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Pintura, dibujo, escultura

Costuras del todo imaginado y del por imaginar

Costuras del todo imaginado y del por imaginar

La apreciación de la geometría implica la fascinación por un orden de cosas que si se puede ver explícito en su concierto de líneas, ángulos y curvas determinados a la armonía, también lo es como interpretación de las ocultas mecánicas que modelan el universo ante la capacidad de nuestros sentidos. Y en el arte, ante la potencialidad de esos sentidos.

No definiría a Francisco Sebastián Nicolau (Valencia, 1956) como un artista geometrista, pero sí recuerdo como antecedente una serie gráfica en la que investigaba figurativamente a propósito del entrecruce de brazos; torsos sin rostros de extremidades enlazadas interpretables como actitud de espera, hasta ese momento un apunte realista metafísico con el acento fragmentario que hablaba de conjunciones lineales, pero pronto el artista dirigió su mirada nuevamente gráfica, o sea esencialmente dibujística a los bajos de las autovías volantes donde las intersecciones virtuales dibujaban sobre los aires superiores líneas sinfín. De allí a suponer escaleras como conexiones delicadas e infinitas, fue un paso. Un paso ascendente, claro. Tanto que le decidió hacia la tridimensionalidad.

Expresión de un largo y meditado camino evidenciado en su exposición en el Ivam del año 2009, cuyo único pero fue el exceso de obras, culpa de un escaso asesoramiento comisarial hoy, Sebastián Nicolau expone en El Almudín una muestra elegante, sutil, cuyo refinamiento pone en el justo lugar a una producción que no necesita documentación para acreditar personalidad. Para ser, por sí misma, una razón y un sentimiento. Y más.

Con el acento significativo de la idea del pliegue y la referencia de su aplicación industrial una pieza central habla de dinámicas que tanto avanzan como retroceden al modo de un cangrejo multivisual cuyas periferias ópticas sólo responden al movimiento cual rector; escenificación, ésta, refrendada por la múltiple cobertura de pared donde los soportes de papel, cartón y hierro insisten sobre la curvatura entendida en tanto tesis de la representación del cambio inherente a las formas en gestación perpetua.

Curtido por una observación del paisaje que prescinde del hecho consumado para imaginar sus posibles, Sebastián Nicolau especula sobre arquitecturas internas en continua revisión; de ese modo establece costuras imaginarias que proyectan sus hilaturas planteadas cual bosquejos de un tejido esencial por definir, cuestión explícita en sus grafismos de pastel y lápiz sobre papel en los cuales la óptica dimensional actúa en el recurso del trampantojo de lo que es en definitiva y de lo que anuncia otra cosa. Y del doblamiento curvado como expresión del tiempo-espacio cuya expansión es hipótesis no contrastable. Este juego de sensaciones, de planos que son evidentes sobre planos que son ficticios como los hilos ocultos que sustentan ropajes, arquitecturas y ciudades constituyen teorema sobre la vida. Y se hacen, así, declaración de intenciones y fe de vida.

Muestra de un ejercicio aplicado sobre los procesos de la representación, impecable en su resolución, acertada en su ambiguo envite, su propuesta expositiva cumple con creces lo que se le pide a los autores de hoy: provocar la cita de diversos estados de consciencia en el terreno interfronterizo entre la obviedad y la incógnita.

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