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El universo BD

El l'Iber, Museo de los Soldaditos de Plomo recorre el noveno arte francófono en el Institut Français a través de la escultura en miniatura

El universo BD

En su constante inmersión en la sociedad valenciana, el Instituto Francés de València (IFV) despliega toda una serie de actividades que van desde el cine a la presentación de la más reciente literatura francesa; de la música a debates científicos y exposiciones de arte. El objetivo es demostrar que, culturalmente hablando, hay mucho más lo que une a ambas sociedades de lo que las separa.

El reciente curso escolar ha comenzado con una curiosa muestra sobre lo que la cultura francófona llama las BD, les bandes dessinées, tiras de dibujos que durante muchos años los españoles denominamos tebeos, ignoramos si por influencia de la revista de historietas publicada a principios del siglo XX con el título TBO, o porque ya existía esa palabra, pero en todo caso el vocablo pasó a mejor vida -a decir de los católicos- por la más anglófona, cómic.

Como en los cuentos de H.C Andersen o de los hermanos Grimm, es evidente que el tebeo se concibe como una lectura amable, fácil, apoyada sobre todo en el dibujo, en esas tiras y bocadillos en las que los personajes se van contestando y dando réplica. No obstante, plantearíamos un interesante debate al preguntar al lector sobre la mayor importancia de unos -los dibujos- sobre los otros -los diálogos. Precisamente porque el público al que se dirige es el infantil y juvenil, esas épocas y ambientes recreados expresamente o las escenas en países exóticos (sobre todo si nos remontamos a las BD de los años 40 y 50 donde Occidente seguía explotando los recursos de los más pobres) conllevan siempre una moraleja, unos valores simples a la vez que profundos: la bondad, la amistad, la fidelidad de los animales hacia sus dueños, el sentido del humor, destruir el mal y hacer el bien, darle importancia a lo que realmente lo tiene, reírse de uno mismo. No parece que desde Esopo hayamos aprendido mucho, pero los autores de esas tiras lo siguen intentando.

«El Cómic en miniatura», como así se llama la muestra comisariada por Alejandro Noguera, director del Museo de L'Iber, y al que hay que agradecer ser un irredento coleccionista de miniaturas, expone no solo estas sino también los libros que dan apoyo a la exposición. Entre los cómics expuestos, que van desde historietas creadas a principios del siglo XX hasta alguna edición mucho más reciente, merece destacar el personaje de Becassine. No es esta una de las protagonistas más conocidas por parte del público español, mucho menos de las generaciones actuales, pero tiene su importancia sobre todo por el hecho de que además de haber cumplido el siglo de existencia, su guionista fue una mujer, Jacqueline Rivière. Por el contrario, resulta sintomático que la pobre paisana, una bretona sencilla y de muy buenos sentimientos, en contadas ocasiones tuviera la boca dibujada. Hablaba, sí, actuaba, pero el dibujo de su hábito en movimiento, verde con enaguas blancas, tenía más expresión que la inexistente línea de sus labios. En España, un tanto más adelante en el tiempo, se disfrutó también de protagonistas femeninas. Y esas sí tenían boca. Florita primero y sobre todo Mariló, creada por una editorial valenciana, también dejaron su huella en varias generaciones femeninas.

Por el contrario, un personaje muy conocido entre el público español es el vaquero solitario Lucky Luke, creado asimismo sobre los años 40 del siglo pasado. Con la ayuda de su inteligente caballo como acompañante y persiguiendo incansablemente a los malísimos hermanos Dalton -más que malos bobos de remate- el vaquero nos fue descubriendo el Oeste norteamericano lo largo de las páginas creadas por su autor, el belga André Morris. Detrás de cada personaje hay un historietista o guionista, a la vez que ilustrador que, semana tras semana, libro tras libro, va haciendo avanzar y crecer a sus creaciones. Jacques Tardi, Moebious, Franquin o Ptiluc son nombres que, junto a los ya conocidos Uderzo y Goscinny, Hergé, Sempé o el ya mencionado Morris forman parte fundamental del universo BD.

Si algo destaca en casi todos los cómics es la necesidad de crear un dúo. Zipi no sería nada sin Zape, Roberto Alcázar sin Pedrín, y el musculado Capitán Trueno sin el tirillas de Crispín. El universo francófono, sea Francia, Bélgica o parte de Suiza, creó también sus exitosos tándems que se incluyen en esta muestra de libros y miniaturas: Asterix y Obelix (los franceses ponen el acento agudo), y también los investigadores británicos Blake y Mortimer, Spirou y Fantasio, o Tintin y Milou, casi o más humano que su dueño.

El cómic ha sido denominado el noveno arte. No sabemos si es el noveno, pero es un arte que nos arranca la risa y eso siempre es de agradecer.

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