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Arquitectura industrial

240 años del Ironbrigde a las Gigafábricas de Tesla

La nueva revolución industrial que provoca la alta tecnología tiene su reflejo en una arquitectura innovadora. Proyectos como la fábrica de coches eléctricos de Tesla que se anuncia como el edificio más grande del mundo, o el de la central de cogeneración en Uppsala evidencian una novedosa estética para la reindustrialización.

Maqueta de la planta de cogeneración eléctrica de Uppsala Levante-emv

Pese a sus reducidas proporciones Ironbridge es uno de los puentes más famosos de la historia de la ingeniería. Fue diseñado por Thomas Pritchard, su construcción dio comienzo en 1775 y fue el resultado de un conjunto de circunstancias que resultarían decisivas para explicar la Primera Revolución Industrial. Ironbridge fue el primer puente del mundo construído íntegramente en hierro fundido y su diseño era consecuencia -a un mismo tiempo- de las necesidades y los logros de la industria del Reino Unido de finales del siglo XVIII.

La existencia de nuevas técnicas de fundición del hierro en el condado de Shropshire determinó una mayor intensidad de paso sobre el rio Svern y al mismo tiempo representó una disminución suficiente del precio del hierro para hacer viable económicamente (hecho antes impensable) la construcción íntegra de un puente con ese material. Hasta tal punto los ingleses han sentido fascinación por la historia de Ironbridge que a su alrededor se ha musealizado uno de los complejos más importantes de arquitectura industrial del mundo y la BBC llevó a cabo con fines culturales una reproducción de su proceso constructivo a escala natural en 2001.

Si Ironbridge es el icono de la arquitectura de la Primera Revolución Industrial vinculada al carbón y el hierro fundido, el de hoy bien podría serlo la Gigafactoria que Tesla construye en el desierto de Nevada. Llamado a ser el mayor edificio del mundo, su cubierta rectangular es un espejo solar bajo el cual Tesla fabricará 500.000 baterías para vehículos eléctricos abasteciéndose ella misma de fuentes renovables con un balance energético de coste cero. Como Ironbridge, los proyectos arquitectónicos de Tesla también parten de una revolución energética y de una revolución asociada al transporte (la del vehículo eléctrico), que a su vez derivan de aplicaciones tecnológicas vinculadas al nuevo uso de ciertos materiales.

Entre Ironbridge y la Gigafactoría Tesla se extiende un período de unos 250 años de arquitectura industrial

que constituyen uno de los registros más expresivos de las capacidades tecnológicas de la humanidad a cada momento histórico y que contextualizan la evolución económica y social por la que han atravesado cada una de las regiones geográficas del mundo industrializado.

¿Cómo es la arquitectura de los desarrollos industriales contemporáneos? Obviamente esta pregunta no puede formularse de manera unívoca pues tanto el valor añadido de la arquitectura industrial como su capacidad de aportación cultural son tan variables como el de las actividades industriales a cuyo servicio se ponen los recursos de la arquitectura.

Siempre existirá una arquitectura industrial de condiciones pésimas, del mismo modo en que lo que entendemos por actividad industrial puede comprender también un conjunto de actividades productivas de muy escaso valor. Sin embargo bien puede afirmarse que existe una arquitectura industrial inspirada en unos parámetros de excelencia estética, ecológica y funcional que se desarrolla de forma correlativa a los procesos inteligentes de reindustrialización.

Lo que hoy entendemos por reindustrialización es, al menos en sus planteamientos más avanzados, un proceso global de amplio alcance por el que las potencias económicas quieren volver a tomar las riendas de la producción material después de constatar la estrecha relación que existe entre el control del conocimiento y el de su aplicación (Mens et Manus). La capacidad de investigación e innovación, el diseño de soluciones de logística global, el regreso de la industria avanzada a la ciudad, la utilización de nuevos materiales y las soluciones constructivas vinculadas a la flexibilidad son las señas de identidad de esta nueva arquitectura reindustrial.

Industria en movimiento. Las grandes expotencias industriales orientan hoy intensamente sus esfuerzos hacia la reindustrialización lo cual ha generado, como es normal, una nueva oleada de urbanismo industrial y una arquitectura de los nuevos espacios productivos. La localización hace tiempo que dejó de ser un concepto unívoco. Las nuevas funcionalidades de Ironbridge anticipaban la importancia de las visiones contemporáneas de la cadena industrial de suministro global (Global Supply Chain), que fusiona las innovaciones de los procesos de la producción y de los procesos del transporte en visiones unificadas del fenómeno industrial, concebido ahora como un ciclo total.

El buen urbanismo industrial es la única solución que permite a los territorios escoger qué efectos de la globalización desean materializar o mantener lejos de su geografía. Desde este punto de vista la arquitectura industrial contemporánea no es tanto un expediente para la generación de instalaciones productivas como un eslabón integrado en la logística intermodal. Sin ánimo de ser exhaustivos vamos a documentar tres ejemplos de lo que podríamos considerar una arquitectura reindustrial de signo contemporáneo.

Arquitectura logística. Las nuevas plantas industriales están diseñadas para abastecerse instantáneamente de todos los suministros de los que se nutre su cadena de producción. Las grandes fábricas de automóviles, por ejemplo, se ubican en el centro de un sofisticado sistema arterial (conveyors) que en cierto modo permite a cada una de sus secciones productivas desplazarse en tiempo real sobre un sistema de raíles hacia el origen geográfico de sus suministros, dondequiera que éstos se encuentren.

La nueva misión de la arquitectura industrial es consolidar los vínculos de un sistema de producción global en el que, como en la red, todo está enlazado. El territorio industrial es funcionalmente una forma de superlocalización. La información, la logística, la distribución y la producción no constituyen formas separadas del esquema reindustrializador, sino un mismo sistema de objetivos al que se deben la ingeniería, el urbanismo y la nueva arquitectura de la reindustrialización.

La planta Smart en Hambach (Francia) es uno de los mejores ejemplos de esta arquitectura industrial de precisión. Su diseño en forma de cruz reproduce la imagen corporativa de la relojera suiza Swacht, cuyos ingenieros se encargaron del diseño. Pero la verdadera justificación del planteamiento espacial de la fábrica es de carácter funcional: incrementar la capacidad de acceso angular a cada uno de sus lineales mejorando la agilidad en la entrada de los suministros al proceso de montaje. Como un verdadero reloj de precisión.

El regreso a la ciudad. Los polígonos industriales habían desocupado durante mucho tiempo el corazón histórico de las ciudades. Sin embargo las nuevas características de cierto tipo de actividad industrial, silenciosa, limpia e intensiva en conocimiento, podrían alentar en un futuro próximo un cierto movimiento de regreso de la industria a la ciudad tal como sucedía antes de los primeros ensanches. El centro histórico de Valencia conserva un buen número de naves industriales en desuso, antiguos almacenes y otras instalaciones vinculadas a lo que hoy entenderíamos como actividades industriales: el textil, el hierro, la madera, el papel, el cuero.

La mayor parte de las instalaciones industriales urbanas que han logrado sobrevivir se ha reconvertido hacia otros usos muchas veces vinculados al arte, el diseño o la industria cultural. El concepto de loft constituye uno de los legados principales del planteamiento industrial a la arquitectura interior de la ciudad. No será extraño que los espacios diáfanos y despejados que nos legó la revolución funcional de la arquitectura industrial acaben siendo realojados por cadenas digitales de montaje robotizado o de impresión 3D capaces de consolidar también, en muchos casos, fuertes entornos de investigación a su alrededor.

Los ingredientes más importantes de la competitividad industrial contemporánea se cultivan en el territorio de la ciudad y requieren de soluciones arquitectónicas, de hábitos urbanos y culturales capaces de atraer el talento en sus más diversas manifestaciones: desde la excelencia en la investigación científica, al sentido del dinamismo competitivo, el diseño de productos o la pura capacidad para el instinto comercial.

Más difícil todavía. La contemporización industria-ciudad-cultura. Una de las síntesis más estrechas «industria-arquitectura-cultura-ciudad» tal vez sea la propuesta del equipo estadounidense/danés BIG para la construcción de una planta de cogeneración eléctrica en Uppsala (Suecia) una de las ciudades ambientalmente más avanzadas del mundo. La propuesta prevé la construcción de un recinto multicolor de grandes dimensiones en forma de cúpula-invernadero que quedaría alojado en el interior de una estructura geométrica capaz de albergar una central de biomasa. El proyecto, calificado por BIG como un «híbrido inusual», tendría una utilización estacional que alternaría el uso de la central energética (en los meses de invierno, primavera y otoño) con la función de un equipamiento cultural durante el periodo estival en que las funciones industriales quedarían sin uso, transformándose la central en un auditorio.

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