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Fotografía

Ver es un todo

Los testimonios en primera persona alejan la leyenda y captan en letras la poética del instante decisivo que un fotógrafo como Cartier-Bresson proponía practicar sin pensar

Ver es un todo

Images à la sauvette (en traducción muy desinhibida: imágenes al buen tuntún) es uno de los libros fundamentales de la fotografía del siglo XX. Ejemplifica la poética del «instante decisivo», concepto que su autor, Henri Cartier- Bresson, tomó prestado de un texto piadoso del Cardenal de Retz.

Cartier-Bresson fue, como él mismo confiesa, muy nervioso. Pero en contra lo que suele suceder con este tipo de personas, no era demasiado locuaz. No lo gustaba hablar de fotografía y muy poco de sí mismo. A lo largo de su espaciosa carrera, concedió diversas entrevistas, doce de las cuales conforman el libro que hoy comentamos.

De él se sabe que fue ayudante de Jean Renoir; que fue uno de los legendarios fundadores de la Agencia Magnum; que durante la Segunda Guerra Mundial le afeó a Ansel Adams que se dedicara a fotografiar paisajes de una serenidad mística, mientras el mundo salta por los aires. (El tiempo les ha dado la razón a los dos fotógrafos, como suele suceder).

En sus entrevistas, Cartier- Bresson expresa opiniones realmente muy propias, y que escandalizaron a parte de la gente de su profesión. Recordemos algunas:

«Para mirar bien hay que aprender a ser sordomudo».

«Todas las escuelas de fotografía son un camelo».

«Jamás he tenido un flash, como tampoco se me ocurriría nunca disparar con un revólver en mitad de un concierto». (En este orden de cosas, fotógrafos como Martín Parr serían perseverantes saboteadores de conciertos).

«Cualquiera puede hacer fotos. He visto (?) las de un mono que se las apañaba con una polaroid, tan bien o mejor que algunos propietarios de esas cámaras».

«Para mí el gran mito es el de Anteo, que tenía que tocar suelo para recobrar fuerzas. Sé que debo mantener siempre el contacto con lo concreto, con la pequeña verdad particular?»

Respecto a su proceso formativo afirma: «no le debo nada a la fotografía. Salvo a una imagen del húngaro Martin Munkacsi, en la que aparecen tres chavales lanzándose a la carrera sobre una enorme ola, en la playa. (?) Me impactó».

«Hay que pensar antes y después, jamás mientras se fotografía».

«Hay fotógrafos que inventan y otros que descubren. Personalmente, me interesan los descubrimientos».

«Nuestro oficio es muy modesto. Si llegamos a un lugar en el que nos conocen, si nos envía una gran revista, nos tienden una alfombra roja; si no, nos reciben como al señor que viene a reparar una cisterna y al que hay que vigilar para que no se lleve un cenicero».

Cuenta una anécdota que, como suele decirse, retrata muy bien al personaje: «?mientras tomaba fotografías, una señora me preguntó: ´¿Es usted de la prensa?´ Como buen normando, deploro las respuestas directas, sin sutilezas: no es educado contestar ´si´ o ´no´. Así que le dije: ´Sólo soy un maniaco´. La señora me respondió: ´Oh, eso está muy bien´».

En la actualidad, se realizan grandes retrospectivas sobre su obra. Aunque es de buen tono ya mirar doctrinalmente por encima del hombro a la obra Cartier- Bresson. La realidad (argumentan) está fotográficamente saqueada; lo que hay que hacer es inyectar imágenes ficticias para reanimarla, y no extraer de la realidad imágenes „que era lo que hacía este nervioso anciano ilustre„.

Para mal o para bien, la obra de Henri Cartier-Bresson pertenece a un mundo distinto del actual. Como pertenecen a un mundo distinto del actual, las óperas de Monteverdi, el cine de von Sternberg, los poemas de René Char?

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