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Al tercer día de que estallara la polémica, el obispo se disculpó. El revuelo mediático obligó ayer al prelado valenciano Reig Pla, titular de la diócesis de Alcalá de Henares, a pedir «disculpas» por oficiar una misa en Paracuellos de Jarama junto a la bandera oficial del Franquismo en el altar y con un atril para el misal decorado con el águila de San Juan. El día anterior, Reig Pla se había limitado a proclamar su «adhesión» a las leyes legítimas del Estado y sus símbolos. Pero sin ningún arrepentimiento ni explicación de por qué no mandó retirar la bandera, como le ofrecieron. Ayer, no obstante, el obispado de Alcalá giró el timón.

En un nuevo comunicado (que en realidad sólo incorpora dos frases al anterior), la diócesis alcalaína afirma que «nada más lejos de la intención del señor obispo que ofender a nadie o confundir a los fieles y personas de buena voluntad, por lo que, además de presentar sus disculpas, quiere aclarar públicamente que ni personal ni institucionalmente se siente identificado con posición política alguna, y lamenta con gran dolor cualquier manipulación al respecto».

El obispo de Cocentaina (ex titular de la diócesis de Segorbe-Castelló) también intentó aclarar, de forma indirecta, algunos puntos de la polémica. Sobre su encuentro en el cementerio de mártires de Paracuellos con el dirigente de extrema derecha Blas Piñar (que le besó el anillo y, según algunos testigos, le dio un emotivo abrazo), Reig Pla apuntó: «La asistencia a dicha eucaristía fue libre, y todo el que lo deseó pudo asistir, saludar al pastor de la diócesis y besarle el anillo».

Respecto a sus palabras en la homilía (Reig Pla dijo que «ésta es la catedral más grande edificada jamás, pues ha sido levantada con la sangre de miles de mártires»; y felicitó a la hermandad organizadora por mantener el lugar «tan hermoso y tan cuidado», pese a los símbolos franquistas), el obispado aseguró ayer que «nada de los realizado o dicho por el señor obispo en la eucaristía o en el responso tuvo connotación partidista alguna».

Antes de la eucaristía del domingo, Reig Pla departió durante dos horas con el historiador José M. de Ezpeleta —cercano a César Vidal y Pío Moa— y con el presidente de la hermandad de mártires, Ángel Gascón. Allí se habló de la matanza cometida por el bando republicano y Gascón les informó de que el camposanto tenía «un mártir por cada 0,0037 metros cuadrados».