Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mi maravillosa librería

La figura del librero desapareció, las librerías al igual que el mundo editorial parecía que ya no tenían espacio si no era a lo grande. Surgieron las grandes cadenas, internet y comenzaron a venderse libros en el supermercado. Por fortuna, en los últimos años hay una vuelta a la figura del librero vocacional e independiente, a las llamadas librerías de autor

Mi maravillosa librería

Con apenas diez años, la pasión lectora de Domingo Casañ era notoria, había estallado la Guerra Civil y en Benicàssim se instaló en las Villas de la playa el hospital para convalecientes de las brigadas internacionales. Un médico de los brigadistas, que descubrió su interés por los libros, le permitió acceder a la biblioteca que allí había. Domingo tomaba prestados libros que se llevaba a casa y luego devolvía. Ante él se abrió un universo infinito.

Una tarde le invitaron a una actuación de un cantante americano. Muchos años después leyendo La Consagración de la Primavera de Alejo Carpentier, descubrió quien era ese cantante. Nada menos que Paul Robeson. Carpentier describe la actuación de esta manera. «Paul Robeson, el gigante negro, de pie ante un piano blanco y dorado que algún veraneante había dejado atrás, entonaba Ol´Man River€». Domingo Casañ, que cuando leyó estas páginas era ya librero de renombre, quiso entonces invitar a Benicàssim a Alejo Carpentier, que trabajaba en la embajada de Cuba en París, y rememorar aquella experiencia común. Lamentablemente, cuándo unos amigos franceses encargados de hacer la gestión, le contactaron, el autor cubano estaba enfermo y al poco tiempo moría. Esta es una de entre las muchas anécdotas en su larga vida como librero. Por Ares, su librería, pasaron infinidad de escritores de la época. Él ha sido el ejemplo de librero, independiente, dinamizador cultural, implicado con la sociedad civil de su tiempo y de su época.

En la España gris y rancia de los años sesenta Domingo Casañ creó un espacio libre y singular, fue toda una referencia cultural en la ciudad de Castellón. En la trastienda de Ares, a la que él denominó «el infierno», se podían encontrar libros poco habituales, entre otros, todo lo que editaba la mítica editorial Ruedo Ibérico, azote intelectual, en el exilio, del franquismo. Los clientes no acudían a un mostrador desde el que se les despachaba libros, se pasaban un buen rato en librería, hojeando y charlando con el propietario. De aquella época hasta ahora, con el nuevo escenario social y tecnológico, el panorama de las librerías cambió radicalmente. La figura del librero desapareció, las librerías al igual que el mundo editorial parecía que ya no tenían espacio si no era a lo grande. Surgieron las grandes cadenas de venta de libros, la venta en internet y comenzaron a venderse libros en las grandes superficies ¿Quién iba a imaginarse que con los años podríamos comprar libros en el supermercado?

Por fortuna, en los últimos años hay una vuelta a la figura del librero vocacional e independiente, las ahora llamadas librerías de autor. Es el caso de Mónica Bernat y Celia Pujol de la Librería Noviembre de Benicàssim (galardonadas recientemente por la dirección general de Cultura de la Generalitat Valenciana con el Premio a la librería innovadora). Para ellas «las librerías son algo más que un punto de venta de libros. Son espacios de cultura, de encuentro, de proximidad a pie de calle en los barrios y pueblos, participando en la cohesión del tejido social, relacionando a autores con lectores y a lectores entre sí». Noviembre es un espacio activo e inmerso en la vida cultural de la localidad, con sello propio por la selección de su fondo, abierto porque muestran la pluralidad de la oferta editorial. Una mirada a su cuidado y dinámico escaparate lo dice todo, el espacio de librería es cálido y acogedor, invita a entrar en él, pasarse horas hojeando y atender al consejo de dos lectoras empedernidas como Mónica y Celia. Es imposible salir de allí sin un libro bajo el brazo.

En el barrio de Ruzafa la librería Bartleby desde la que operan Lucí Romero y David Brieva es todo un ejemplo del dinamismo de las librerías de nuevo cuño, inspiradas en las librerías de antes, en las que descubrimos, sobre todo, el amor a los libros. Bartleby es un local de referencia en un barrio que se está convirtiendo en la propuesta avant garde en la ciudad. Un tanto diferente es el caso de la librera Heide Braun, pero igualmente una librera moderna a la antigua y apasionada bibliófila. Su librería es exclusivamente de entrega a domicilio, reparte los libros con su moto por toda la ciudad de Valencia. También los hace llegar por correo postal a otras localidades, y por correo electrónico hace envío de un boletín que ella misma escribe. Heide edita una carta/boletín que nos hace llegar puntualmente, sus reseñas son un lujo para los lectores, toda una invitación a leer. Alguien debería editar un libro con sus cartas y la magnífica selección de fotos que hace para ilustrarlas.

El fenómeno de las librerías de culto ocurre también en otras ciudades de Europa. En Viena, por ejemplo, la librería de Petra Hartlieb, que lleva su nombre, se ha convertido en todo un icono de la modernidad en cuanto a venta de libros a la antigua se refiere. Ella misma lo cuenta en el libro que acaba de editarse en Periférica, Mi maravillosa librería. No es un libro sólo para libreros, al igual que 84 Charing cross road de Helene Hauff, La librería de Penélope Fitzgerald o La librería ambulante de Christopher Morley, es una de esas lecturas vivificantes que destilan un auténtico entusiasmo por la lectura. Nos muestra detalladamente el trabajo ímprobo que hay en esa trastienda que los clientes nunca vemos, las horas de dedicación, la formación que requiere, nos descubre la profundidad de ser libreros y con mucho sentido del humor las esclavitudes de la bibliofilia y de un negocio con escaso margen de beneficio. La singular experiencia de Hartlieb, que es además periodista y autora de novelas policíacas, que escribe conjuntamente con un periodista berlinés, se lee de una sentada. Felizmente, su opción independiente y personal, así como la de los libreros y libreras que hemos mencionado, con su mirada al pasado, pero utilizando herramientas del presente, contribuyen a crear espacios vivos y, sobre todo, espacios libres para el pensamiento, la reflexión, el diálogo y el disfrute de los libros.

*Periodista y crítica de Literatura

Compartir el artículo

stats