geográfica hacia la serranía de Cuenca, ha tenido carácter de frontera desde la antigüedad. El término linda al norte con Tuéjar, al este con Benagéber, al sur con Utiel y Camporrobles, mientras que su límite occidental está configurado por los municipios conquenses de Aliaguilla y Talayuelas.

Monte y campo: dos unidades geográficas muy diferenciadas

Este municipio de unos 100 km² presenta un marcado contraste paisajístico entre su sector septentrional y el meridional. El norte es abrupto, dominado por estribaciones de la sierra del Picarcho (1.305 msnm) con densos bosques en la zona del Campo de Herrerías y diversos barrancos y ramblas que vierten sus aguas hacia el río Turia. Destaca el río Regajo. Por el contrario, el sur está configurado por un llano similar al que podemos encontrar en otros lugares de la Meseta de Requena-Utiel, delimitado por la sierra de Aliaguilla, al oeste, y la de Utiel, al este. En él nace la rambla de Ranera, denominada posteriormente rambla de La Torre, afluente del río Magro. No obstante, pese a esta fisonomía de llano, forma parte del altiplano, con unas altitudes que oscilan entre los 800 y 900 msnm.

Estela de Sinarcas. Museu de Prehistòria de València.

Los usos del suelo también son razón del contraste paisajístico. En el norte predomina el monte, llegando a ser una continua masa forestal, hasta tiempos recientes. En el sur, por su parte, se concentran los campos de cultivo, en los que predomina el secano, con escasa superficie destinada a huerta. Se trata del dominio de la vid y los cereales (trigo y cebada), con creciente presencia del almendro. La ganadería, a su vez, está centrada en el sector avícola de puesta, junto al porcino y una cabaña ovina en retroceso.

Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol. David Quixal

En los confines del territorio ibérico de Kelin

Aunque en Sinarcas hay diferentes yacimientos prehistóricos, sin duda el volumen e interés de los mismos aumenta en época ibérica y romana. Esta área septentrional de la Meseta de Requena-Utiel constituyó uno de los límites claros del territorio de Kelin, una antigua ciudad ibérica identificada en Caudete de las Fuentes. De nuevo, el carácter fronterizo lo percibimos en el patrón de asentamiento pretérito, con bastantes ocupaciones en altura, en especial los poblados fortificados ubicados en los citados cerros de San Cristóbal y Carpio. Aquí se produjo un característico tipo de cerámica con decoración impresa e incisa, que se exportó a otros territorios y regiones ibéricas.

El carácter fronterizo lo percibimos en el patrón de asentamiento pretérito, con bastantes ocupaciones en altura

Uno de los recursos naturales que hacían de esta zona especialmente interesante era el hierro, que fue explotado intensamente de forma diacrónica, algo que ha quedado plasmado en la propia toponimia del lugar. Es el caso del Campo de Herrerías. Su explotación permite entender por qué apareció en este lugar una de las piezas arqueológicas más importantes de la provincia de Valencia: la famosa Estela de Sinarcas. Una magnífica lápida funeraria escrita en ibérico, pero siguiendo cánones de tradición romana; se trata de una excelente muestra de hibridación cultural datada en el siglo I a.d.C., con más de 2.000 años.

Evolución histórica y demográfica

En época medieval habría algún tipo de ocupación musulmana en la zona, tal y como evidencian los diferentes hallazgos numismáticos. Tras la conquista cristiana, pasó a integrar el Señorío de Chelva que ostentaba el infante Jaime de Jérica, recibiendo Carta Puebla en 1304 por parte del hijo de éste, Jaime II de Jérica. A finales del siglo XVI se creó el Condado de Sinarcas, que fue adquirido posteriormente por los duques de Villahermosa.

A lo largo de la Edad Moderna la población osciló entre dos y cuatro centenares, hasta comenzar un crecimiento exponencial a finales del siglo XVIII y, sobre todo, segunda mitad del XIX, en paralelo a la expansión vitivinícola. De esta forma, de los 489 habitantes de 1787 se pasó a 1.349 en 1920 y, finalmente, el pico demográfico de 1950 con 1.642. Desde entonces se ha producido un progresivo retroceso hasta los actualmente 1.105 habitantes; un lento y amenazante goteo de población, en especial de gente joven. Prueba de este retroceso demográfico son toda la serie de despoblados que encontramos por todo el término municipal, como La Urdilla, La Toba, San Marcos, Charco Negro o Lobos Lobos.

Cerros Carpio y San Cristóbal. David Quixal.

Bienes patrimoniales y etnológicos sinarqueños

Los ejes primitivos de la población son las calles Real y Hospital, que configuran un casco histórico con cierta forma cuadrangular. El elemento principal es la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol, cuya construcción comenzó a comienzos del siglo XVII, si bien ha vivido numerosos cambios y reconstrucciones hasta bien entrado el siglo XX. En dicho siglo, la gran arteria que articuló el crecimiento de la población fue la actual calle Román Ochando, que une la Plaza Mayor con la del Ayuntamiento. Desde entonces, el pueblo ha crecido mayoritariamente hacia el sur, en torno a la propia N-330. En la población se han aprovechado notables edificios históricos para la instalación de interesantes museos etnológicos. De este modo, en una antigua casa sinarqueña del siglo XIX hay un Ecomuseo del Hábitat Rural, mientras que en una antigua fábrica de harinas se ha gestado el Museo del Cereal.

Se han aprovechado notables edificios históricos para la instalación de interesantes museos etnológicos

Sinarcas organiza sus fiestas mayores en honor de Santa Úrsula y Santiago Apóstol en agosto, coincidiendo con el crecimiento de población estival. También se celebran hogueras por San Antón en enero, una romería dedicada a San Marcos en abril y la festividad de San Isidro en mayo.

Naturaleza y tradición vitivinícola

Sinarcas puede presumir de un envidiable entorno natural, atravesado por diferentes rutas cicloturísticas, PR-124, GR-238 y senderos locales habilitados. Encontramos parajes naturales con encanto, como Palomarejas, Charco Negro o Las Hoyuelas, a los que podemos sumar los lavajos, pequeñas lagunas que albergan microrreservas de flora. Además, existe un arboreto de 3 hectáreas con especies de la Europa mediterránea. El motor turístico de la localidad es el Centro de Turismo Rural Las Viñuelas, que cuenta con diferentes tipos de alojamiento, restaurante y organiza numerosas actividades multiaventura, enoturismo y rutas.

Y, como no, la cultura vitivinícola está presente en Sinarcas. En 1937 se fundó la Bodega Cooperativa La Protectora, actualmente Bodega Sinarcas, y, además, en la población encontramos otras empresas destacadas como Bodegas Pasiego o Enológica Oleana.