Ramón Montesa «Quest»
Artista olvidado, esta muestra da a conocer la obra del escultor Ramón Montesa, unos de los raros del arte valenciano

Ramón Montesa «Quest»
por salvador albiñana
En 1966, en la revista Suma y Sigue del Arte Contemporáneo, Tomás Llorens comentaba las dos tendencias de la pintura valenciana de aquellos años: el Informalismo y la Nueva Figuración. La primera, que consideraba ya desacreditada y olvidada, se había expresado con el Grupo Parpalló y también, en torno a 1960, con pintores acabados de salir de la Escuela de Bellas Artes entre quienes destacaba, por el rigor de su planteamiento, a Ramón Montesa y Manolo Valdés. Temprana mención a Ramón Montesa (Valencia, 1941-1994), artista que por entonces había abandonado la pintura y la escultura. Temprana y por mucho tiempo única. Montesa es uno de los olvidados del arte valenciano contemporáneo. No le encontraremos en los índices onomásticos hasta el libro de Pascual Patuel sobre el informalismo matérico (1997), el Diccionario de Francisco Agramunt (1999), o el trabajo de Juan Ángel Blasco Carrascosa sobre la escultura valenciana del siglo XX (2003), que apuntaba la conveniencia de estudiar su obra. De ese limbo lo ha rescatado la exposición Ramon Montesa Homenatge, coordinada por Mateo Gamon, Vicente Colom y por Ferran Montesa, uno de los autores, junto a Monjalés y R. Ventura-Melià, de los bien trabados textos del catálogo. Una suerte de «quest» con cerca de cien obras „entre dibujos, pinturas y sobre todo esculturas„, cuyas fechas se concentran en dos desiguales periodos: 1958-1961 y 1984-1994. Entre ambos, un largo silencio.
Montesa inició sus estudios en la Escuela de Bellas Artes en 1957. La etapa de formación „en la que trabó una gran amistad con Manolo Valdés„, coincide, por tanto, con un tiempo de intenso debate y de acelerados cambios entre informalismo, neofiguración, realismo, arte normativo y los colectivos de la llamada crónica de la realidad. De algo de todo eso, y de sus titubeos de joven artista, interesado por Robert Jacobsen, dan cuenta obras fechadas en 1960: Niña sentada, delicada y bien dibujada escultura en barro cocido; Desnudo, yeso modelado desde el informalismo matérico; y Ruptura, obra sobre papel de contenido y elegante aliento expresionista. Unos trabajos que recuerdan su capacidad para mantenerse en los márgenes de la Academia y también de darle la espalda. En 1961 obtuvo el Premio Extraordinario en el III Certamen Nacional de Arte Juvenil por Adolescente, un desnudo femenino de escayola bronceada. Ese mismo año, en colaboración con Manolo Valdés, presentó en el Ateneo Mercantil Arte no Figurativo, y algo después participó en Jóvenes Pintores Valencianos, muestra colectiva con Alcón, Anzo, Más y Valdés, que pudo verse en la Sala de Exposiciones Martínez Medina, uno de los pocos espacios atentos al diseño y al arte contemporáneos de la Valencia de los sesenta. Allí le descubrió Monjalés, para quien Montesa quedaría para siempre «verileando al cuido de lo invenible», moviéndose por inciertas orillas al acecho de lo que pudiera descubrir o encontrar. Un premio y tres exposiciones en un solo año hacen más sorprendente su brusca desaparición. Ciertamente no es única „recuérdese a Doro Balaguer„, pero no resulta fácil de explicar. Quizá el síndrome de Bartleby „la opción por el silencio, la atracción por la nada„, del que Vila-Matas nos ha ofrecido un repertorio de escritores entregados a él. Quizá las dudas o el vértigo ante un medio cultural y económico que no propiciaba la profesionalización. Comoquiera que sea, a comienzos de la década de los sesenta le encontraremos ocasionalmente en el taller de un imaginero en Valencia, un discreto y laborioso ganapán. Algo después, su buen oficio se dejará notar en las primeras esculturas del recién creado Equipo Crónica. Finalmente, tras obtener una cátedra de Dibujo en 1969 se dedicará a la docencia en diferentes centros de Enseñanza Media.
En 1984, ante el anuncio de una enfermedad irremediable regresó a las tareas del arte, ahora ya solo al dibujo y a la escultura. Lo hizo en el taller de su amigo Manolo Valdés con quien colaboró al tiempo que realizaba sus propias obras. En ese estudio le conoció Ventura-Melià que se ha referido al «misterio Montesa», a la dificultad de discernir cuál era su parte en la obra de Valdés de aquellos años. No resulta fácil discriminarla. En los talleres es inevitable el juego especular, se multiplican los pasadizos que llevan de un artista a otro, se confunden las voces y los ecos. La producción de esta etapa que sabía final es tan amplia como notable: apuntes a lápiz y cuadernos de dibujos con alusiones a Matisse, Moore o Giacometti; despliegue de formas, por lo común antropomorfas, en bien resueltas esculturas „Atleta, Danzante o Tríplex, entre muchas otras„ en madera, latón, plomo, papier maché, escayola, arpillera o tela metálica, materiales diversos y entreverados con evidente gusto por el tacto y el modelado manual. Cuando en 1961, con apenas veinte años, fue distinguido con el mencionado Premio, declaró: «Un día llovió, cogí barro y se me ocurrió hacer con ello una figura. Aquel día pensé por primera vez que iba a ser escultor. Fue algo intuitivo. Me pareció que podía valer. Empecé a trabajar sobre la madera y luego sobre la piedra». En 1984, Ramón Montesa regresó al barro como muestran unas hermosas y pequeñas esculturas: pura joie de vivre cuando ya se iniciaba la cuenta atrás.
Suscríbete para seguir leyendo
- Cáncer de próstata: el tumor más común entre los hombres que puede curarse en el 90% de los casos si se detecta a tiempo
- L'Albufera no tiene horarios: 'Si abrimos las compuertas, los bañistas también pueden moverse 200 metros
- La Policía recupera en el río Turia el cadáver de un joven de 20 años y detiene a un amigo por abandonarlo
- El último movimiento de Borja Sanjuan tensa el PSPV de València
- Displasia de cadera: qué es, qué síntomas provoca y cómo se trata esta causa común de cojera y dolor
- El subidón de los alquileres provoca una gran expulsión de inquilinos de València
- Torrent ya sabe cuando abrirá el puente de Alaquàs
- La jauría atacó al chico a la puerta del colegio porque sus amigos se burlaron de sus símbolos pandilleros