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La no-ficción basada en hechos reales

Ensayos, análisis, divulgaciones... entre la historia, la economía o la sociología política nutren el espacio literario de la llamada «no ficción», del que se recomiendan una veintena de títulos para estar al hilo de la realidad

La no-ficción basada en hechos reales

Tercer capítulo de la miniserie El infiltrado, sobre la novela de John LeCarré. El traficante de armas Hugh Laurie entra en un hotel lujoso, y en la pantalla se sobreimpresiona la palabra «Mónaco». Se trata en realidad de un establecimiento mallorquín, el Maricel de Alicia Koplowitz y el príncipe saudí Al Waleed. Una fabulación, por tanto, que escapará a millones de telespectadores porque a la distancia suficiente, ¿qué diferencia hay entre Mallorca y Mónaco? Esta ambivalencia explica el contubernio actual entre ficción y no-ficción.

Las novelas se obsesionan con el latiguillo «basada en hechos reales», al igual que la entera producción de Hollywood. La no-ficción, también inspirada en la realidad, ha desintegrado a la ficción. La literatura de construcción de mundos se ha convertido en un apartado menos exigente de la historia. Distanciarse de la realidad adquiere el rango de crimen literario. Una novela significa un ensayista demasiado perezoso para verificar sus datos.

El libro de no-ficción del año es probablemente la biografía ideológica José Antonio (Debate), del acreditado experto Joan Maria Thomàs, por frases como la siguiente: «Nos ha llevado a considerar la existencia de dos José Antonio, uno de ellos abierto incluso a soluciones democráticas y reformistas». En el mismo ámbito de proximidad, José Alvarez Junco se siente demasiado obligado a liquidar los nacionalismos en Dioses útiles (Galaxia Gutenberg), muy alejado del inigualable Mater Dolorosa.

El ensayista con más puntería del planeta es ahora mismo nuestro vecino argelino Kamel Daoud. Cada uno de sus artículos hiere a millones de personas. El New York Times lo colocó en portada para explicar las elecciones francesas a los estadounidenses, en un apunte fundamental. Hasta que no llegue su fenomenal recopilación Mes Indépen dances, habrá que conformarse con su contranovela camusiana Meursault, caso revisado (Almuzara), que no puedo defender con un entusiasmo parejo.

El lector crítico se plantea a diario si puede perdonar a los intelectuales que le han traicionado. Lo intentaremos, ensalzando las Nuevas lecturas compulsivas (Círculo de Tiza) del ultraconservador Félix de Azúa. Para mortificarlo, le adosamos el Ibex 35 (Capitán Swing) de Rubén Juste, un libro que cambió la perspectiva de Pablo Iglesias pese a contener errores tan imperdonables como otorgar la presidencia de Repsol a Alberto Cortina, en lugar de Alfonso Cortina. Este ensayo del género de terror demuestra que la intimidad entre grandes partidos y grandes empresas ni siquiera permite intercalar una puerta giratoria. También se agradece la claridad expositiva de Jorge Verstrynge en Populismo (Intervención Cultural).

La economía recula, pero no desaparece. Simona Levi y Sergio Salgado afrontan una presentación ágil de las black cards y los correos de Blesa, en su didáctico Votar y cobrar (Capitán Swing). Sombreros fuera ante Michael Lewis, el maestro en el desentrañamiento de arcanos económicos. Este ensayista sin ningún libro prescindible vuelve a acertar en Deshaciendo errores (Debate). Esta doble biografía de difícil concepción y acertada disposición complementa el magistral Pensar rápido, pensar despacio (Debolsillo) del Nobel Daniel Kahneman, sin nada que envidiar a su predecesor.

Ha llegado la hora de introducir híbridos autobiográficos como el Manual del exilio (Periférica) de Velibor Celic, tal vez la mejor literatura de cualquier adscripción publicada este año en España. Con una traducción a la altura, y el humor sobre la inmigración que el cineasta Aki Kaurismaki no ha sabido transmitir en El otro lado de la esperanza. En este párrafo exótico tiene cabida la Poesía (Vaso Roto) de Elizabeth Bishop, un esfuerzo hercúleo que conecta a la poetisa con Mallorca.

El intento más logrado sobre la ascensión de Donald Trump corresponde al inolvidable autor republicano P.J. O´Rourke, en How the hell did this happen? (Grove Press). Los cultistas y ocultistas prefieren al Matt Taibbi de la escuela del Rolling Stone, con su diáfano Insane clown president (Penguin Random House). En cambio, no conviene despistarse con el pretencioso Ensayo sobre la imbecilidad (Malpaso) de Aaron James. Solo habrá un On bullshit, que tampoco era nada del otro mundo.

Retomando la política que nunca nos abandona, el oceánico En el punto de mira (Planeta) de Baltasar Garzón posee la ventaja de incluir las críticas feroces a una de las figuras más descollantes de la historia de España. En cambio, la incisiva Loretta Napoleoni se ve lastrada por una mentirijilla comercial en Traficantes de personas (Paidós). Se anunciaba el desnudamiento de la mafia tras los refugiados, cuando el volumen se centra en mayor proporción sobre los secuestros, ay, pasados de moda.

Ian Stewart culmina en Números increíbles (Crítica) un prodigio de divulgación científica, porque su libro contiene más números y ecuaciones que palabras. Irresistible. En el mismo territorio, Freeman Dyson se confirma como un nonagenario cautivador y optimista en Sueños de tierra y cielo (Debate). Arrebatador, para quienes tengan ganas de seguir viviendo. Terry Eagleton es una rara avis, un ensayista británico sin sentido de la ironía. La reedición de su Cultura (Taurus) resulta tranquilizadora, al confirmar que nadie sabe de qué hablamos cuando pronunciamos esa palabra.

Noviembre (Tusquets), del salvadoreño Jorge Galán, milita en la región fronteriza entre el drama narrado y el vivido. Su relato atrapa por la perenne fascinación ejercida por Ignacio Ellacuría, el clérigo español más estimulante aparte del apóstol Pere Casaldàliga. Sin abandonar el recinto del espíritu, Ramón de Andrés no alcanza en Pensar y no caer (Acantilado) las cimas intimistas de su prosa retirada en No sufrir compañía.

Nada de Natalia Ginzburg, por favor. Bienvenida sea en cambio la laureada historiadora Mary Beard. Su muy difundido SPQR (Crítica) certifica la vocación iconoclasta de la autora. Por donde pasa, no vuelve a crecer la historia, porque desmonta los mitos improbables que la jalonan. El número uno queda para el final. De Salvador Pániker se aprovecha cada minuto de su existencia. Al resumen de sus diarios de 2005 a 2010, Adiós a casi todo (Random House), solo le sobra el casi. El libro ha llegado a las librerías sin la noticia de la muerte del autor. Por una vez, un gesto de rebeldía editorial.

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